¿Se puede separar la obra del artista? La única respuesta aceptable es frustrante: “Depende”. Tár, la aclamada película de Todd Field y protagonizada por Cate Blanchett, tiene una premisa que parece diseñada para reiniciar viejas discusiones sin resolverlas.
Sin embargo, la fascinante historia de dos horas y media es esclarecedora en cuanto a este interrogante. El film cuenta su historia de una manera elíptica, a veces confusa, pero esa elección estilística no debe confundirse con indecisión moral. Field presenta un caso feroz en el que creador y creación no pueden separarse, y tiene una visión aguda y sorprendente de lo que sucede cuando se escinden.
Ambientada en la actualidad, post pandemia y post #MeToo, Tár se centra en la compositora y directora de orquesta Lydia Tár (Blanchett), quien es la mejor en su campo, pero las cosas están a punto de empezar a desmoronarse. A puerta cerrada, acusaciones de abuso burbujean bajo la superficie. A medida que las acciones pasadas comienzan a acercarse a ella con sigilo, su orgullo y paranoia aumentan, mientras su vida se derrumba.
Tár marca el regreso después de 16 años de Todd Field a la silla de director. Desde su estreno, obtuvo numerosos galardones en los circuitos de premiación y compite en seis categorías en los Premios de la Academia. Además, esta semana comenzó a proyectarse en los cines nacionales.
La fascinación por el artista
El anagrama del título –Tár/art– insinúa la primera misión de Field: adentrarse en las definiciones de arte y artista. La introducción al personaje sumerge al público en Lydia Tár, quien es entrevistada en el New Yorker Festival y se encuentra en la cima de su profesión. Dirige, enseña, escribe, compone, y es, quizás más que nada, un espectáculo viviente que fascina con solo moverse a través de una habitación.
La audiencia no fue a escuchar música, fue a verla. Y, ciertamente, la música no es la única razón por la que obtuvo dinero, gloria y poder sobre mujeres hermosas. Artista, en la vida de Tár, es sinónimo de estrella.
El arte, sin embargo, la llevó allí. Aunque Field insinúa que el ascenso en la carrera de Tár involucró esquemas e intercambio de favores, nunca pone en duda sus habilidades de dirección. Su manejo del tempo, la emoción, la atención y el sonido la vuelve formidable tanto detrás de escena como sobre el atril. Pero, quizás lo más importante es que una filosofía artística coherente subyace en su trabajo, así como en su eventual caída.
La obra como reflejo de su creador
Según esa filosofía, dirigir es un acto de empatía. Tár usa el término hebreo kavvanah, en referencia a la sagrada intención dirigida. Por ello, entender la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler requiere comprender su “muy complejo matrimonio”.
Ser fiel a una obra, argumenta, significa adentrarse en las intenciones, la biografía e incluso el alma de su creador. Este no es un punto de vista aceptado universalmente por la teoría crítica artística, pero es común que se use para interpretar una obra.
Sin embargo, este enfoque también convierte a Tár en una hipócrita. La misma reprende a un estudiante de Juilliard que critica a Johann Sebastian Bach porque lo considera un ser misógino. Además, no pone objeciones cuando su mentor reflexiona que la violencia de Arthur Schopenhauer contra una mujer era irrelevante para su trabajo como filósofo.
Pero si la dirección requiere leer atentamente la vida de un compositor, ¿por qué algunas partes de esa vida estarían exentas? Tár aborrece esta pregunta. En Julliard, no argumenta que los excesos personales de Bach deban incorporarse a la comprensión de sus logros. Más bien, lanza un aluvión retórico para acabar con la opinión disidente de su alumne.
Es probable que eso se deba a que el personaje tiene cosas que ocultar y, en cierto modo, sabe que esas cosas están integradas en su propia producción creativa. Field fue inteligente al seleccionar la dirección como la forma de arte en el centro de la investigación de su película: el trabajo de Tár es básicamente ejercer poder con fines estéticos.
La música que toca su orquesta, la identidad de cada intérprete y el volumen relativo de los instrumentos son opciones creativas, pero la película demuestra sutilmente cómo cada una puede ser moldeada por la lujuria personal y el egoísmo.
Si el público aplicara kavvanah al trabajo de Tár, necesitaría comprender su atracción por una joven violonchelista atractiva, su papel en el suicidio de una ex alumna y su talento para ocultar sus motivos, incluso de sí misma.
La caída post cancelación
¿Qué papel juega la cultura en la cancelación de Tár? Field no parece especialmente interesado en esa pregunta. Al igual que Jean-Baptiste Lully, el director de orquesta del siglo XVII al que se hace referencia al principio de la película, Tár se apuñaló a sí misma en el pie.
Quizás hay algo un poco ordenado y fantástico en la forma en que Field convierte a Tár en la autora de su propia muerte pública. Insinúa que los mismos rasgos que convierten a los artistas en presuntos villanos a menudo modelan su trabajo. En muchos casos, la cancelación se entiende mejor no como una fuerza social caprichosa, sino como un sistema de causa y efecto dirigido principalmente por el artista y sus actos.
La lógica detrás del colapso de Tár, al final, es férrea. La penumbra de rigor y respetabilidad que atrajo a la gente hacia ella fue arruinada por sus propias acciones. Si hubiera producido alguna obra de arte de mérito duradero, seguramente habría sido estudiada en el contexto de su vida.
¿Se puede separar la obra del artista? La inseparabilidad de Tár de su arte hizo su carrera; también, como en tantos casos de la vida real, la destruyó.