El próximo trece de marzo se cumplirán diez años del papado de Francisco. La reforma de la Curia y el cambio de paradigma de la Iglesia Católica son algunos de los puntos que adeptos y detractores reconocen en él. Nota al Pie dialogó con Francisco Correa, sociólogo y trabajador estatal, quien realizó un balance de su primera década en el sillón de San Pedro en estas dos claves.
El Papa ha realizado una reforma de la Iglesia Católica puertas para adentro, pero también en su mirada hacia afuera: ¿Qué balance hace de esto?
-Hay que poner en contexto los diez años del papado de Francisco. La Iglesia Católica es una institución que tiene más de 2000 años, por lo tanto una década es muy poco si uno lo pone en perspectiva histórica. Cualquier cambio lleva mucho más tiempo. Sin embargo, las transformaciones tanto en el plano interno como de concepción de la Iglesia son contundentes y creo que han sentado las bases para generar un proceso de transformación de la Iglesia en general.
En lo interno Francisco ha realizado intervenciones al Banco del Vaticano reemplazando a viejos integrantes por otros, limpiando de esta manera la red de negocios financieros que se venía desarrollando hace tiempo. A su vez, en relación a la Curia ha generado un debate sobre la concepción política. La Iglesia Católica viene atravesando una crisis y Francisco propone pensarla puertas para afuera y no encerrada en sí misma. Con una perspectiva de encuentro con el otro porque el pueblo de Dios es la totalidad de la humanidad, no solamente los católicos. Por lo tanto, esta idea de Iglesia misionera trabaja en una convocatoria al pueblo de Dios que camina en conjunto, invirtiendo la lógica de una institución cerrada sobre sí misma.
Por eso él trabaja esta concepción misionera y a partir de ello intenta debilitar a los sectores de la Curia Vaticana que obran en el sentido contrario, los desarticula. Y lo hace generando procesos de participación masivos. Por ejemplo, con el Sínodo de la Sinodalidad, el formato con el cual la Iglesia se discute a sí misma. Los sínodos son espacios donde los obispos se encuentran a debatir sobre ciertas temáticas, situación que se viene dando desde el Concilio Vaticano II; hay uno o dos por año.
Pero la particularidad que tiene el vigente Sínodo de la Sinodalidad que propone Francisco es que dura tres años en lugar de dos meses. El sínodo es la forma de discutir la temática, y la sinodalidad el tipo de Iglesia que se quiere construir. Este sínodo sintetiza la concepción de Francisco ya que los obispos no discuten a solas con el Papa sino que lo hacen en cada una de las iglesias locales, desde las propias parroquias. Lo hacen de cara al pueblo, junto a todos los que se sientan parte del catolicismo para que el debate emerja de abajo hacia arriba, retomando las discusiones y planteos que el pueblo mismo tiene sobre la Iglesia.
Este mecanismo que dura tres años va desde una escala local, pasando por una escala continental y llegando, en última instancia, a los obispos que discuten con el Papa. Esto tiene que ver con un cambio de paradigma que viene desarrollando Francisco desarticulando la visión de una Iglesia a puertas cerradas. Él deja al mundo entrar a debatir.
¿Por qué la Iglesia Católica eligió un Papa latinoamericano en este contexto histórico?, ¿Cuáles son los motivos por los cuales Francisco reivindica a los movimientos sociales?
La emergencia de Francisco expresa una crisis estructural que se da en la propia Iglesia europea que pierde fieles. Y Latinoamérica es el lugar con mayor cantidad de feligreses, por lo cual la necesidad de convocar a un Papa “del Fin del Mundo” o de las periferias tiene que ver con volver a los orígenes de una Iglesia de puertas abiertas. Volver al Evangelio y el planteo de Jesucristo de la comunidad, de ocuparse del otro. Pararse desde las periferias hacia el centro tiene que ver no solo con Latinoamérica sino el recorrido que viene haciendo por África, por Asia. Está yendo a muchos lugares olvidados por la Iglesia Católica hasta este momento, y él los busca para ponerlos en juego con la discusión sobre la nueva concepción.
Por otro lado, Francisco considera a los movimientos sociales un actor central como parte del pueblo de Dios ya que son un sector que expresa y sintetiza a los excluidos por este sistema. El Dios Dinero plantea una política de descarte, por ende los movimientos sociales le han dado cobijo y un sentido de pertenencia a ellos. Francisco los plantea como una herramienta muy importante de transformación en la construcción de un mundo igualitario que ponga en el centro a la persona humana y su dignidad. Los movimientos sociales han tratado de organizar a estos sectores y el Papa plantea que hay que no sólo escucharlos sino darles participación política.
Francisco es catalogado como un Papa progresista, pero él ha criticado ciertos sentidos progresistas relacionados a la deconstrucción permanente y considerar que hay que olvidar el pasado.
-Francisco es un Papa de Tercera Posición que plantea no caer en las dicotomías que el mismo sistema plantea. Por un lado, combate al conservadurismo y los nacionalismos de exclusión en emergencia que no incorporan al pueblo. Pero él también discute contra esta visión progresista que, en Laudato Si, denomina “ecologismo verde” que piensa a la historia como una continuidad permanente ignorando la tradición de los pueblos. Este progresismo sólo se interesa en “el aquí y el ahora” mirando al futuro pero sin incorporar el pasado, y Francisco considera que la fuerza también viene de nuestra historia y la construcción política tiene que ser en perspectiva.
Estas visiones progresistas nos desencuentran con nuestras propias tradiciones, que en muchos casos son nuestra propia fortaleza y grandeza. Él mismo dice que hay que “reírseles en la cara” a quienes dicen que no hay que reivindicar a nuestros próceres o nuestros abuelos, por ejemplo. La construcción de una alternativa latinoamericana a escala mundial tiene que retomar nuestra historia. Pero desde estas visiones se suele confundir la tradición con el conservadurismo, con las mal llamadas derechas y las lógicas de exclusión.
Francisco se enfrenta al conservadurismo pero también discute con un progresismo sintetizado en el globalismo que niega la estructuralidad de un proyecto que emerge desde lo local en proyección a lo universal. Así como son peligrosas las visiones conservadoras también lo son las progresistas que rompen las estructuras intermedias que vinculan lo local con lo universal.