El 8 de octubre del año pasado una tragedia sacudió como nunca antes al fútbol femenino argentino. El plantel de Argentino de Merlo regresaba de Santa Fe, luego de haberse enfrentado con Atlético de Rafaela, por la Primera C de la disciplina femenina.
En aquella oportunidad, las futbolistas se transportaban en sus autos particulares (y no en un micro como cualquier plantel). En el trayecto por la ruta, sucedió lo peor para algunas de ellas: sufrieron un accidente de tránsito en el cual falleció Juliana Gómez, integrante del equipo.
Tras conocerse la noticia, desde Nota Al Pie titulamos: “Murió por negligencia dirigencial: el caso de Juliana Gómez llama a la inmediata reflexión”, pero nada parece haber cambiado a 201 días del siniestro vial. Los mismos dirigentes son quienes reafirman su pésima conducta, con hechos insólitos pero reales.
La hipocresía en su máxima expresión
Luego de la tragedia, las jugadoras dejaron de asistir a los entrenamientos, y se alejaron de la institución por el dolor que les suponía. Así lo cuenta Natalia Martinez, ex capitana del equipo, en diálogo con FutFemGol, quien asegura que llegó a pensar en dejar la actividad.
Con el correr del tiempo, se dio cuenta que el deseo de continuar jugando al fútbol era mayor, y por esa razón tuvo intenciones de sumarse a Chacarita Juniors, club que también compite en la tercera categoría del fútbol femenino argentino.
No obstante, tanto ella como varias de sus compañeras se encontraron con un obstáculo impensado: abonar las cuotas societarias adeudadas hasta febrero para ser liberadas.
Para ser más precisos, la dirigencia de Argentino de Merlo, presidida por Juan Carlos Brieva, les manifestó que pretende cobrarles una suma de dinero correspondiente a la cuota social para ser desvinculadas de la institución.
Luego de esta “maniobra” ofrecida por la dirigencia, repudiable bajo cualquier mirada, las futbolistas podrán contar cada una con el pase en su poder para incorporarse al equipo que deseen. Esto supone un hecho no solo de una bajeza ética increíble, sino que también se encuentra por fuera de la ley.
Para esto, es necesario contextualizar el actual escenario del ascenso en la disciplina femenina, donde las instituciones les exigen a las protagonistas abonar la cuota societaria mensual para formar parte de los planteles, aunque desde la Asociación del Fútbol Argentino sostienen que no debería ser así.
De esta forma, las futbolistas no solo deben preocuparse por realizar rifas y recaudar dinero para costear los viajes a las canchas visitantes, con la camiseta del club al que representan. Sino que además, se ven obligadas a utilizar capital desde sus bolsillos, para cumplir con las exigencias de las comisiones directivas.
Nada cambia
Otro hecho que resonó muy fuerte en la disciplina fue el comunicado que lanzaron las propias integrantes del plantel días después de la tragedia. “Debían contratar un micro escolar y ella estaría con vida”, afirmaron. A su vez, todo puede resumirse en una simple frase: “Siempre nos exponen. Pero si queremos competir esa es la única opción, ir por nuestros propios medios”.
La futbolista argentina vive expuesta a pésimas condiciones laborales. La negligencia dirigencial no solo es evidente en el ascenso del fútbol femenino, sino también en la máxima categoría.
Allí, días atrás fue denunciado por abuso sexual Jorge Daniel Martínez, ex director técnico de Boca Juniors. Por el mismo camino, fue sentenciado a 9 años de prisión por estupro Carlos Torres, ex entrenador de Deportivo Español.
La propia Juliana Gómez había manifestado en más de una oportunidad las condiciones en las que ejercían su trabajo de forma diaria, tal como se observa en un tweet del 4 de julio del 2022:
“Fuimos a jugar, perdimos, no nos dejaron entrar en calor en la cancha, nos echaron a dos y cuando volvíamos se nos reventaron 3 ruedas. 4 horas en el medio de la nada, esperando que nos vengan a buscar. Perdemos el día en el laburo”, escribió.
A estas alturas, una pregunta se vuelve recurrente: ¿Hasta cuándo deberán trabajar en estas condiciones?. La situación es insostenible, y la bajeza dirigencial inaceptable.