Cinco días después de la reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) convocada por Rusia para proponer una investigación internacional sobre el atentado al gasoducto Nord Stream, el periódico New York Times reveló un informe como respuesta a la información publicada por Seymour Hersh el mes pasado.
Nota al Pie dialogó con Walter Formento, sociólogo y director del Centro de Investigaciones en Política y Economía (CIEPE), sobre el curso del conflicto en Ucrania y los intereses geopolíticos en juego.
¿Cómo se puede vincular la publicación del New York Times con el informe periodístico de Hersh?
Este hecho de puja informativa e intelectual de las plataformas de comunicación manifiesta la profunda y estructural división que hay en los sectores de poder en Estados Unidos. Normalmente los caracterizamos como sectores del poder financiero. Unos anclados en Nueva York y San Francisco y los otros en Texas y los Estados republicanos.
Lo importante es observar que Hersch plantea con un conjunto de argumentos y datos que el Nord Stream fue boicoteado como objetivo de guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la puja estratégica que tiene en Ucrania contra Rusia, China y la India.
Ya estaba claro que la operación había sido planificada por la OTAN, ahora lo único que conocemos son las características operativas de cómo actuaron los noruegos y fundamentalmente la estrategia de aislar y debilitar tanto a Alemania como a Francia e Italia. Es decir, el núcleo industrial y estratégico de la Unión Europea. Porque el principal objetivo no es debilitar a Rusia estructuralmente sino impactar sobre Alemania para disciplinarla.
El sector de intereses que expresa Seymour Hersh viene a clarificar la dimensión de la crisis al interior de occidente: la que la OTAN y Davos tiene con Alemania, Francia e Italia pero también el enfrentamiento estructural que tienen al interior de Estados Unidos con todo lo que expresan los Bush y Trump.
¿Qué intereses expresa Hersh y cuáles la CIA (Agencia Central de Inteligencia)?
La información proviene de estructuras de inteligencia propias de Estados Unidos pero particularmente relacionadas con sus Fuerzas Armadas y el Ejército, que dependen de los gobernadores, principalmente republicanos. Esas fuentes de información tienen este anclaje y provienen de ellos porque tienen acceso al parlamento y a las diferentes estructuras de servicios de inteligencia.
Esto prueba la profunda y estructural fractura de intereses financieros dentro de Estados Unidos y claramente el informe de Hersh expresa la voz y los intereses del sector denominado continentalista en su enfrentamiento al globalismo.
La publicación del New York Times sale cinco días después de la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU donde se abordó la situación pero Alemania no intervino. ¿Qué lectura haces de esta situación?
Lo de Alemania muestra que no es una potencia de primer nivel que esté en condiciones de llevar adelante una confrontación directa y abierta contra una OTAN que tiene en su propio territorio. A diferencia de su gobierno liberal, la Alemania de (Angela) Merkel sabe que en realidad su posición explícita no agregaba ni quitaba nada porque es un actor de segunda línea en relación a Rusia y China y a Estados Unidos y Gran Bretaña.
Creo que sencillamente fue un movimiento táctico de Alemania, que es de alguna manera uno de los principales objetivos del estallido del Nord Stream, e incluso de la invasión de la OTAN a Ucrania. Esta invasión tiene dos claros objetivos estratégicos: por un lado, contener a Alemania, Francia e Italia en su marcha hacia el acuerdo euroasiático, y por otro lado empezar a generar conflictos laterales para empezar a medir las capacidades reales de Rusia y el esquema que expresa la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
Si bien hay una escalada militar en Ucrania los principales socios occidentales están de acuerdo en marchar hacia una resolución diplomática del conflicto. ¿Esto expresa la definición de mudar el enfrentamiento a Taiwán?
Por un lado, la posición de todos los actores políticos norteamericanos, europeos y asiáticos es de prevención y de avanzar con cautela porque ninguno de ellos quieren ir a una conflagración con armas nucleares. Incluso los intereses que en Estados Unidos expresa el Partido Republicano también están en contra de avanzar en una confrontación militar.
Solamente la OTAN y los sectores financieros globalistas que tienen como principal actor a BlackRock son los que necesitan la guerra en Ucrania y Taiwán, incluso en el norte de África y en el área que comprende Arabia Saudita e Irán. Ellos necesitan esas guerras a nivel internacional en este momento.
La cautela de los diferentes actores hace que la situación no escale militarmente y esperar a que la OTAN y Davos entiendan que tienen que ir hacia una negociación para que el escenario retroceda a un diálogo diplomático. Esto queda cada vez más claro porque en medio de la crisis y el desembarco de la OTAN en Ucrania lo que ha sucedido es la ampliación de acuerdos entre los actores que se corresponden con la OCS a partir del esquema multipolar.
Esta plataforma es justamente lo contrario del plan de la OTAN y los intereses financieros globalistas. Entonces, por más que estos permanentemente necesiten profundizar su verborragia comunicacional y los ejercicios militares, la situación de la OTAN y Davos en Ucrania es cada vez de mayor debilidad, incluso a partir del dato concreto de que ya no controlan Bajmut en términos técnicos y militares.
Por eso creo que están acelerando los tiempos de la crisis en Georgia para abrir un segundo frente para que se desarrolle y despliegue, a la altura de lo que es Kiev, algo que en el corto o mediano plazo parece imposible que se comporte como una plataforma de proyección de la OTAN y Davos sobre Rusia, del mismo modo como hicieron en Ucrania con las estructuras nazis.
¿El eventual refuerzo militar de China a Rusia se debe a la necesidad de contener el debilitamiento ruso ante una proyección del enfrentamiento en Taiwán?
No, creo que este fortalecimiento de las capacidades técnico-militares y estratégico-militares de China expresan un proyecto que tiene, por lo menos, 50 años. Y que viene desarrollándose y se acelera con el paso de las décadas. Esto es parte de una aceleración específica pero no de carácter estratégico debido a que hoy el desafío es resguardar los objetivos en Taiwán.
Ahora, en Taiwán la OTAN no es dominante ni hegemónica. Si bien hay un sector de la política taiwanesa que coincide con sus intereses, hay otro, el del viejo Partido Blanco de Chiang Kai-shek, que no está de acuerdo con la posición que asume el actual gobierno de Taiwán de una alianza cada vez más comprometida y estructural con la OTAN. Por lo tanto, la situación en Taiwán no es homogénea y en ese escenario la OTAN no tiene vía libre para hacer lo que quiera y como quiera.