Volver a la rutina luego de las vacaciones puede ser agotador. La inauguración de un nuevo ciclo lectivo pone en relieve, una vez más, todas las actividades que giran en torno a la vuelta a clases. Llevar y traer a les hijes de la escuela, hacer las tareas de la casa y acompañarles en el proceso educativo, son algunas de las preocupaciones que reaparecen cada mes de marzo.
También el deporte, las clases de idiomas y las salidas con amigues suelen reanudarse después de las vacaciones de verano. En este sentido, no sólo las actividades curriculares sino también las extracurriculares son motivos de estrés tanto para padres, madres, cuidadores como para les niñes.
¿Es necesario llenar toda la agenda con actividades? ¿Qué tan necesario es tener tiempos de ocio y disfrute en familia? ¿Cómo repartir las responsabilidades entre les adultes a cargo? Sobre estos interrogantes dialogó Nota al Pie con la Licenciada en Psicología Karina Abella.
Que volver a la rutina no sea tedioso
Con el regreso a clases cambia la dinámica cotidiana en las familias, sobre todo en les niñes. Volver a madrugar, retomar las actividades o tener compromisos educativos puede resultar estresante y, en ciertos casos, causar una situación angustiante.
En este sentido, la licenciada Abella explicó que en primer lugar hay que dejarles en claro que de lunes a viernes es tiempo de estudiar e ir a la escuela, y que los fines de semana son para descansar y distraerse.
“El fin de semana es el momento para que, dentro de lo posible, los niños puedan vivir a su propio ritmo. Lo difícil en la época escolar es que todo tiene que estar coordinado en función de horarios y no siempre estos horarios son acordes a nuestros niños”, indicó la psicóloga.
Por eso, “hay que explicarles que de lunes a viernes ir a la escuela es una obligación, no una decisión de los adultos. Hay que levantarse a determinada hora pero sábados y domingos pueden dormir hasta el horario que quieran”, sostiene Abella.
De esta forma, les niñes pueden saber que “hay días en la semana donde sí o sí tienen que coordinar cosas y hay otros días y otros momentos donde puede acontecer lo propio. Si no, puede llegar un momento donde explote todo”.
Dejarles ser niñes
Hay padres y madres que suelen sobreestimular a sus hijes con múltiples actividades y disciplinas. Clases de idiomas, deportes, música y arte colisionan con las tareas escolares. Al respecto, la psicóloga remarcó que les chiques deben tener su espacio para jugar.
“Acá entra a jugar la cosmovisión y el sentido de la vida de los padres, es un terreno ampliamente subjetivo. Pero hay que recordarles a los adultos que los niños son niños, que es tiempo de la espontaneidad, del registro interno, del ir investigando y experimentando del adentro al afuera”, explicó la licenciada.
Al respecto, detalló que “eso requiere un contexto de cierta calma donde no tenemos que estar produciendo y exigiendo todo el tiempo. Después les esperan muchos años en la adultez de horarios, cumplir proyectos y metas”.
“Qué maravillosa herencia les podríamos dejar los padres a nuestros hijos de que les respetemos la niñez como un espacio lúdico de juego, de relajación, de investigación de sí mismos. Horarios y cronogramas, responsabilidades ya vendrán con la adultez”, agregó Abella.
Reorganizar la semana
La vuelta a clases también implica un retorno a la rutina que se flexibiliza durante las vacaciones. Este proceso implica volver a organizar distintas tareas como llevar y traer a les hijes de la escuela, quién se encarga de hacer un acompañamiento en las tareas del colegio, y cómo se distribuye el manejo del hogar.
“Es muy difícil dar consejos porque cada familia es única. Mi sugerencia es decirles que entre los padres cuando acuerden la distribución de cómo van a administrar el cotidiano es que tengan en cuenta las habilidades y capacidades de cada uno”, explicó.
En ese sentido, la psicóloga Abella recomienda que “el adulto que tiene más paciencia y más disponibilidad para ayudar en las tareas se encargue de eso”, mientras que “el adulto que tiene más onda y más ganas de cocinar que se ocupe de la cocina”.
“El cómo van a llevar adelante el cotidiano y la escolaridad de los chicos en el hogar también depende de las habilidades y capacidades de los adultos, por eso es muy difícil dar una regla que sea válida para todos”, agregó.
Los efectos de la pandemia
Con la llegada de la pandemia, muchos trabajos pasaron a ser remotos. “Hay casos en los que la pandemia hizo que los padres trabajen desde sus casas. Para algunos esto fue un suspiro y una primavera, más allá de toda la angustia que produce la situación”, señaló.
Sin embargo, recordó que “en otras familias, en otros entornos con adultos menos equilibrados, más frágiles, en hábitat menos cómodos o más pequeños todos juntos en el mismo espacio muchas horas fue muy difícil”.
La virtualidad tuvo diferentes impactos. En niñes tímides o con determinadas dificultades para comunicarse, entablar primero una comunicación de forma virtual les favoreció luego establecer un vínculo presencial.
“Cuando comenzaron las clases, el vínculo ya estaba hecho. En otros niños que son más corporales, más vívidos, que necesitan del cuerpo del otro, se entregaron a las redes y hoy de ahí no los saca. Depende de cada uno y de cada situación”, añadió.
“En algunos volver a clases es maravilloso pero también hay niños que por sufrir bullying, por ser discriminados, volver a clases fue un infierno. En unos estar en la casa y disponer del papá o la mamá que les explique, que se quede con ellos y los atiendan fue maravilloso. En otros casos, estar en la casa con padres desconectados, abrumados, violentos, de alguna manera el no estar 24 horas con esos adultos fue un alivio”, finalizó Karina Abella.