Desde el 22 de septiembre, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Agüero 2502, CABA) presta sus muros para el resonar de la voz de una de las poetas más prominentes que ha dado la Argentina. «Alejandra Pizarnik. Entre la imagen y la palabra» es una propuesta diferente. El archivo histórico no solo recoge sus composiciones literarias, sino que explora el proceso creativo de la poetisa en su totalidad.
A cincuenta años del fallecimiento de la escritora, el fondo documental, curado por Evelyn Galiazo, toma la ardua tarea de recabar el material disponible, en un intento por darle un nuevo sentido a su poética melancólica.
La muestra cuenta con una recreación del laboratorio de Alejandra, así como con una sala donde se pueden apreciar los objetos intermediarios y soportes que acogieron los pensamientos de la poetisa. De esta forma, el público puede observar su máquina de escribir, múltiples manuscritos, cartas, collages, dibujos, libros subrayados y notas al margen.
Ser testigo de estas facetas de su obra solo es posible gracias a los documentos que la Biblioteca Nacional se ha encargado de recuperar y compilar a través de los años. El Fondo Alejandra Pizarnik, originado en 2007, está compuesto de seiscientos cincuenta volúmenes, además de ciento veintidós libros y archivos donados por Myriam Pizarnik de Nesis, heredera y hermana mayor de Alejandra. Asimismo, coleccionistas externos han accedido a prestar parte de sus tesoros para poder ampliar la muestra.
El mundo secreto de Pizarnik
Con caligrafía apretada y letras sin demasiada parafernalia, Alejandra nos permite un atisbo de su compleja discursiva. Leer, subrayar, copiar y reescribir era su método favorito para abordar una cultura en la que, según ella, todo estaba dicho. Abordaje interdisciplinario de por medio, Alejandra creó cuadernos que podrían ser un antepasado lejano de los actuales “journals” o “scrapbooks” donde los artistas dejan fluir su creatividad sin limitarse a un área en concreto.
Un ejemplo de esto es el “Cuaderno Verde”; una libreta que comprendía fragmentos de autores que Pizarnik admirada, los cuales eran intervenidos a través de distintas técnicas. El “cahier vert”, como lo llamaba ella, se convirtió así en un dispositivo entramado que desdibuja y reconstruye las fronteras del texto, sirviéndose de diversos procedimientos que facilitan su apropiación y lo llenan de texturas.
La imagen: amiga y traductora
La pintura, el collage y los bosquejos auxiliaron a Alejandra en su odisea por habitar una lengua y un idioma que, en ocasiones, le eran tan esquivos. En este contexto, la imagen toma la palabra, literal y figurativamente. La escritora derriba la concepción de que el texto es puramente inmaterial y lo visibiliza utilizando recursos plásticos.
Asimismo, se puede observar el forcejeo entre Pizarnik y su propia construcción literaria. Notas preparatorias, apuntes y reformulaciones dejan en evidencia la naturaleza rebelde de sus textos, cualidad que heredaban de su creadora. “Tagore descubría formas divinas en sus tachaduras”, expresa la autora en una de sus cartas a Antonio Requeni, y no se equivocaba.
El montaje de su propia imagen autoral siempre fue una cuestión central en la manera en que Alejandra se aventuraba en las obras de terceros. «Alejandra Pizarnik. Entre la imagen y la palabra» permite el acceso a otra cara de la poetisa, a un lugar más vulnerable y de pre producción. «La exposición intenta plasmar la plasticidad de la escritura pizarnikiana, que convoca al dibujo y al collage como declaración de principios poéticos», expresó Galiazo, curadora de la muestra.
Ciertos animales que sólo viven de noche
Más allá de la metodología, no podemos olvidar los resultados de las investigaciones y autopsias que Pizarnik realizó sobre el cuerpo de la lengua. Sus poemas, tan bellos como oscuros trascienden las generaciones con la atemporalidad de sus palabras. La escritora manipula temas como la angustia, la soledad, el silencio, la apatía, el desamor o el amor escarnecido, ese que aparece una y otra vez en su correspondencia a Silvina Ocampo.
Dueña de una variedad de palabras que van desde la más cruda hasta la más gentil, su legado sigue consolando el espíritu de cientos de humanos desahuciados, enamorados y exhaustos de un mundo que no logra contenerlos. Es que la sensibilidad de Alejandra Pizarnik sobrevivirá su trágico final y su autoproclamada desafortunada existencia.
La muestra solo llega a complementar una figura eternamente presente en la literatura Argentina, a permitir un vistazo al interior de su taller; pero su esencia está en sus obras, en las publicadas y las póstumas, en su empuñadura de la pluma donde las metáforas fluían y sangraban.
Pizarnik, para siempre
Quienes se acerquen al espacio podrán componer su propio poema con palabras claves del estilo que tan bien supo manejar Pizarnik, una actividad, sin duda, tan enriquecedora como emocionante. Ya sea siendo lector o lectora de esta peculiar escritora o simplemente por curiosidad, la exposición es un paseo cultural que invita a revisitar la propia percepción de la vida.
Hasta el 30 de abril de 2023, el quinto piso de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno ofrece a sus visitantes la experiencia de sumergirse en la cabeza y el corazón de una mujer que no logró evadir el encanto de la muerte. Se puede visitar «Alejandra Pizarnik. Entre la imagen y la palabra» de lunes a viernes de 9 a 21 h y sábados y domingos de 12 a 19 h. La entrada es libre y gratuita.