Luego de que durante el macrismo se haya interrumpido la producción en 2017, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y el gobierno de la provincia de Neuquén anunciaron la reactivación de la planta de agua pesada.
Nota al Pie dialogó con Rodolfo Kempf, dirigente nacional de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) e investigador en combustibles nucleares de la CNEA. Entérate por qué es necesario de reactivar la planta y sus potenciales para alcanzar la soberanía energética.
Acuerdo para iniciar la reactivación de la planta de agua pesada
El gobernador neuquino, Omar Gutiérrez, y la presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, reafirmaron este jueves el compromiso de reactivar la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), ubicada en la provincia patagónica. En la partida presupuestaria neuquina ya se incluyó un presupuesto de $1.000 millones destinado a la planta localizada en el complejo industrial de Arroyito.
En ese marco, Gutiérrez destacó el trabajo conjunto con el Gobierno Nacional para actualizar la PIAP en favor de los intereses provinciales y del país. Por su parte, Serquis explicó que en la planta funcionan dos líneas de producción. Principalmente la de agua pesada, pero también una segunda orientada al uranio.
La PIAP es propiedad de la CNEA y es operada por la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI), una sociedad mixta entre la propia comisión y el Estado provincial. El complejo industrial fue inaugurado en 1993 y su capacidad de producción era de 200 toneladas de agua pesada por año, la más importante del mundo en su momento.
La sustancia es uno de los insumos principales en las centrales nucleares, así como también estratégica en las industrias electrónicas y de insumos médicos. En la actualidad, el objetivo principal de la reactivación es producir 485 toneladas.
Dicha cifra es necesaria para garantizar la provisión, hasta el final de su vida útil, de las tres centrales en operación: Atucha I, Atucha II y Embalse.
Serquis mencionó que cuando se construyó la PIAP “se invirtieron 1.400 millones de dólares en la mejor tecnología” con la perspectiva de abastecer, al menos, a cinco centrales nucleares, como se proyectaba a principios de los ‘90.
Sin embargo, en 2017, durante el gobierno de Cambiemos, se detuvo la producción con el argumento de que ya había suficiente stock para el resto de la vida útil de las tres centrales. Además, se sostuvo que no valía la pena una central productora de uranio natural porque había perdido vigencia internacional.
Al respecto, la doctora en Física lo desmintió al comentar que en 2021 ya se importó agua pesada. En este contexto, se reportó que harían falta 485 toneladas para abastecer las actuales centrales nucleares hasta el final de su vida útil.
Razones y problemas geopolíticos para potenciar su desarrollo
Respecto al motivo por el cual se avanzó en el acuerdo en esta coyuntura, Rodolfo Kempf expuso razones de orden geopolítico relacionadas a Estados Unidos. “Presionan públicamente con el propósito de inhibir nuestras capacidades tecnológicas en áreas estratégicas”, deslizó el miembro de la CNEA.
En ese sentido, comentó que la reactivación de la PIAP se asocia directamente a la extensión de la vida útil de la central Atucha I, escenario que los estadounidenses quieren boicotear.
Por otro lado, el doctor Kempf añadió que la construcción de la Central Nuclear Atucha III por parte de Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA) expresa un problema geopolítico para Estados Unidos. El 2 de febrero de 2022 Argentina suscribió un acuerdo con China para su construcción a partir del reactor Hualong, tecnología del gigante asiático.
Según el convenio, tendrá una vida útil de 60 años y demandará 7.000 puestos de trabajo y un 40% de proveedores nacionales. Hualong utilizará uranio enriquecido como combustible y agua liviana como refrigerante y moderador. Este factor “expresa para Argentina la continuidad de transferencia tecnológica en el ciclo de combustible”, agregó el investigador.
Asimismo, planteó que Cambiemos detuvo la producción de la PIAP “para reforzar el rol dependiente de Argentina”. Por otro lado, agregó que sus argumentos “fueron en contra de la corriente de reverdecimiento de la energía nuclear a nivel internacional”.
Al respecto, Kempf explicó que la energía nuclear otorga mayor seguridad por utilizar menos minerales pero también una mayor eficiencia dada su densidad energética. Asimismo, añadió que desde febrero la situación de guerra entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Rusia “provocó que dos de los productores de fertilizantes más importantes mermaran su producción”.
En este contexto, la reactivación de la planta abre la oportunidad de fabricar fertilizantes y proveerlos a otros estados como Canadá e India.
¿Por qué la energía nuclear es una cuestión de interés nacional?
“Argentina es un Estado protagonista en el mundo nuclear. Miembro fundador de la Organización Internacional Atómica en el ‘57. Junto a Brasil y Sudáfrica, uno de los países del Hemisferio Sur con centrales nucleares”, mencionó Kempf. El dirigente de ATE destacó el desarrollo del reactor modular CAREM en Lima (provincia de Buenos Aires), “área que se propicia en el mundo”.
No obstante, aclaró que Argentina debe avanzar en el debate sobre la extracción de uranio en territorio nacional para garantizar el autoabastecimiento y luego exportar. “Tenemos setenta años de trayectoria en la que el conjunto de los trabajadores hemos sabido resolver problemas singulares en el mundo, los cual nos pone en una situación de privilegio”, agregó.
En esa misma línea, explicó que la reactivación de la planta significa un desafío laboral, ya que “hay que reponer lo pérdido durante el parate de Cambiemos”. Por este motivo, el investigador comentó que es necesario revitalizar la maquinaria y el instrumental e incorporar personal para capacitarlo.
Entre los retiros voluntarios y la paralización de la producción se ha perdido mucho personal. “Pero tenemos todos los elementos para garantizar eso: Neuquén tiene muy buenas escuelas técnicas y Argentina un formidable desarrollo metalmecánico también”, resaltó.
Por último, Kempf confía en que Argentina pueda fortalecer sus capacidades tecnológicas. “Lo que falta en el Proyecto Nacional es un debate con el conjunto popular. Y sus organizaciones para que hagan propio el desafío de la soberanía energética y lo defiendan”, puntualizó.
Para cerrar, destacó la puesta en marcha de la planta a la par del proyecto Hualong y el proyecto CAREM “para resolver las necesidades del pueblo argentino. Como por ejemplo el abastecimiento energético o de agua potable”.
“La necesidad de avanzar en la industrialización de nuestros recursos nos permitirá tener control sobre ellos. Estas políticas soberanas son las que nos garantizan calidad ambiental”, concluyó el Doctor.