La profunda crisis económica que atraviesa el país se ve reflejada en más de un aspecto de la vida cotidiana. En ese marco, los comedores populares y comunitarios son un ejemplo más.
Día tras día, las filas de personas que esperan por un plato de comida en los lugares donde se brinda este tipo de asistencia crece significativamente. Movimientos populares encargados de llevar a cabo estas tareas denuncian que desde diciembre del 2022 hasta hoy el número de viandas preparadas por día aumentó a 200 sin dejar sobras.
Personas en situación de calle que se llevan la comida en bandeja, otras que llegan desde sus casas con tapers listos para recibir la vianda realizan largas filas con un único fin: hacer frente a la inestabilidad de los precios y la falta de respuestas por parte del Estado.
El hecho de que la concurrencia a los comedores se mantenga al tope y continúe en aumento es una paradoja si se piensa en la baja de la desocupación, que hoy ronda el 6,3%, y el incipiente crecimiento económico del país. Aún así, las cifras no mejoran las condiciones de los sectores populares limitados, en muchos casos, a trabajos informales.
Sin embargo, las alarmas se encienden con mayor intensidad cuando se observa que quienes no tenían la necesidad de acudir a los comedores ahora sí lo hacen, debido a que el aumento de los precios de los alimentos no es acorde a los ingresos laborales.
Ni las changas ni los salarios alcanzan y hasta las prestaciones sociales como la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar han quedado con montos atrasados en relación al precio de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) que, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), rondó los $163.539 en febrero de este año. Ningún esfuerzo parece alcanzar cuando se trata de sostener la vida.
Las tareas de cuidado
Según datos aportados por la última Encuesta Permanente de Hogares (EPH), son más de 10 millones de personas las que se encuentran por debajo de la CBA. En base a estimaciones de distintas organizaciones sociales, un número aproximado se alimenta en los comedores comunitarios del país. Estos últimos son, en su mayoría, liderados por mujeres que llevan adelante una lucha por instalar en la agenda pública la importancia de estos espacios, así como de las redes comunitarias formales e informales.
En el 2021, la Fundación Éforo realizó el informe “Caracterización de la población inactiva en edad de trabajar”, que arrojó como resultado que el 65% de personas con estas características son mujeres.
Pero es necesario tener en cuenta que esa “inactividad” se explica a través de distintos factores tales como: el rol en el interior de los hogares, la desigual distribución de las tareas de cuidado, la configuración de la familia y el trabajo comunitario que muchas de ellas realizan en los barrios.
En el marco del 8M, Día de la Mujer Trabajadora, el colectivo La Garganta Poderosa presentó el Proyecto de Ley de Salario para las Cocineras Comunitarias, que son quienes garantizan que cientos de personas puedan acceder a una comida digna.
En esta línea, la activista feminista, referente barrial e integrante de La Garganta Poderosa, María Claudia Albornoz, hizo referencia además a una triple jornada laboral: las tareas dentro del hogar, los trabajos remunerados de cada una y el trabajo comunitario que sostiene las redes de las barriadas.
Al respecto, reflexionó: “Hay muchísimas mujeres y disidencias sexuales que trabajan en los comedores comunitarios. ¿Qué pasaría si esas 10 millones de personas no pudieran comer?”.
En este sentido, desde el foro Ecofeminita se elaboró un informe donde se habla de la importancia en la relación entre las crisis y las redes comunitarias. “Buscamos orientar medidas para reconocer, reducir, redistribuir y representar a los cuidados, con una mirada de corresponsabilidad y derechos, tanto en intervenciones estratégicas en el ámbito público que respondan a una agenda de emergencia, como en acciones de largo aliento que apunten a cambios estructurales relacionados con la transformación cultural y sistémica”, reza el informe.
Los cuidados son una palanca para cuestionar el modelo económico y social actual, donde el trabajo de estas mujeres es uno de los sostenes fundamentales de la economía.
En este sentido, las trabajadoras reclaman que sus tareas sean reconocidas como “de primera”, y que eso les otorgue los beneficios correspondientes como obra social y vacaciones. “Nosotras estamos sosteniendo la economía del país”, afirmó Albornoz.