En las últimas horas, el mundo parece haber perdido algo de su color y de su encanto. Este miércoles, la legendaria Tina Turner falleció a los 83 años en su casa de Küsnacht, cerca de Zúrich (Suiza). La confirmación llegó a través de un comunicado difundido por su representante.
En mi caso, supe la noticia mientras trabajaba y el shock del primer momento me dejó en silencio. Comencé a leer sitios en los que se hablaba del tema y hubo una frase que llamó mí atención: “La voz de Tina Turner se apagó para siempre”. En ese momento, una pregunta inevitable apareció en mí cabeza: ¿es posible que se apague la voz de alguien como Tina Turner, aún sin su presencia física?
Tal como ocurre con las fotografías, pienso que la música que nos dejó no solo es su legado sino también el instrumento para hacerla eterna. Es la forma perfecta de “batallarle” a la muerte y decirle que aunque ahora Tina esté en un plano diferente, ella aún vive entre nosotros.
Resulta imposible pensar que su voz pueda apagarse, no hay manera. Todo ese fuego, esa potencia y ese talento que la definió es y tiene que ser perpetuo. Es el consuelo que nos queda ante su viaje hacia un mundo en el que seguramente brillará tanto como lo hizo en vida.
Y hablar de Tina y de su vida también es hablar de resiliencia. Porque a lo largo de su historia, ha sido una artista extraordinaria, pero también una guerrera. Su paso por este mundo estuvo marcado por el éxito, pero también por una infancia dura, el abandono, un matrimonio violento e incluso la ruina económica y la pérdida de dos de sus hijos.
Los primeros años
Tina Turner nació bajo el nombre de Anna Mae Bullock el 26 de noviembre de 1939 y se crió en Nutbush, Tennessee (Estados Unidos). Su infancia fue difícil. En un fragmento de sus memorias publicadas en 2020 relató: “Mi madre, Zelma, era cariñosa con mi hermana, pero conmigo era distinta. Yo sabía que nunca me había querido”.
Desde niña, tuvo que construirse una armadura para seguir adelante. En 2021, HBO estrenó un documental sobre su vida titulado Tina, en el que la cantante y performer habló en primera persona de su “infancia infeliz” y de lo que sufrió durante esos años.
En un fragmento del documental, recordó cómo fue el abandono que sufrió por parte de su progenitora. “Mi madre solía sentarse junto a la ventana de la cocina mientras preparaba la cena. Yo solía observarla porque ella era hermosa. Un día, ella ya no estaba más junto a la ventana, y nunca volvió”, compartió.
Tras la partida de su madre, esa pequeña niña llamada Anna Mae se fue a vivir junto a su abuela. Sin embargo, la vida parecía ensañada con ella. Sumado al dolor por el abandono de su progenitora, enfrentó la pérdida de su prima, su mayor confidente y tiempo después la muerte de su abuela.
A los 17 años, Tina dio comienzo a su nueva vida en la ciudad de Saint Louis. Una noche asistió al Club Manhattan, un local de música muy concurrido. Allí, conoció a dos de los hombres que formarían parte de su vida: el saxofonista Raymond Hill, (con quien tuvo un noviazgo y fue padre de su primer hijo) y el músico y futuro marido de Tina, Ike Turner: uno de los infiernos más trágicos que tuvo que superar.
El martirio llamado Ike
La noche en que Tina conoció a Ike Turner este se presentaba con su banda Kings of The Rhythm. Ella había asistido al Club Manhattan junto a su hermana y tras escucharla cantar, Ike quedó impresionado con la voz de Tina. Desde entonces, ella se convirtió en corista de la banda y tiempo después, ambos comenzarían una relación que estuvo marcada por la violencia y los abusos.
Al ver el potencial y el carisma que tenía, Ike comenzó a “diseñar” la carrera de Tina; mientras tanto, ejercía control sobre ella tanto físico como psicológico. Él fue quien le cambió su nombre por el de Tina Turner, a pesar de que ella no estaba de acuerdo.
