El fugaz gobierno de Liz Truss fue visto a nivel mundial como un fracaso de la política británica. La ahora ex primera ministra del Reino Unido renunció tras 44 días de mandato. Ya tiene un reemplazo, este 24 de octubre asumió en su lugar Rishi Sunak.
Liz Truss tomó el 5 de septiembre de este año el maltratado lugar que dejó Boris Johnson, su predecesor. El contexto era el de una crisis financiera a nivel nacional y política al interior del Partido Conservador. Se esperaba que la nueva “dama de hierro” (como se la llamaba a Margaret Thatcher), arreglara con su “mano dura” los múltiples problemas que afrontan les britániques.
Que Liz Truss representa al ala más neoliberal no hay dudas. Pero más allá de sus ideas y su pertenencia a cierto partido político, tampoco se puede negar que fue un claro ejemplo de lo que se conoce como “precipicio o acantilado de cristal”.
Tomar el poder al borde del abismo
El concepto de “precipicio o acantilado de cristal” tiene casi 20 años. Acompaña a otros con más popularidad como “techo” o “paredes cristal”, que hacen referencia a los impedimentos invisibles que tienen las mujeres para acceder a ciertos trabajos o posiciones de liderazgo.
Hay estudiada otra realidad: las mujeres tienen mayores posibilidades de obtener puestos de poder cuando las organizaciones se encuentran en crisis. Es decir, frente a contextos adversos logran alcanzar esos cargos que antes les eran rechazados. Incluso, en áreas “masculinizadas”. Esto es lo que en el mundo del liderazgo femenino se llama “acantilado o precipicio de cristal”.
En 2003, The Times publicó una nota que argumentaba que las empresas de Gran Bretaña con mujeres en sus juntas directivas tenían peor rendimiento en sus acciones. Así, afirmaba los estereotipos por los que existe el “techo de cristal”.
Ante esta declaración, Michelle Ryan y Alexander Haslam realizaron una investigación en 2004. Descubrieron que la mayoría de esas organizaciones ya estaban en caída cuando las mujeres accedieron al liderazgo.
Por eso acuñaron el término de “precipicios de cristal”. Las empresas, partidos políticos, gobiernos, entre otros, tendían a ceder los lugares de dirección a las mujeres en épocas de crisis. Lo hacían guiades por prejuicios en torno al género femenino: la capacidad de empatía, la sensibilidad, la flexibilidad que siempre se le atribuyó.
El estudio demostró que en momentos de prosperidad, en cambio, se prefiere a líderes varones. A ellos se les atribuye la dureza, la inteligencia y el carácter fuerte para llevar las riendas.
Los roles de liderazgo a los que acceden las mujeres en situación de “acantilado de cristal” son precarios. Involucran un mayor riesgo de fracaso porque no comienzan con el reloj en 0, sino en condiciones de desventaja.
Los príncipes al rescate
Cuando Liz Truss llegó al poder la situación del gobierno británico presentaba más de una complicación. Boris Johnson dejó el puesto de primer ministro tras escándalos que involucraron a sus funcionarios y una mala administración de la pandemia del virus Covid 19.
La fugaz líder del Partido Conservador no pudo hacer milagros para remediar la situación, y sus políticas neoliberales solo empeoraron las cosas. Después de 44 días, se espera que el nuevo primer mandatario, Rishi Sunak, venga a salvar las papas.
Los casos de mujeres que toman el poder enfrentándose al “precipicio de cristal” se ven en todo el mundo. En Argentina hubo un ejemplo reciente: el corto paso de Silvina Batakis como ministra de Economía de la Nación.
La ex titular de la cartera de Economía también asumió en un momento de delicado equilibrio. En una tarde de sábado, el entonces ministro Martín Guzmán renunció de forma sorpresiva y dejó el país con una gran incertidumbre.
En ese marco, Silvina Batakis tomó su lugar. Al igual que Liz Truss, no duró mucho, tan solo 24 días. Fue la segunda ministra de Economía en la historia del país. Mantuvo el asiento ocupado hasta que, cual príncipe salvador, Sergio Massa vino al rescate y agarró las riendas.
En un mundo de avances de los derechos de las mujeres y de las personas del colectivo de la diversidad sexual, aún no se da la democratización de las posiciones de liderazgo. En gran medida, son los hombres quienes continúan con la toma de decisiones que afectan, en el caso de los gobiernos, a millones de personas.