Del 19 al 21 del corriente mes, en Hiroshima, se llevó a cabo una nueva e importante cumbre del Grupo de los Siete (G7). Mientras que en paralelo se desarrollaron otras dos instancias que evidenciaron el tránsito hacia la multipolaridad en el sistema internacional, la cumbre del G7 funcionó como un extensión más del eje atlantista.
Es que a lo largo de las jornadas, más allá de la esperable postura belicista con respecto al conflicto en Ucrania, los líderes de las economías más importantes de Occidente optaron por acoplarse a la estrategia de Washington de seguir aumentando los niveles de confrontación con China.
Desde Pekín advirtieron que, lejos de aportar a la estabilidad mundial, lo que hizo el accionar del G7 en Japón fue “entorpecer la paz internacional, dañar la estabilidad regional y suprimir el desarrollo de otros países”.
Las críticas a China
En la declaración consensuada por los miembros del G7 en Hiroshima, varios son los párrafos dedicados al gigante euroasiático. La estrategia diseñada desde Washington para poner a China como una amenaza para Occidente, a pesar de que hubo actores, como el eje franco-alemán, que pidieron bajar los niveles de confrontación con Pekín, se vio expresada en el comunicado.
Si bien los líderes del G7 aclararon que “no nos estamos desvinculando ni volviendo hacia adentro”, advirtieron que “reduciremos las dependencias excesivas en nuestras cadenas de suministro críticas”, en referencia a las relaciones comerciales con el gigante asiatico.
En ese sentido, desde Occidente afirmaron que las políticas comerciales de China en el mercado global “distorsionan la economía mundial”. Del mismo modo, sostuvieron que buscarán fomentar “la resiliencia a la coerción económica”.
Sin embargo, lo que más enojó a Pekín fue la injerencia en los asuntos internos de la política china. El G7 afirmó estar preocupado “por la situación en los mares de China Oriental y Meridional”, uno de los grandes focos de conflicto del gigante asiático con Estados Unidos.
La cuestión Taiwán, por supuesto, también estuvo presente. Las potencias occidentales aseveraron que “reafirmamos la importancia de la paz y la estabilidad a través del Estrecho de Taiwán como indispensables para la seguridad y la prosperidad en la comunidad internacional”.
Por último, el G7 manifestó que “seguiremos expresando nuestras preocupaciones sobre la situación de los derechos humanos en China, incluso en el Tíbet y Xinjiang, donde el trabajo forzoso es una gran preocupación para nosotros”.
La respuesta china
A través de un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, el gigante asiático afirmó que “el G7 insistió en manipular los asuntos relacionados con China, difamando y atacando al país e interfiriendo gravemente en los asuntos internos”. Luego de que el comunicado conjunto salió a la luz, el gobierno chino expresó “su fuerte descontento y su firme oposición” y afirmó que presentó las quejas pertinentes a Japón, el país anfitrión.
Respecto a la cuestión Taiwán, como cada vez que es consultado, el gobierno de Xi Jinping afirmó que “la resolución del problema de Taiwán es asunto del pueblo chino y debe ser decidido por él”. Del mismo modo, las autoridades chinas remarcaron que el G7 sigue afirmando mantener la paz en la región “pero nunca menciona su oposición a la independencia de Taiwan”.
En la misma línea, China sostuvo en relación a las críticas por Hong Kong, Xinjiang y Tíbet, que “se opone firmemente a cualquier interferencia de fuerzas externas bajo el pretexto de los DDHH”. Además, el gobierno chino llamó al G7 a reflexionar su propia historia en relación a los abusos contra los derechos humanos.
Por otro lado, China acusó de coerción económica a EE.UU. por las sanciones unilaterales e incluso por el desacoplamiento de rupturas de cadenas de suministro. “El G7 debe reflexionar sobre sí mismo y cambiar de rumbo”, sentenció el gobierno asiático.