Oradour-sur-Glane era un pequeño pueblo en el centro de Francia, en la Región de Limousin, que fue destruido por las fuerzas nazis el 10 de junio de 1944. Esa tarde la 2ª División SS “Das Reich”, un grupo formado por 150 soldados alemanes, llegó al lugar y en un par de horas mataron a todos sus habitantes y visitantes.
Un total de 643 personas, entre hombres, mujeres y niñes, incluidos 19 ciudadanos españoles, perdieron la vida. La masacre se convirtió en un símbolo de la crueldad nazi y ha sido recordada como una de las peores atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, el sitio ha sido preservado como un memorial y un recordatorio de los horrores de la guerra.
A cuatro días del Desembarco de Normandía, también llamado Día D, y con las tropas alemanas en retirada, varios pueblos a la ribera del Río Glane sufrieron el paso de las fuerzas nazis. Así, les habitantes de Oradour enfrentarían, sin saberlo, el fin de un periodo de suerte, ya que habían tenido varios meses de tranquilidad y seguridad, a pesar de la guerra.
El territorio era considerado idílico, habiendo logrado mantenerse prácticamente igual a pesar de la tragedia que azotaba la región. La población prosperaba debido a su fructífera producción en ganadería y agricultura, lo cual permitía garantizar el abastecimiento de alimentos no solo interno, sino también para los pueblos cercanos e incluso la capital distrital, Limoges, con la cual estaban comunicados gracias a un tranvía que pasaba a diario.
Les habitantes de Oradour-sur-Glane eran vecines pacíficos y apacibles. Entre elles se encontraba un gran número de refugiados, incluyendo familias españolas que habían huido de la guerra, así como pensionistas de familias acomodadas.
No eran colaboradores del enemigo ni tenían vínculos con la resistencia, y la convivencia en la comunidad era armoniosa ya que carecían de conflictos significativos. En general, la presencia de alemanes en el lugar era mínima, aunque se menciona la existencia de un pequeño grupo que ocasionalmente cenaba en los restaurantes locales.
Una terrorífica tarde de primavera
El 10 de junio de 1944, el pueblo estaba más concurrido de lo habitual por el buen clima y una distribución local de tabaco. Incluso siendo un sábado soleado de primavera, les niñes fueron a la escuela para una revisión médica. Los restaurantes y cafés del pueblo estaban llenos, como todos los fines de semana cuando familiares y turistas de la región llegaban al lugar.
Sin embargo, nadie podía imaginar lo que el destino tenía planeado. Un grupo de soldados alemanes rodeó al pueblo, mientras el resto de la tropa ingresó por sus calles. Su llegada, cerca de las dos de la tarde, sorprendió a les habitantes. Algunes decidieron huir a escondidas, ayudados por los sacerdotes de la iglesia, mientras que la mayoría pensó que era otro control rutinario de documentos.
Las tropas alemanas le ordenaron al alcalde del pueblo que reuniera a toda la población en la plaza central. La acusación era por servir de depósito de armas y municiones para la guerrilla, y colaborar con la resistencia. El mandamás rechazó la órden, y ante la falta de colaboración, fueron los propios soldados quienes se encargaron de sacar a todes de sus trabajos y casas en menos de veinte minutos.
Incluso el hospital fue despejado: a los enfermos se los obligó a trasladarse como podían, algunos en sillas de ruedas y otros en camillas hasta con ropa de cama. Todes engañados, al pensar que era una exhaustiva revisión de documentos.
Después de llevar a todas las mujeres y niñes, y encerrarlos en la iglesia, los hombres fueron separados y agrupados en grupos de 30, por granjas y almacenes. Cerca de las cuatro de la tarde, en la iglesia se hizo detonar una granada de humo que mató a algunas mujeres. Otras, junto a sus hijes, trataron de escapar por las pequeñas ventanas y el hall central.
