El cambio climático es una problemática que sigue afectando al mundo entero. Y en la Argentina, su efecto se podrá evidenciar en las próximas horas. En sólo cuatro días la Ciudad de Buenos Aires, por citar un caso extremo, pasará de tener una mínima de siete grados a una máxima de 26.
Para conocer más acerca de este evento, Nota al Pie dialogó con la arquitecta y urbanista, Nidia Marinaro de Livingston, quien explicó por qué y cómo deben adaptarse las ciudades, sobre todo las grandes urbes poblacionales, al cambio y sus efectos.
Datos curiosos alarmantes sobre el cambio climático
De acuerdo al Servicio Meteorológico Nacional (SMN), en los próximos días la región pampeana y de Cuyo aguardan por temperaturas máximas que rozarán los 20 grados, mientras que el extremo norte argentino llegaría a los 32.
No obstante a ello, para este año la Oficina Meteorológica del Reino Unido alertó que la temperatura mundial alcanzará los 1,08 y 1,32 grados por encima del periodo preindustrial (1850-1900). En ese marco, países como Estados Unidos y China ya han registrado temperaturas récord este verano.
Marinaro de Livingston considera que dicha situación climatológica, cuyos valores están poniendo en riesgo la salud de las personas del hemisferio norte del planeta, pueden acontecer de igual manera en este hemisferio y para eso hay que “generar y prepararnos”.
Por eso, considera urgente que las ciudades se adapten al cambio climático porque sino “corre el riesgo la vida de la comunidad”. De acuerdo a la visión de la entrevistada, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no se encuentra adaptada, mucho menos pensando en el cambio climático ni en el efecto invernadero.
A su vez, agrega que no hay respuestas de carácter urbanístico como generar espacios para facilitar las interacciones sociales, cuando se produzcan estos episodios, en donde se manifiestan jornadas de mucho frío o mucho calor.
Iniciativas para contrarrestar el cambio climático
Según la arquitecta, las medidas que deberían tomar los gobiernos son, en primer lugar, generar planes de contingencias para estos episodios extremos. En segundo lugar, deberían desarrollar espacios urbanos que permitan la interacción social y el cuidado de las personas en estas condiciones extremas de temperatura.
Para adaptar las ciudades al cambio climático, Livingston propone pensar en urbanismos de pequeña escala como aumentar la capacidad absorbente y generar diversidad en los barrios, en las veredas y en todos los espacios sociófugos.
También destaca la importancia de crear corredores verdes para mejorar la distribución del aire en la ciudad, porque el aire regula y mitiga los efectos del calentamiento. Un ejemplo de lo que sería un corredor verde es la Avenida Roberto Goyeneche en el barrio de Saavedra.
Marinaro de Livingston también mencionó la importancia de crear pequeñas plazas o “parques de bolsillo”, cuya propuesta busca “convertir en parques los espacios de la ciudad que están cercados y que juntan basura o que pertenecen a privados y están sin uso”.
Por ejemplo, en ellos se plantan árboles autóctonos que suelen atraer pájaros de la zona y generan una “riqueza de biodiversidad” que mitiga los efectos contraproducentes de la acumulación del calor.
Esto último ha sido empleado en países vecinos como Chile y es denominado Método Miyawaki, lo cual consiste en generar un espacio verde sin cemento para aumentar la capacidad de la superficie absorbente dentro de la ciudad.
En efecto, el Método Miyawaki no sólo permite generar biodiversidad, aumentar la biomasa y tener más árboles, sino también contribuye a que las personas de los barrios puedan comprometerse con el mantenimiento y la gestión de estos “parques”.
Más hábitos para hacerle frente al cambio
Otra cuestión a mejorar que mencionó la arquitecta es el plan de arbolado. Según las fuentes oficiales, Buenos Aires tiene 6,1 metros cuadrados per cápita (contando jardines, canteros y maceteros), cuando en realidad el estándar es de entre 10 y 15 metros cuadrados de espacios verdes por habitante.
Luego, a largo plazo, Marinaro de Livingston cree que otra de las cosas que se deben hacer es recuperar la capacidad hidrológica que tiene la ciudad de Buenos Aires. La especialista mencionó como ejemplos el arroyo que pasa por debajo de Plaza Congreso y el de la Plaza de la Libertad.
indicó que si se logra recuperar algunos de estos “espejos de agua” ya hay garantizada una estrategia para mitigar los efectos del calor. “La ciudad evoluciona en función de parches a cuestiones que pueden ir sucediendo”, manifestó Livingston.
Sin embargo, no hay un estudio y un equipo creativo que esté proponiendo una ciudad verde de aquí a 30 años. “Para eso está bueno recuperar la capacidad hídrica, recuperar todo el río y trazar planes urbanísticos que tengan que ver con una revisión del código urbanístico también”, concluyó la especialista.