Un estudio del mercado mundial de la pesca, realizado por la Fundación Latinoamericana de Sostenibilidad Pesquera (FULASP), reconoció el potencial de la Argentina para convertirse en una de las potencias pesqueras del mundo.
Desde FULASP evaluaron el crecimiento actual de la industria pesquera y su potencial desarrollo alrededor del mundo. En este sentido, la pesca argentina encabeza el ranking, por las posibilidades de responder a la gran demanda mundial de pescado.
En la actualidad, la Argentina es el quinto exportador mundial de camarones y langostinos congelados. Por otro lado, la pesca ocupa el octavo lugar entre las principales exportaciones y el primero en cuanto a diversificación de destinos, con clientes en más de 100 países.
En relación a ello, Nota al Pie entrevistó al presidente de la FULASP, Raúl Matías Cereseto, quien explicó la situación de la actividad en el país, la importancia de las políticas públicas para impulsar el sector y la incidencia de la pesca ilegal.
¿Cómo explica el potencial argentino en el sector pesquero mundial?
La potencialidad argentina está dada principalmente por la actividad acuícola. La acuicultura es una actividad muy demandada a nivel mundial: hoy más del 50% de los productos ictícolas que abastecen el mundo provienen de acuicultura, estamos hablando de unas 114 millones de toneladas.
Argentina respecto a eso está en una etapa embrionaria, en su pico máximo produjo 4.000 toneladas. Dispone de una calidad geográfica espectacular para ese tipo de actividad, ya que cuenta con casi 5.000 kilómetros de costa marítima; con una gran cantidad de lagos, ríos y arroyos para todo tipo de actividad acuícola; una diversidad geográfica y climática a lo largo y a lo ancho del país que permite hacer producción de muchísimas especies.
Para comparar esto no hace falta mirar las grandes potencias mundiales como China, Indonesia o Vietnam. Basta con mirar algunos países de Sudamérica, que están más desarrollados con la acuicultura en comparación a la Argentina. Este es el primer punto.
El segundo punto es la posibilidad de diversificar la matriz productiva. Nosotros estamos concentrados en langostinos, algo de centolla al sur, merluza y calamar, pero en realidad hay especies que están muy sub explotadas y que hay grandes mercados internacionales para abastecer.
Un ejemplo es la anchoíta del sur del paralelo 41, que estamos produciendo 10.000 toneladas anuales como máximo. Por ejemplo, Marruecos tuvo este año una pérdida de captura en el Mar Cantábrico, y de 50.000 toneladas que le abastecen anualmente este año pudieron pescar sólo 10.000. Es decir, hay una demanda de 40.000 toneladas que está faltando en el mercado y la podríamos proveer nosotros.
Para eso viene el tercer punto: necesitamos certificar las pesquerías, contar con una certificación internacional que busque un equilibrio entre las demandas de las ONG ambientalistas y las necesidades empresariales. El producto que tiene un sello de sustentabilidad, que certifica que la pesca no está dañando al caladero y al ecosistema, accede a más y mejores mercados.
¿Qué políticas se ejecutaron para impulsar esta industria y qué falta por hacerse?
Argentina tomó la decisión de darle una mirada un poco más proactiva a la acuicultura por primera vez. Hace dos años tenemos la Dirección Nacional de Acuicultura que creó la Subsecretaría de Pesca. Darle esa jerarquía a la actividad acuícola es una mirada hacia el futuro.
También, se declaró la actividad de la industria naval como estratégica, con líneas de programación industrial que promueven la construcción y reparación de buques, la actualización de las tecnologías. Entonces, de alguna manera se va impulsando la renovación de la flota pesquera que permite pescar más y de manera más eficiente.
Respecto a las políticas públicas, aún falta mucho. Hay que actualizar el marco normativo, seguir articulando esfuerzos entre los distintos actores del sector, que son los intereses empresariales, sindicales, políticos y científicos. Hay que establecer mesas de trabajo multisectoriales que pueden articular los intereses de las cuatro partes.
¿De qué manera la pesca ilegal afecta el potencial argentino?
En principio, es importante destacar que la llamada pesca ilegal, que está más allá de la Milla 201, no es ilegal porque esos barcos tienen licencia. Es una pesca no reglamentada, en la cual no está controlado el trabajo esclavo ni las artes de pesca, no hay un seguimiento o una supervisión de las capturas incidentales.
No hay ningún tipo de control y además hay mucha sub declaración. Nosotros trabajamos con cupos anuales que podemos pescar de cada especie para cuidar el caladero.
Más allá de ser legal por tener la licencia respectiva, nosotros la consideramos ilegal porque no cumple con las condiciones que tenemos dentro del Mar Argentino. Cuando ingresan dentro de la plataforma, dentro de las 200 millas sí es absolutamente ilegal.
¿Cómo afecta a Argentina? Como son los mismos recursos y los mismos mercados, hay una clara competencia desleal.
La flota Argentina tiene que cumplir los convenios colectivos de trabajo, es inspeccionada por Prefectura Naval Argentina y por la Secretaría de Pesca, tiene que cumplir condiciones de navegación y demás cuestiones contra una flota que no tiene todos esos costos.
Si esa flota pesca mucho y vende sus productos a los mismos mercados que vendemos nosotros, nos baja los precios y afecta mucho el mercado internacional y las exportaciones argentinas.