“Sheuen”, nombre de origen Tehuelche, significa “ser de luz” y es como se bautizó al primer cérvido en nacer bajo cautiverio en los últimos más de 70 años. Lo llamaron de esta forma “en alusión a la esperanza de que su nacimiento contribuya a la recuperación de la especie”, señala Werner Flueck, biólogo e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Parque Nacional “Nahuel Huapi”.
Junto con su esposa, Jo Anne Smith-Flueck, también bióloga y autora del libro El Huemul Patagónico: Un Misterioso Cérvido al Borde de la Extinción, llevan adelante el 90% de los trabajos científicos sobre esta especie en el país.
Además, cuentan con una fundación en Suiza, país de origen de Werner, llamada “Shoonem”, que tiene como objetivo recuperar al huemul en peligro de extinción y preservar la Cuenca del Río Senguer, en Chubut.
En mayo de 2022 la pareja publicó un artículo en donde se explica que la actual situación de esta raza de mamífero andino se debe a la sobrecacería y a la ocupación humana en las zonas donde estos pasaban el invierno.
Históricamente, el huemul habitaba todo el año en rangos invernales, aunque algunos migraban estacionalmente. También otros ejemplares solían verse habitando la zona a más de 200 km al este de su presencia actual, llegando al Atlántico.
Además, la anatomía del huemul se adapta a la vida de montaña, ya que cuenta con una estructura robusta, miembros cortos y fuertes. En tanto, alcanza cerca del metro de altura en los ejemplares mayores y un peso de 70 a 90 kg.
Sobre Sheuen, Fluek señala que “es una cría de buen desarrollo, su peso al nacer debe haber sido entre cinco y seis kilogramos (kg)”. A su vez, agrega que “a más de tres meses de edad sigue siendo amamantada, lo que indica que su madre goza de buena salud, pero ahora pasa la mayor parte del tiempo alimentándose, ramoneando o bien pastando”.
Un proyecto para salvar la especie
El investigador del CONICET se encuentra a cargo de la Estación de Rehabilitación y Recría Shoonem, que tiene por finalidad generar grupos de huemules para ser reintroducidos en las zonas que ocuparon históricamente, las cuales cuentan con alta calidad nutricional para la especie. Una recuperación de este tipo conlleva la necesidad de convivencia con los humanos, particularmente porque el huemul tiene poco o nada de miedo de las personas, lo que ha causado su exterminación local por sobrecacería”, sostuvo Flueck.
En ese marco, tras una donación de la Fundación Erlenmeyer, de Suiza, Flueck y sus compañeros de la Fundación Shoonem pudieron terminar de construir la estación de recría y rehabilitación a mediados de 2022. En tanto, ahora se encuentran en la búsqueda de fondos adicionales para poder cumpir toda la logística que la iniciativa requiere.
Asimismo, en agosto de 2022, con la coparticipación de la Fundación Temaiken, se lograron hacer capturas para trasladar cerca de cinco huemules a la Estación Shoonem e iniciar el proyecto.
En ese aspecto, según afirma Flueck, la Estación de Rehabilitación y Recría Shoonem se basa en un sistema de semicautiverio. Esto último quiere decir que ahí los huemules habitan un área cuya extensión y vegetación les garantiza que puedan desplazarse a grandes distancias y acceder a vastas cantidades de agua y comida.
“Si es necesario, se puede proveer alimentación suplementaria. Cada día monitorean las señales de sus radio-collares, y a veces nos acercamos para evaluar su salud y comportamiento”, contó el investigador.
Una especie en peligro de extinción
En 2011 y 2014 se conoció la noticia de dos huemules asesinados en El Chaltén debido a la caza furtiva. Esta especie se encuentra protegida por la Ley N° 22.351 de Parques Nacionales, Monumentos Naturales y Reservas Nacionales.
Se calcula que en el territorio argentino habitan alrededor de 350 y 500 huemules distribuidos en unos 60 grupos a lo largo de 1.800 km en Los Andes.
En el parque Protegido Municipal Shoonem, que abarca aproximadamente 148.000 hectáreas y comprende los lagos La Plata, Río Unión y Lago Fontana, donde nace el Río Senguer, viven en la actualidad unos 60 ejemplares de la especie.
El huemul posee una ingenuidad extrema y acercamiento dócil, lo que permite aproximarse a ellos sin el esfuerzo que significa acechar a otras presas salvajes más esquivas.
No obstante, sumado al avance del humano en su ecosistema, el resultado fue la extirpación temprana de muchos de sus rangos invernales, preferentemente ocupados por el hombre, lo que llevó al huemul a refugiarse en las serranías de los veranos circundantes.
“Esta especie refugiada perdió entonces sus tradiciones migratorias (ciclo cultural de traslado de invernadas a veranadas) y su acceso a diversos hábitats como praderas y vegas, modificando sus prácticas alimentarias”, afirma Flueck en su trabajo.
La pérdida de estas tradiciones migratorias es una gran amenaza y puede explicar las enfermedades esqueléticas que prevalecen en la actualidad, la longevidad reducida y la falta de recolonizaciones para la mayoría de las subpoblaciones de huemules restantes.
El investigador del CONICET cree esencial que las zonas históricamente pobladas por el huemul cuenten con un nivel de protección adecuado que permita la recuperación de estos animales y así educar a la población sobre el cuidado de la especie. En esa línea señala que “pueden ser parques nacionales y también campos privados que reciban incentivos para apoyar a una futura convivencia con los huemules”.
“Las zonas más fértiles, como los valles o pampas, generalmente son poblados o usados por poblaciones humanas”, comenta Flueck. Por último, añade que “poder habitar en esas regiones permitirá a los huemules vivir de manera más saludable y por más tiempo, lo que se traduciría en un aumento de las tasas de su reproducción y crecimiento poblacional”.