Durante los años que estuvieron juntos, conformaron un dúo que revolucionaría el rock and roll. Sus presentaciones en vivo, como la versión del clásico “Proud Mary” conquistaban al público y era allí donde el talento de Tina se expresaba en “carne viva”.
En 1962 se casaron, y por aquel entonces, la cantante atravesó uno de los momentos más terribles en su relación junto a quien fuera su primer marido. Este la llevó a una especie de “espectáculo pornográfico” en su noche de bodas. Sin embargo, esa no sería la única experiencia traumática que Tina sufriría por parte de Ike.
Tanto en sus memorias como en la película sobre su vida, What’s Love Got to Do with It (1993), Tina relató el infierno que vivió junto a Ike. Él ejercía todo tipo de violencia contra ella. En una de sus autobiografías, ella contó que él “usaba su nariz como saco de boxeo”. Tanto fue lo que sufrió con Ike, que incluso Tina tuvo un intento de suicidio mientras estaban juntos.
Punto final y renacimiento
La trágica relación entre Tina y Ike se mantuvo hasta 1978. En cada uno de sus shows, y con la furia de un volcán, Tina exteriorizaba el calvario que vivía a través de su canto y de su baile. La música era el lugar donde podía ser libre ante la opresión que padecía cuando se apagaban las luces del escenario.
Finalmente, Tina logró divorciarse de Ike, pero la salida de ese infierno le traería una nueva adversidad por superar. Para conservar su identidad como Tina Turner, la cantante tuvo que entregarle a Ike la fortuna que cosechó durante los años que estuvieron juntos.
Ante la quiebra económica, con una carrera cuyo destino era incierto y siendo sostén de sus hijos, Tina se encontró ante una encrucijada. Sin embargo, al igual que el ave fénix, renació. Llegaron los ‘80 y con su voz poderosa, su talento incalculable y su belleza cautivadora, comenzó a incursionar en otros géneros.
Heredera del soul, el gospel y el rock, empezó a trazar su camino por el género pop. Para esos años, nos regaló grandes clásicos como “Private Dancer” “What’s Love Got to Do with It” y “The Best”, entre otros. Fue en ese renacer de su vida y de su carrera, que la llevó a visitar Argentina en 1988.
A lo largo de su carrera, Tina Turner editó nueve álbumes de estudio, además de los discos que realizó junto a Ike. Dueña de una voz hipnótica y de una electricidad cautivadora, obtuvo 25 nominaciones a los Premios Grammy de los cuales ganó ocho estatuillas y vendió millones de discos alrededor del mundo.
Últimos años y paso a la inmortalidad
En 1999 Tina celebró sus 60 años con el lanzamiento de su disco Twenty Four Seven. A partir de ese momento, comenzarían a manifestarse sus primeros deseos de retirarse de la música. Sin embargo, durante varios años continuó con algunos shows en vivo en los que nuevamente parecía incendiar el escenario.
Devota de la religión budista, su primer acercamiento con esta fe ocurrió durante su matrimonio con Ike. A mediados de los 80, conoció al músico y productor Erwin Bach. Él era el encargado de buscarla en el aeropuerto, para un concierto que la diva iba a dar en Alemania.
Tina y Bach estuvieron juntos durante casi 30 años. En 2013 se casaron, y con él, pudo encontrar el amor y la compañía que no había tenido durante su primer matrimonio. Tal fue así que en 2017, debido a complicaciones derivadas de un diagnóstico de un cáncer intestinal, Tina necesitó un trasplante de riñón y él fue su donante.
Tina se había retirado de los escenarios y estaba instalada junto a Bach en su casa en Suiza. En los últimos años, vivió otros dos golpes trágicos para su vida: el suicidio de su hijo mayor Craig, en 2018, y la muerte de su hijo Ron en 2022, tras una complicada enfermedad.
Un año después, este 24 de mayo, Tina dejó este mundo y con su partida se llevó parte de la magia. Se fue en su “refugio”, su casa en Suiza que compartía junto a su compañero de vida. Y nuevamente surge la pregunta, ¿es posible que se apague una voz como la de Tina Turner? La respuesta es simple. No. La voz de Tina Turner está más viva que nunca.