El lunes 7 de septiembre asumió Liz Truss, la nueva líder del Partido Conservador británico. La misma se encargó de formar el gobierno durante una audiencia con la reina Isabel II; momentos antes de la renuncia formal de Boris Johnson.
Como era sabido, Truss se encontró con muchos problemas económicos en los primeros meses de su gobierno. En este sentido anunció, a fines de septiembre, un paquete de medidas -dentro de un “mini presupuesto”- que contemplaba el congelamiento de las facturas energéticas; una baja de impuestos; y la desregulación en el sector bancario. Sin embargo, no incluía nada para financiarlo más allá de engordar la ya muy abultada deuda pública británica.
El día de ayer, el ministro de Finanzas (quien asumió hace unos días, como un manotazo de ahogado), Jeremy Hunt, tiró al tacho el presupuesto de la primera ministra; dejándola en una posición de debilidad total.
“Primero vamos a cancelar casi todas las medidas impositivas anunciadas en el presupuesto para el crecimiento. La ayuda energética seguirá durante el invierno hasta abril del año que viene”, dijo Hunt. Y añadió: “La primera ministra y yo coincidimos que no es responsable exponer a las finanzas públicas a un mercado internacional volátil”.
Más tarde, en una entrevista con la BBC, Truss pidió perdón por los errores que cometió en el comienzo de su mandato y aseguró que no dejará su cargo. Además, señaló que la masiva bajada de impuestos que prometió al asumir fue “demasiado lejos y demasiado de prisa”; y por eso su ministro hizo un giro de 180 grados en la estrategia.
Las Medidas de Truss que no fueron
El ministro Hunt revirtió la práctica de la totalidad de las medidas fiscales que se adoptaron y que, paradójicamente, constituían la columna vertebral de su programa de gobierno.
Cabe destacar que el ministro de finanzas fue derrotado por la primera ministra en la campaña del verano inglés para sustituir a Johnson. En su campaña, