En Argentina, los años 80 representan una dicotomía a la hora de releer su historia reciente: por un lado, se encuentran los relatos basados en el terror y nutridos de exilio, muerte y desaparición. Por otro, se puede distinguir también el brote de novedosas expresiones artísticas, como la de Federico Moura junto con Virus.
El rock durante el terrorismo de Estado
El rock argentino tuvo un rol protagónico gracias a les jóvenes que lo producían y lo consumían. Es que de manera espontánea, este género musical logró conformar un movimiento que se expresaba en contra de la Junta Militar en el poder.
Con el miedo como mecanismo de manipulación, el gobierno de facto utilizó la censura, la represión y la persecución para acallar a quienes se interpusieran a su plan. Los tiempos se tornaron cada vez más violentos, sin embargo, el rock emergía con numerosas bandas y solistas que resistían.
Entre ellas estuvo Virus, el grupo oriundo de La Plata e indispensable para hablar de los 80 en nuestro país. Con una impronta diferente al resto del rock local, la banda que lideró Federico Moura fue una de las impulsoras de la new wave en el país.
Además, se corrió de los discursos más contestatarios y fue por otro lado: reivindicó el goce; la diversión y el baile en tiempos en que la quietud era una orden.
Los primeros años de Federico Moura y Virus
Federico Moura fue el último en unirse al proyecto musical Duro, luego de que sus hermanos Julio y Marcelo se lo pidieran en enero de 1980. Rápidamente el grupo pasó a llamarse Virus y quedó conformado por Federico (voz); Marcelo Moura (teclados, segunda voz y coros); Julio Moura (guitarra); Ricardo Serra (guitarra); Mario Serra (batería) y Enrique Mugetti (bajo).
La banda se destacó por tener un sonido diferente a lo que ya había. Incluso, fue uno de los grupos que marcó una nueva etapa dentro del rock que surgió a fines de la dictadura y el retorno de la democracia. Pero a pesar de que una parte del público disfrutaba lo que hacían, otres los miraban de reojo. Sus canciones, sus peinados y sus atuendos eran rechazados y considerados como “frívolos” teniendo en cuenta el contexto dictatorial.
Además, Virus tenía otra particularidad a comparación del resto de los grupos: Federico, su frontman, era homosexual. En los tiempos que corren, esto tal vez podría pasar desapercibido. Pero en ese momento no se trató de una característica más y mucha gente se los hizo saber. El rechazo entonces no fue solo musical, sino que además estaba ligado a un discurso abiertamente homofóbico.
Y si bien el rock argentino se destacó por agrupar diversas juventudes y configurar una identidad que incentivaba a la “liberación”, no estuvo exento de los prejuicios en cuanto a los roles de género. Tal como la mayoría de los espacios que funcionan bajo el sistema patriarcal, reproducía lógicas hegemónicas y heteronormativas que enlazaban la figura del rockero con la del hombre cis-hetero.
Entre el rock y las críticas
Las críticas hacia Virus venían desde todos lados: de otres músiques que subestimaban su obra; de la prensa que no comprendía lo que hacían o hasta del público que estaba acostumbrado a propuestas más hippies o “pesadas”. Sin embargo, todas las burlas caían en el mismo lugar: que Virus era “la banda de los putos”.
“Como Federico era el cantante, el que hacía las notas y el que más aparecía en televisión, era la imagen que representaba al grupo”, contó Marcelo Moura en diálogo con Daniel Riera y Fernando Sánchez.
Por su parte, el artista y sociólogo, Roberto Jacoby, rescató el legado del músico y reivindicó su participación dentro de este género musical. De esta manera, Jacoby aseguraba que “el verdadero rockero es el que rompe con todo y el rock solo tiene sentido cuando es rebelde”. “Y él era un rebelde que no le daba tanta importancia al hecho de ser puto. Lo era y punto”, agregó.
Lejos de ocultarse, Virus siempre iba por más y con Federico a la cabeza, mantuvo una impronta hedonista y romántica que burlaba al status quo. El rock en tanto empezó a tomar otro rumbo: podía hablar de encuentros sexuales, de masturbación o incluso del amor sin necesidad de “cantarle a una novia”.
Con él entonces nació una “subversión” dentro de un campo ya considerado “subversivo”. A partir de su propuesta, Federico Moura se alejó del estereotipo de los varones del rock y expuso un estilo diferenciado. Así, puso en disputa los cuerpos y, sobre todo, los roles de género, provocando cierta incomodidad y confrontación dentro de un espacio que hasta entonces se suponía llano.