El próximo domingo Turquía celebrará las elecciones presidenciales y parlamentarias más trascendentales de los últimos 20 años. En ese marco, mientras el actual presidente Recep Tayyip Erdogan busca obtener un nuevo mandato al frente del gobierno turco, una oposición unida se esperanza con llegar al gobierno de la mano de Kemal Kilicdaroglu.
Sin embargo, la jornada electoral de mañana será observada mucho más allá de las fronteras turcas. Gracias a su posición geoestratégica y a su decisivo e importante rol en los asuntos internacionales, las principales potencias del mundo esperan los resultados con especial interés.
La disputa: continuidad de Erdogan o su derrota
En el día de mañana el pueblo turco no sólo votará por su presidente, que ocupará el cargo hasta el año 2028, sino que también renovará las 600 bancas del Parlamento. La disputa real, más allá de otras candidaturas, será entre la reelección y continuidad de Erdogan o un batacazo electoral de Kilicdaroglu, quien es aglutinador de una amplia alianza opositora.
Erdogan, líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (APK), enfrenta por estas horas la prueba electoral más difícil desde que asumió la conducción del Estado turco en agosto de 2014. Sin embargo, la elevada inflación, el desplome de su moneda nacional y las consecuencias del devastador terremoto, son algunos de los blancos de las críticas que recibió en el último tiempo.
A ello se suma la unidad lograda por la oposición, desde la cual se logró que seis heterogéneos partidos pudieran confluir en un armado electoral para disputar la hegemonía de Erdogan. No obstante, casi todas las encuestas, aunque vaticinan una ligera ventaja para Kilicdaroglu, coinciden en señalar que ninguno de los dos podrá alcanzar la mayoría absoluta y habrá una segunda vuelta el 28 de mayo.
Pero, a pesar del rechazo de cierto sector de la juventud que la maquinaria mediática atlantista tiende a exacerbar, Erdogan aún posee un importante y movilizado apoyo popular. Los logros sociales y económicos durante sus dos décadas de gestión y el creciente protagonismo de Turquía en el ámbito geopolítico, con una construcción de autonomía estratégica, son parte de esa base de ese apoyo que buscará traducirse en una reelección.
El atlantismo a la espera de una victoria opositora
En la disputa entre los emergentes multipolares y el atlantismo, donde se evidencia un claro declive del mundo unipolar, Turquía es un actor importante y lo de mañana no representa una elección más. En Occidente, aunque con la cintura diplomática para evitar desencuentros frente a una reelección de Erdogan, desean la derrota del actual presidente y trabajan para la victoria del candidato opositor.
Miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y aspirante a entrar a la Unión Europea (UE) desde el 2005 hasta el 2018, año en que se suspendieron las negociaciones, la Turquía de Erdogan representa un dolor de cabeza constante para el eje atlantista encabezado por Estados Unidos. El motivo es la construcción turca de una autonomía estratégica que no se plegó de manera automática a los postulados dictados desde Washington y encontró socios fiables e intereses comunes en el esquema multipolar.
Con un marcado protagonismo desde el inicio del conflicto en Ucrania, Turquía ha sido el puente de los pocos acercamientos efectivos entre Moscú, Kiev y las organizaciones multilaterales de la Comunidad Internacional.
Del mismo modo, además de un encuentro con Xi Jinping, que demostró el fortalecimiento de los vínculos entre ambas potencias, Erdogan y su veto temporal a Suecia y Finlandia para ingresar a la OTAN profundizó la grieta con el bloque anglosajón.
En este marco, a través de las diversas cadenas de medios masivos de comunicación, el eje atlantista se propuso construir una narrativa donde la elección de Turquía se explicara bajo la dicotomía autoritarismo-democracia.
Por su parte, el ministro del Interior, Suleyman Soylu, criticó a Estados Unidos por encabezar lo que denominó como una “campaña mediática occidental” para manipular las próximas elecciones y denunció el injerencismo norteamericano.