Cuando Avatar de James Cameron llegó a los cines en 2009, tuvo un éxito de taquilla mundial sin precedentes y recibió cataratas de elogios de la crítica. Los logros comerciales de la película llevaron a su nominación a nueve Premios de la Academia. Eventualmente, ganó tres y se convirtió en un hito de la cultura pop. Una década más tarde, Cameron trae a la pantalla grande su secuela: Avatar: El Camino del Agua que se estrena el 15 de diciembre.
Ambientada en 2154, Avatar explora la extracción de minerales preciosos llamados “unobtanium” en la luna de un gigante gaseoso. Sin embargo, la expansión humana de la colonia minera se vuelve problemática cuando comienza a amenazar la existencia de una tribu local de Na’vi, una especie humanoide sensible, indígena del planeta Pandora.
Un equipo de investigadores desarrolla y utiliza cuerpos híbridos Na’vi-humanos modificados genéticamente, llamados avatares, para interactuar con los nativos. Los avatares se vuelven intrínsecos a la resistencia y supervivencia tanto de la tribu como de su entorno ecológico determinado por el Árbol de las Almas.
Para Cameron, Avatar: El Camino del Agua obliga a les espectadores a pensar en las formas en que la humanidad interactúa con la naturaleza. Pero esta historia llena de autodescubrimiento está incrustada dentro de un marco y discurso familiar para los países en desarrollo: el de la colonización y el imperialismo milenarios.
De regreso a Pandora
Han pasado 13 largos años desde que la audiencia conoció el planeta Pandora. Durante ese tiempo la Tierra fue azotada por crisis económicas globales, una pandemia y una creciente emergencia climática. Pero en Pandora, muy poco ha cambiado.
El héroe principal de la primera película, Jake Sully (Sam Worthington), sigue siendo el líder de la tribu Na’vi. La tribu aún vive una vida simbiótica con la naturaleza y los bosques aún están inundados de flora de neón y fauna exótica. Sin embargo, Sully ahora tiene una familia: cuatro hijos, incluido una niña adoptada llamada Kiri (Sigourney Weaver).
Uno de los mayores cambios en la cultura popular en los últimos 13 años es el desarrollo de las franquicias del universo cinematográfico. Tal vez en un intento de mantenerse en sintonía con ello, el director James Cameron decidió repetir los temas de la primera película solo que más grande, más fuerte y con un presupuesto CGI más sustancial. Pero al hacerlo, creó una secuela visualmente impactante en detrimento de la historia.
No pasa mucho tiempo en la película cuando la «gente del cielo», los humanos invasores y colonizadores, entre los que estuvo una vez Sully, regresan. Como si los últimos 13 años no hubieran sucedido, se alimenta la trama de una fuerza imperialista malvada que lucha contra una población indígena amante de la naturaleza.
La catástrofe climática de Avatar: El Camino del Agua
Esta vez, les humanes buscan un nuevo hogar lejos de una Tierra moribunda. Esta amenaza se explora a través de la familiar narrativa cinematográfica de ciencia ficción de un ejército invasor que trabaja para una corporación. La firma busca extraer recursos y lucha contra un pueblo indígena insurgente.
Esta es una alegoría cinematográfica común que se usa para representar prácticas de colonialismo que vinculan los delitos militares con las motivaciones de las corporaciones internacionales que se benefician.
Dune (Denis Villeneuve, 2021), una epopeya de ciencia ficción similar, tiene claras propuestas coloniales. Desde los eventos del 11 de septiembre, muchas producciones estadounidenses jugaron con la forma en que Estados Unidos libró su guerra imperialista contra el terror.
Después de un conflicto introductorio prolongado, Sully se ve obligado a huir de su hogar en el bosque y llevar a su familia a una tribu distante que vive en el agua. Que la película dedique tanto tiempo a crear este hermoso pero “natural” paisaje es deliberado.
De este modo, enfatiza en cómo las poblaciones indígenas realizan una administración cuidadosa de sus hábitats. Esto último representa un correctivo importante para la catástrofe climática provocada por la sociedad capitalista.
Las horas dedicadas a construir este mundo acuático quitan profundidad a los personajes. En cambio, una subtrama cliché de niño versus padre se desarrolla en la historia. Las complejidades de la paternidad son temas que Cameron exploró en el pasado, tanto en Aliens como en Terminator 2.
Dados los vínculos claros con el mundo natural y su destrucción, la película podría haberse inclinado más hacia la atmósfera actual de protesta contra la catástrofe climática. El activismo climático está dominado por la acción colectiva de les jóvenes, pero El Camino del Agua muestra a les niñes sometides pasivamente a la voluntad de sus mayores.
Donde Avatar: El Camino del Agua se queda corta
En el tercer acto de El Camino del Agua, la unidad rebelde de las tribus indígenas, la vida animal y, de hecho, los edificios y afloramientos rocosos se enfrentan a les invasores humanes mecanicistas y militaristas. Es la batalla de la naturaleza contra el capitalismo.
Dado que ya hay una Avatar 3 en proceso, no sorprende que esta pelea sólo haya concluido de forma parcial. ¿Quizás Cameron guardó la resistencia colectiva de los jóvenes Na’vi contra las fuerzas invasoras para la tercera película? Si es así, sería una alegoría más adecuada para el activismo climático actual.
La cultura popular siempre fue un vehículo para plantar la verdad frente al poder. Pero en estos tiempos turbulentos, a menudo nos refleja los múltiples problemas de nuestro mundo con mayor detalle y calidad artística. El Camino del Agua no parece ir demasiado lejos en este camino. Cuenta una historia similar a la que contó hace 13 años.
Como dice enfáticamente la erudición climática geopolítica, la justicia climática sólo es posible con el reconocimiento y la acción contra el daño masivo causado por la mano del hombre.
En los trece años transcurridos desde la primera Avatar, estas lecciones aún no se aprendieron. La catástrofe climática se cierne sobre la Tierra más amenazante que nunca. Y, sin embargo, el mundo deberá tomar medidas políticamente audaces para luchar contra él.
La inspiración para una acción tan audaz no se encontrará necesariamente en la secuela de Avatar. Pero lo que sí se puede hallar en la película es un recordatorio de la exquisita belleza natural del mundo por la que todes deberíamos luchar.