En la historia del entretenimiento, cada nuevo modo de distribución -teatro, cine, televisión, video- condujo a la creación de un tipo específico de contenido con su propia dramaturgia. Lo que se denomina “película de cine” fue diseñada, en inicio, para una forma de consumir contenidos, no por un ideal artístico.
Luego, les directores aprovecharon esta limitación para inventar un arte específico. Con el tiempo, el cine estableció prácticas profesionales y una gramática propia, que incluye el montaje, los primeros planos, los travellings y los efectos especiales. También forman parte de ello la duración, la estructura, la profundidad de campo, la iluminación, los decorados y el maquillaje.
Del mismo modo, la televisión inventó su propia gramática y sus propios contenidos, tales como reportajes, variedades, debates, telenovelas y noticias. Por eso el cine no murió con su llegada. Las salas de cine se mantuvieron como un momento clave en la vida de una película que naturalmente continúa en la televisión.
Las plataformas reinventaron la serialización como una gramática específica. De hecho, el streaming permite la visualización individual bajo demanda de contenidos muy extensos, cosa que no permitían los videocassettes o los DVD. La serie moderna constituiría un equivalente audiovisual de la novela: una historia que transcurre en el tiempo, una multiplicidad de personajes, una complejidad narrativa que permite ver a un ritmo propio y retroceder en la trama.
En teoría, por lo tanto, las plataformas deberían extender de forma óptima la vida de una película de cine junto con una serie, como sucedió con la televisión. Sin embargo, están creando una oleada que sacude el panorama económico y afecta a los actores tradicionales de la televisión y el cine a nivel internacional.
La economía del cine trastocada por las plataformas
Los estudios tradicionales ahora se mezclan en un paisaje complejo y cambian de manos con frecuencia. Ya no hay cine por un lado y plataformas por el otro, sino grandes jugadores que se convierten en plataforma de distribución, adquirente de derechos o productora según el caso. ¿Cuáles son los impactos de esta nueva economía en las películas cinematográficas?
Algunes expertos creen que la creatividad y la libertad para crear nunca fueron más importantes que hoy, porque las plataformas tienen una base de clientes tan grande que es más fácil salirse del marco tradicional para producir películas exigentes con suficiente masa crítica de audiencia internacional.
Por ejemplo, Netflix financió películas de autor que no se habrían realizado sin su intervención. Nadie quería distribuir Roma de Alfonso Cuarón, este austero largometraje en blanco y negro con un presupuesto de 15 millones de dólares que luego fue recompensado con 10 nominaciones al Oscar, de los cuales se llevó 3 premios, incluyendo el de mejor director, un León de Oro en el Festival de Venecia y un Globo de Oro por Mejor Película en Lengua Extranjera.
Blockbusters al cine, cine de autor al streaming
En la misma línea, se encuentran Okja (2017) de Bong Joon-ho, The Irishman (2019) de Martin Scorsese y Mank (2020) de David Fincher. The Irishman, que reúne a un prestigioso elenco de actores compuesto por Joe Pesci, Robert De Niro y Al Pacino, es un ejemplo particularmente emblemático de esta tendencia. Netflix pagó entre 100 y 150 millones de dólares para recomprar los derechos de una obra que había estado en proceso durante al menos 10 años.
El propio Scorsese lo admite: ningún otro estudio ha accedido a financiar el proyecto. Por lo tanto, Netflix se arriesgó. El resultado: The Irishman fue un éxito en línea con 17.1 millones de espectadores en Estados Unidos cinco días después de su lanzamiento. Algunes expertos muestran que una amplia variedad de profesionales consideran que hoy en día es más fácil encontrar financiación para creaciones originales.
El mundo del cine finalmente miraría de manera ambivalente a Netflix, Amazon o Apple; con recelo, por supuesto, pero también como un golpe de suerte en términos de asumir riesgos creativos que otres productores hoy en día se niegan a tomar. A riesgo de ser provocativos, estaríamos asistiendo a una inversión: el cine de autor es prerrogativa de las plataformas mientras que los blockbusters globales son los únicos que se distribuyen en salas.
Cambio en la relación con el cine
¿Es adecuado ver películas de autor en un celular, tableta, computadora o televisor? La experiencia de Scorsese con The Irishman resulta esclarecedora. Para finales de noviembre de 2019, 40 millones de personas vieron la película en streaming. No obstante, la cinta habría sido vista solo en promedio al 70%. El medio en el que se ve la película cambia completamente la relación con la misma.
