El pasado jueves se estrenó en las salas nacionales “El hijo”, la nueva película del director y guionista Florian Zeller. En este film, la estrella del cine Hugh Jackman interpreta a un exitoso abogado que formó una nueva familia y disfruta de su idilio en el centro de la ciudad. Sin embargo, su presente de felicidad se vuelve amargo cuando su ex mujer le pide que cuide de su hijo adolescente, quien tiene un comportamiento manipulador, y este acepta.
Esta endeble continuación de la gran película ‘El padre’, la cual estaba llena de matices y era presentada de forma creativa con Anthony Hopkins -quien ganó un Oscar por su conmovedora interpretación de un hombre con demencia avanzada-, se queda a medio camino. A diferencia de ese triunfo de la subjetividad, el nuevo film de Zeller, basado en su obra homónima, no logra representar la verdadera interna entre este hijo problemático y su padre.
Además, el director confía que el público en su imaginación complete los restos de esta relación familiar desde la distancia. Asimismo deja a los actores un tanto desamparados, con un guión con diálogos torpes o que sólo remarca las rabietas del adolescente.
De este modo, no se da lugar a la profundidad psicológica necesaria para sustentar la enfermedad del joven. Tras una urgencia psiquiátrica, el film intenta transmitir cierta desesperación de estos padres divorciados ante el estado de su hijo adolescente. Pero, al preocuparse en demostrar que estos padres adinerados no están capacitados para tener un hijo con problemas de salud mental, la verdadera sensibilidad nunca llega. Y más aún, cuando se quiere dibujar el perfil psicótico del pequeño en el pasado, con flashbacks eufóricos y sobreactuados, parece más un comercial de televisión que una película en la gran pantalla.
La carencia del protagonista
El mayor problema de esta película es la irregularidad de las interpretaciones. Esta cuestión se profundiza con una dirección de actores que no colabora. Ello se debe a que exhibe la depresión adolescente con falta de emoción y un tanto artificial, lo cual provoca que el joven actor australiano Zen McGrath no resulte empático en todo el desarrollo de la trama. El mismo parece un inexperto en la manera de interpretar a un adolescente que todo el tiempo se ve acorralado y no sabe por qué. Tampoco ayuda la poca profundidad que tiene su personaje, ya que nunca se conoce sus verdaderos sentimientos y esto impide comprender su depresión. Solo se lo fuerza a parecer inmaduro, rebelde y triste en todo el film.
Para suerte del espectador, hay una escena que casi salva el valor de la entrada de cine. Cuando Anthony Hopkins hace una pequeña colaboración en el film, al confrontar con Hugh Jackman. Con una gran cuota de dramatismo, los actores lo dan todo para representar a un padre e hijo que reabren viejas heridas. Se pasan facturas sobre el abandono del hogar, reconocen diferencias y resuelven muy bien el conflicto.
Se trata de una escena muy corta, pero que deja en evidencia la carencia de emociones en la otra relación de padre y adolescente en la película. Esta última representa un constante estado de negación y muestra las decisiones equivocadas que toman los padres respecto del bienestar de un hijo enfermo.
Síntesis
Este film es el tercer complemento de una tríada teatral de las obras de Zeller. La misma incluye “El padre” y “La madre”. Esta última fue llevada al cine con gran acierto, algo que no sucede con “El hijo”. Aunque este fue un drama escénico eficaz cuando se estrenó en el teatro de París, en la gran pantalla presenta una carencia de desarrollo de personajes, sentimientos y falta de perspicacia para plasmar a un paciente con problemas de salud mental.