Sobre la Costanera Sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), se encuentra emplazada, desde 1918, una obra de mármol blanco que vislumbra mujeres desnudas. Durante la gestión del intendente Adolfo J. Bullrich pidieron un monumento para la Plaza de Mayo, algo que reivindique la idiosincrasia local. Sin embargo, la Ciudad recibió una estructura que representaba el nacimiento de Venus, la diosa de la belleza, la sensualidad y el amor.
La fuente monumental Las Nereidas, inaugurada el 21 de mayo de 1903, fue blanco de numerosas críticas y armó tal revuelo que debió ser cambiada de lugar y ocultada durante el trayecto. La escultora de esta obra polémica fue Lola Mora, una mujer artista cercana a la aristocracia de aquellos años.
Años más tarde, Lola Mora logró un amplio reconocimiento por su impronta artística. En su honor, se estableció el 17 de noviembre como el Día Nacional del/la Escultor/a y las Artes Plásticas.
Cabe mencionar que los privilegios de pertenecer a la aristocracia no le brindaron a Lola Mora tanta comodidad. Señalada por su impronta artística y su compromiso por representar la libertad de la mujer y su cuerpo, la escultora debió padecer que les moralistas juzgaran y despreciaran sus trabajos. El rechazo hacia ella era tal que a la inauguración de Las Nereidas asistieron muy pocas personas.
Primeros años de Lola Mora
Lola Mora en realidad se llamó Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández. Su fecha y lugar de nacimiento son parte de un enigma que quizá algún día sea develado. Por el momento, algunos documentos aseguran que la artista nació el 17 de noviembre de 1866, mientras que otros sostienen que fue el 12 de abril de 1867. El lugar de origen tampoco es claro, por lo que varias biografías de Mora señalan que nació en Salta, al tiempo que otras marcan que fue en Tucumán.
Lo que sí es certero es que en esta última provincia vivió durante mucho tiempo junto a su familia. Lola era la tercera de siete hermanes: cuatro mujeres y tres hombres. Pero la desgracia tocó la puerta familiar y en 1885 les siete hijes quedaron huérfanes: sus padres murieron con tan sólo dos días de diferencia y en diferentes circunstancias.
Dos años después de la tragedia, la joven ya rondaba los 20 años de edad y decidió continuar sus estudios. De esta manera, se anotó en las clases que el pintor italiano, Santiago Falcucci, brindaría en Tucumán y donde aprendió técnicas de pintura, dibujo y retrato. Fue con él con quien Lola Mora estudió sobre el neoclasicismo y el romanticismo italiano, estilos fundamentales en su obra.
Para 1894, la joven artista realizaría su primera exposición compuesta por 25 retratos de gobernadores tucumanos y en 1896 ganó una beca del gobierno argentino. Gracias a este premio, Mora pudo viajar a Roma para estudiar con el pintor Francesco Michetti.
Sin embargo, fue con el escultor Giulio Monteverde con quien descubrió su verdadera vocación por la escultura. Desde entonces, la artista emprendió los caminos que la ubicarían como una de las mujeres más influyentes del arte argentino.
El reconocimiento
Lola Mora decidió, en 1900, regresar a su tierra natal pese a los elogios que recibía de países europeos. Gracias a su reconocimiento y fama internacional, en suelo argentino tuvo varios encargos por parte del Estado.
Entre tantos, los más destacados fueron la estatua de Juan Bautista Alberdi para Tucumán; la fundición de estatuas y relieves conmemorativos para el Monumento del 20 de febrero en Salta, y la famosa Fuente de las Nereidas en CABA. Además, varias de sus esculturas pueden encontrarse en las distintas provincias del territorio argentino.
La escultura fue halagada y despreciada por presentar cuerpos desnudos de mujeres en tiempos en que no eran protagonistas y sólo se las relegaba al ámbito privado. La incomodidad que generaba su adelanto artístico era tal que varias de sus esculturas fueron ocultadas durante mucho tiempo.