El 18 de julio de 1994, 85 personas perdieron la vida en el atentado terrorista contra el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), dos años después del operativo que se ejecutó contra la Embajada de Israel y se llevó 22 vidas. A casi tres décadas del peor atentado de la historia argentina, aún es objeto de debate los motivos y los responsables de tamaña tragedia.
Nota al Pie conversó con Juan José “Pájaro” Salinas, periodista investigador de la causa, sobre la red de intereses geopolíticos que operaron en el desarrollo de uno de los conflictos más importantes de fines del siglo XX.
Atentado a la AMIA
A las 9:53 de la mañana del 18 de julio de 1994 estalló dos bombas en la sede de la AMIA ubicada en el barrio porteño de Balvanera, cobrándose la vida de 85 personas. A 29 años del mayor atentado terrorista de la historia argentina, el Estado Nacional nunca aclaró motivos claros ni responsabilidades concretas en una causa que sigue impune. La versión más extendida señala como autores intelectuales a altos funcionarios de la República Islámica de Irán en connivencia con integrantes del gobierno de Carlos Saúl Menem.
El operativo habría estado a cargo de la organización paramilitar libanesa Hezbollah. De hecho, desde aquel entonces los sospechosos tienen orden de captura internacional de Interpol por disposición de la Unidad Federal de Inteligencia AMIA. La tragedia sucedió a dos años del atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires en la que murieron 22 civiles. La AMIA, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y los gobiernos de Estados Unidos e Israel sostienen el argumento político de un atentado dirigido contra la comunidad judía.
Relaciones carnales
Juan José Salinas planteó que el atentado se ejecutó en un contexto particular en el que Argentina había iniciado un vínculo de subordinación a los intereses políticos ordenados a partir del Consenso de Washington. “Es una época en la que se trafican armas a Croacia y Bosnia con el visto bueno de Estados Unidos, aunque estuviera prohibido por Naciones Unidas”.
Salinas indica que es probable que, tanto los servicios de inteligencia de Estados Unidos como los de Israel, hayan estado al tanto de toda la operación. La Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y el Mossad tenían como propósito culpar a Irán, nación que era un obstáculo para el desarrollo de los intereses liberales en Oriente Medio.
En ese sentido ubica la maniobra en conjunto entre el expresidente norteamericano, Bill Clinton, y el canciller del gobierno menemista, Guido Di Tella, para evitar las declaraciones en la Justicia de Mohsen Rabbani. Agregado cultural de la Embajada de Irán en Argentina, Rabbani fue señalado como el cerebro del dispositivo, pero una vez fuera del país por vacaciones se le impidió su regreso ya que no había evidencia alguna de su participación.
“No solo no hay ningún indicio del involucramiento de Irán en el atentado, sino que ni siquiera hay algún ciudadano iraní que haya estado acusado con fundamentos sólidos”, agrega Salinas. Por el contrario, el autor de “AMIA. El atentado. Quiénes son los autores y por qué no están presos” considera que los atentados fueron perpetrados por un sector de la Policía Federal contratada por el círculo de allegados del presidente Menem.
A su vez, explica que el desarrollo de los hechos está relacionado con la figura de Isaac Rabin, ex primer ministro israelí que buscó un principio de acuerdo con Siria por conflictos territoriales en la región de Palestina. Finalmente, Rabin fue asesinado en 1995 a manos de integrantes del Shabak, el servicio de contrainteligencia ligado a los intereses de Tel Aviv que pretendía consolidarse como actor de peso en la zona. A nivel local, la intención era fracturar los vínculos diplomáticos entre Buenos Aires y Teherán para cortar los lazos comerciales.
Asimismo, el periodista recuerda que la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) fue cómplice en ese entramado. En el atentado a la embajada, dos años atrás, era la responsable de abrir el proceso de investigación para averiguar cómo y quiénes habían instalado la bomba, pero no lo hizo.
Sin embargo, reconoce que, a diferencia de la Causa AMIA, “no metió preso a ningún inocente”. Salinas fue contratado por la AMIA durante dos años y medio para investigar el hecho, pero destaca que el espacio dejó de estar interesado en su célebre libro al descubrir “muchas cosas que no le importaron porque no eran parte de la historia oficial”.
Alcances hasta la actualidad
A 29 años del atentado a la AMIA les familiares de las víctimas no han tenido reparación ni conocen la verdad de los sucesos. El punto más tenso de la situación fue la propuesta por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner del Memorándum de Entendimiento con Irán en el año 2013 con la gestión del canciller Héctor Timerman.
El gobierno kirchnerista, que hasta aquel entonces había mantenido al exagente de inteligencia, Jaime Stiuso, al frente de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado), desarrolló esa iniciativa para involucrar a la República Islámica de Irán en el proceso de investigación, a contramano de las últimas dos décadas.
El jefe de la Unidad Federal de Inteligencia designado por Néstor Kirchner, Alberto Nisman, planteó que el Memorándum comprendía una maniobra de encubrimiento por parte de funcionarios kirchneristas para levantar las alertas rojas contra responsables políticos en Irán. En consonancia con reclamos de las mutuales judías en Argentina, la Corte Suprema declaró su inconstitucionalidad y diversos funcionarios del gobierno fueron acusados del delito de Traición a la Patria.
Sin embargo, en 2022 el periódico norteamericano The New York Times publicó un informe del Mossad en el cual, sin dejar de sospechar de la autoría intelectual, deslindó la responsabilidad material del atentado de parte de funcionarios argentinos e iraníes, argumento fundamental de Estados Unidos e Israel. Según Salinas, se expresó una “interna en los propios servicios de inteligencia israelíes”. A propósito, el periodista explicó que si bien hay un acuerdo estructural para que no avancen las investigaciones, ni los demócratas y los republicanos, ni la poderosa colectividad judía de Nueva York tienen un relato común.