Acto seguido, las puertas se abrieron y los soldados ametrallaron a todos. Solo sobrevivió un niño de ochos años y Madame Rouffanche, que sería la única mujer en salvarse al tirarse por la ventana del altar.
Mientras tanto, dicha detonación serviría como señal para que el resto de los soldados que custodiaban a los distintos grupos de hombres iniciaran el fusilamiento de todos ellos. Luego caminaron entre los cuerpos, para dar el tiro de gracia a aquellos que aún agonizaban. En total, murieron 643 personas, incluyendo a 246 mujeres y 207 niñes.
Después del ataque, los soldados saquearon y destruyeron el resto del pueblo. Se incendió cada casa, trescientos veinte ochos edificios, y los cuerpos quemados fueron apilados en las calles. Les vecines que habían logrado esconderse en sus hogares también murieron quemados o acribillados al intentar salir de sus escondites. Solo seis personas lograrían sobrevivir y atestiguar la inimaginable masacre.
Las teorías de la salvaje represión
El motivo exacto del ataque continúa siendo objeto de debate, pero existen dos teorías sobre las posibles razones que llevaron a estos soldados a realizar esta masacre.
La primera señala que fue una represalia por la actividad de la resistencia francesa en la zona, ya que en los días anteriores hubo enfrentamientos entre miembros de la resistencia y las tropas alemanas en las inmediaciones. En este caso, los soldados alemanes fueron movilizados por una forma de hacer justicia propia y castigo, por la presunta colaboración y rebeldía del pueblo.
La segunda teoría es una fatídica confusión. La misma sostiene que el error yace en el nombre del pueblo, ya que podrían haber confundido a Oradour-sur-Glane con Oradour-sur-Vayres, otro pueblo cercano que sí fue centro de la resistencia y que era el objetivo verdadero del ataque.
Hasta el día de la fecha no se ha confirmado cuál es la verdadera razón de tal violencia ejercida sobre este pacifico pueblo. Sí es lamentable que tal acto haya quedado impune.
La mayoría de los SS alemanes que estuvieron en Oradour murieron en la guerra. Solo 65 sobrevivieron, de los cuales solo 21 estuvieron presentes en el juicio. De ellos, 14 eran alsacianos, ciudadanos franceses dentro de las tropas alemanas.
Todos fueron condenados a muerte, pero las protestas populares en Alsacia permitieron que fueran amnistiados y liberados en febrero de 1953. Finalmente hubo dos penas de muerte, pero terminaron en cadenas perpetuas. Fueron puestos en libertad en 1959.
El presente, un centro de la memoria
A finales de 1980 se presentó un proyecto para construir un espacio de la memoria cerca de Oradour-sur-Glane. El mismo se terminó e inauguró el 16 de julio de 1999, y resguarda imágenes y elementos recuperados de esos hogares reducidos a cenizas.
Desde el año 2002 dicho espacio celebra cada aniversario con muestras temporales y se suman nuevos objetos o remembranzas. El edificio es visitado por más de 300.000 personas al año.
Hasta hace poco, la cifra oficial de fallecidos era de 642, pero las investigaciones de David Ferrer Rebull, un profesor catalán aficionado a la historia, llevaron a las autoridades francesas a descubrir a una abuela española como la víctima número 643.
Ramona Domínguez Gil fue una mujer aragonesa de unos setenta años que, como muches otres españoles, había seguido a su hijo a Francia para huir del franquismo. Pero ella, junto a su familia, su hijo, su nuera y tres nietos, fueron asesinados en una casa de Oradour.
La foto de la señora Domínguez se sumó a la galería Visages d’Oradour, donde más de 500 retratos en porcelana permiten a los visitantes del lugar ver les rostros de los mártires desde 2018.
La masacre de Oradour-sur-Glane se convirtió en un símbolo de la crueldad nazi y ha sido recordada como una de las peores atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, el sitio ha sido preservado como un memorial y un recordatorio de los horrores de la guerra.