El equipo creativo conformado por Brian Janchez y Pablo D’Alio (Lo que ya pasó) vuelve a juntarse para una historia turbia. El Hombre que Dormía con los Muertos es el título que ostenta un relato que parece enigmático, pero cumple con cada palabra. En cada página, lo más incómodo es descubrir que este tipo de cosas pueden suceder en realidad.
El Hombre que Dormía con los Muertos salió a la venta en 2022 bajo el sello de Hotel de las Ideas. Esta editorial cooperativa que surgió en 2013 se dedica a publicar novelas gráficas de autores actuales y algunos clásicos de la historieta.
De lo que no se habla
Carlos Eduardo es un muchacho que vive junto a su abuela, su vida parece por completo normal. Toma clases de piano porque su abuela le hace tomarlas. Aunque no es muy bueno, ella es feliz con eso ya que su marido también tocaba. Fue enviado a una escuela técnica, pero faltaba siempre a clase. Él no se sentía cómodo en ese lugar. Duerme con su abuela hasta que ella muere.
En el pueblo donde vive Carlos Eduardo, hay desapariciones que son denunciadas, pero rara vez se continúa la investigación. Algunas personas de repente desaparecen sin motivo aparente. Paulina es una oficial de policía que tiene problemas para dormir, esto hace que logre prestar atención a detalles de las denuncias de gente desaparecida, hasta llegar a descubrir qué sucede.
La construcción de la verosimilitud
Brian Janchez relata esta historia como narrador omnisciente, con la inocencia de lo que parece ser un cuento infantil. Esta narrativa comenzará a tomar un cariz serio para llegar a ser espeluznante. Esta transición es la que logra sumergir a les lectores en un submundo macabro donde cada acción tiene un motivo.
La historia comienza con una de las desapariciones, el primer golpe es brutal, mientras se enseña cómo el protagonista mata a un repartidor. El perpetrador no sólo asesina, luego se acuesta a dormir junto al cadáver. Aquí se establece el por qué del título, y da la entrada a lo que será la construcción del motivo. Ese es el gancho para adentrarse en la vida de este ser.
Carlos Eduardo, es un muchacho en apariencia normal, pero con conductas antisociales que, a medida que la historia avanza, se arraigan. Les lectores son capaces de ver cómo el monstruo crece rodeado de personas que lo protegen.
La motivación de Carlos Eduardo está implícita en las viñetas, pero no expuesta en diálogo, Janchez no toma a les lectores a la ligera. El último asesinato, o intento, es frustrado por Paulina, la mujer policía. Aquí, se presencia un reseteo de la historia. Tal como se ve la muerte del repartidor y se presenta la historia del asesino, de la misma manera se conoce a la oficial.
La otra cara de la moneda
Paulina es una mujer que ha pasado por uno de los traumas más comunes, pero no por eso menos traumáticos, que puede pasar una persona. Ha vivido una cadena de sucesos trágicos en su vida personal, respecto a su marido y perdió un embarazo como consecuencia de ello. Esto le ha privado del sueño, algo que la relaciona con el asesino.
Él mata para poder dormir un rato, ella no concilia el sueño de ninguna forma. Sin embargo, esto le permite prestar atención a las denuncias por desapariciones, e ir atando cabos hasta llegar al momento del encuentro. Paulina es una mujer que, pese a los percances, se esfuerza por salir adelante, pero no toma el camino fácil.
Visualizando lo invisible
Pablo D’Alio es el artista que ilustra este relato de 88 páginas. El estilo de D’Alio es sencillo, pero efectivo. Los personajes cobran vida propia desde una perspectiva que tiende a la caricatura y busca resaltar la normalidad por sobre las cosas peculiares. En varias páginas, sobre todo en los asesinatos, se puede apreciar una narrativa conducida en forma exclusiva por imágenes sin diálogo.
El silencio que genera la ausencia de palabras, tanto en diálogos como en efectos, cuando es necesario, genera aún más inmersión. Por ejemplo, en la secuencia inicial, el sonido de la moto del repartidor llena las viñetas mientras trabaja, pero desaparece mientras lo asesinan. Algo que lleva a otro aspecto excelente: el uso del color.
En la secuencia inicial, el verde oscuro predomina, un color que transmite paz y seguridad, aunque se presencia un asesinato. Es el punto de vista del asesino. Luego, el verde pasará a representar seguridad, los amarillos enfermedad y mal estar. Al final, cuando la violencia predomine, el rojo teñirá las viñetas expresando la brutalidad de los hechos. Una elección precisa y efectiva.