En una sala, resulta complicado ver cómo el 70% de les espectadores se marchan antes del final. En las plataformas, la audiencia es mucho mayor, quizá por curiosidad. ¿Pero no es acaso este un nuevo rol social para estas plataformas con grandes audiencias? ¿Para iniciar a los no iniciados? También hay que destacar la aparición de un gran número de plataformas SVOD (Video On Demand por suscripción) de nicho, como cortometrajes, cine patrimonial, cine político y social, entre otros.
Las plataformas de cine independiente, como Mubi en Inglaterra y UniversCiné en Francia, promueven la diversidad cultural y luchan contra la estandarización de contenidos. Las mismas creen que, en última instancia, servicios como Netflix representan una oportunidad en lugar de una amenaza para la aculturación de les espectadores. A su vez, consideran que éstos últimos tienen la capacidad de descubrir y disfrutar una amplia variedad de contenido, lo que puede ayudar en su proceso de aculturación y ampliar sus horizontes cinematográficos.
La experiencia individual de visualización de películas en dispositivos móviles como tabletas y teléfonos inteligentes puede implicar riesgos para el futuro. Además, ¿es justificable invertir grandes sumas de dinero en la producción de películas si éstas se verán en pantallas pequeñas?
Estos interrogantes plantean debates importantes. ¿Es correcto dejar que el cine de autor sea distribuido de forma exclusiva a través de plataformas de streaming? Las grandes plataformas compiten ferozmente por mejorar su imagen en festivales, lo que hace que el cine de autor sea un elemento importante de su estrategia. Sin embargo, ¿hasta cuándo esto será así? ¿Qué pueden hacer les productores y distribuidores de cine de autor tradicionales frente al poder creciente de estas plataformas?
La industria cinematográfica rechaza a Netflix
En el año 2019, Netflix hizo historia al convertirse en el séptimo miembro de la Motion Picture Association of America (MPAA), un selecto grupo conformado por los principales estudios de cine de Hollywood como Disney Studios, Paramount, Sony, Universal, 20th Century Fox y Warner Bros. Sin embargo, a pesar de este importante logro, la aceptación de esta plataforma en el mundo del cine aún genera polémica.
A lo largo de su trayectoria, Netflix acumuló un total de 132 nominaciones al premio más importante de la industria cinematográfica, el Oscar. El año 2021 fue el que registró la mayor cantidad de nominaciones para la plataforma de streaming. A pesar de este éxito, solo consiguió llevarse a casa 22 estatuillas, en su mayoría en categorías poco relevantes para Hollywood. Las únicas excepciones fueron el premio a Laura Dern por su rol secundario en la película «Historia de un matrimonio» y los premios a Mejor Película Extranjera para Edward Berger y Alfonso Cuarón.
En el prestigioso Festival de Cine de Cannes, las películas de Netflix enfrentan una restricción desde 2019: no pueden ser parte de la competencia oficial debido a que no se estrenan en cines. Esta medida generó polémica en el mundo del cine y puso en tela de juicio la posición de la plataforma como una verdadera productora de cine.
La empresa desafió las antiguas reglas de la industria del cine al realizar largometrajes para su plataforma de streaming, pero se negó a respetar la llamada «ventana teatral». Se trata de la regla que otorgaba a las salas de cine los derechos exclusivos de proyección de una película durante un período de meses antes de su estreno en casa. Esto creó un peligro cada vez mayor para las salas de cine, que luchan por mantenerse a flote.
En 2015, el icónico actor de cine Dustin Hoffman opinó sobre el auge del streaming y señaló que “es muy difícil para los guionistas y los directores, porque el negocio ha cambiado tanto en términos de comercio, que el objetivo ahora es hacer taquilla en todo el mundo”. También destacó la paradoja de que, si bien la televisión es ahora la mejor que ha existido, el cine sufrió una caída en calidad en los últimos 50 años.
Sin embargo, a pesar de la creciente popularidad de las plataformas de streaming, el cine sobrevivó a guerras, pandemias y una gran cantidad de cambios tecnológicos. Las salas de cine están recuperando la asistencia en número similares a la etapa pre pandémica. Todavía hay magia en reunirse en una sala oscura para ver una gran película en la pantalla grande, y muchos cinéfilos sienten que esta experiencia no puede ser reemplazada por la comodidad del hogar.