“Un domingo” es una producción que busca innovar con las técnicas circenses a partir de la construcción de personajes y una historia que atrapa. En este momento la obra transita, con excelentes repercusiones, su sexta temporada en El Galpón de Guevara. Por eso, Nota al Pie conversó con uno de los protagonistas, Tato Villanueva, sobre el proceso creativo, la historia y qué la inspiró.
La obra tiene funciones los domingos a las 19 en el teatro independiente ubicado en Guevara 326, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Las entradas se encuentran disponibles en Alternativa Teatral.
¿Cómo es tu personaje?
Mi personaje de Un Domingo se llama Franco, este es el color rojo y es el que detona los conflictos latentes en esta familia. Cuando trabajamos en la creación de la obra encargamos a mi personaje de hacer que exploten las tensiones entre todos los familiares.
¿Qué es lo que hace particular a la familia de Un Domingo?
La familia de Un Domingo tiene un pensamiento medieval. Es como una oligarquía. Gente que fue muy rica y que perdió todo, tal vez una oligarquía en decadencia. Lo que tiene de particular es que todos los textos que tiene la obra hacen referencia a la mesa de domingo de una familia argentina. Aunque se usa el idioma universal.
En mi caso se trata de un pattern family, alguien que reivindica el patriarcado. Es quien va dejando huella de frases que alguna vez escuchamos en la mesa. Asimismo, se habla de una manera patriarcal acerca de lo que sucede, esto queda en evidencia, y creo que mucha gente se ríe mucho durante el espectáculo porque se identifica con alguno de los que está en la mesa.
La historia trata de que Nancy, la hija de Franco, llega con su novio el domingo a almorzar con la familia. Después resulta que en realidad se acaban de conocer. El personaje del pretendiente pasa por un montón de situaciones a través de la obra, todo lo que sucede es una locura, un desborde. En esa instancia nos conectamos con el lenguaje del circo.
Es una propuesta bien física. Se juega con el peligro inminente de que parece que lo van a matar todo el tiempo. Eso está contado desde el riesgo real. Esa mezcla es lo que hace lo particular de la apuesta y mismo de de esta historia simple.
¿Qué fue lo que inspiró a la realización de la obra?
El desafío fue más bien plasmar un poco la identidad del Proyecto Migra del grupo, que siempre ha sido trabajar las técnicas circenses desde una premisa teatral. Sobre este mundo venimos trabajando de forma independiente y con el grupo, hace más de diez años.
Lo desafiante fue poner a les personajes en vínculo con el disparador principal de preguntarnos ¿cómo hacer que las habilidades circenses y de magia también puedan aparecer por las intenciones de los personajes? Entonces la acrobacia no aparece como una demostración, sino como consecuencia de un desborde o de algo que está generando las emociones del personaje.
Ese fue el primer motor de inspiración, que se traslada a una historia sencilla, sobre cómo una familia peligrosa y dispuesta a matar recibe a alguien externo.
¿Cómo fue el proceso creativo de la obra?
Un año antes de empezar la creación con el director, nosotros empezamos a desarrollar distintas investigaciones personales sobre el circo para incorporar habilidades nuevas. Entonces se trabajó sobre qué cosas circense íbamos a proponerle al director. Sabíamos que iba a haber malabares con pelotas, con objetos largos, como espadas y bastones. Yo sabía que iba a cantar lírico, y que iba a haber acrobacias aéreas.
Todo esto iba en paralelo al universo poético, del grupo Migra y del director, Florent Bergal. En está instancia nos importaba hablar de los vínculos familiares con los que se puedan identificar. A su vez, sabíamos que queríamos trabajar con elementos como animales embalsamados, tapados de piel, como todas esas cosas que nos parecían decadentes de la oligarquía venida a menos.
¿Cuál es la diferencia entre la primera temporada, y ahora la sexta?
Hay mucha gente que ha vuelto a ver la obra. Así como ellos, nosotros fuimos descubriendo micromomentos de los personajes, en el sentido que, al principio, estábamos concentrados en las acciones y cómo se iba construyendo la historia. Con el tiempo se va descubriendo nuevos momentos donde habitar el personaje que antes ni los veíamos. Entonces creo que esa es la emoción de trabajar mucho tiempo con una obra. Es poder acceder a momentos pequeños de precisión que se consiguen con la repetición.
También pasó eso con el proceso de ensayo. En un comienzo hicimos 20 ensayos con un avance de trabajo del material y ya podíamos ver lo que caracteriza a la obra, que es algo nuevo y que tiene un lenguaje universal. En total tuvimos 60 ensayos de 8 horas cada uno.
Fue mucho tiempo de trabajo que en general el teatro independiente no puede darle. A eso se suma el tiempo de investigación y de detalle, más las temporadas. Creo que es una obra que está buena para verla varias veces porque tiene un valor visual y coreográfico que da para seguir la historia de cada uno de les personajes.
¿Cómo es hacer teatro independiente en 2023?
Hacer teatro en el 2023 es un acto de resistencia. Ir al teatro es a lo que se recurre cuando estamos con muchas complicaciones. Es la conexión con algo bien real, fuera de la pantalla. También es un oficio muy antiguo, que volvió a pesar de la pandemia. Volvemos a querer encontrarnos alrededor del fuego, de alguna manera, y allí también está el placer.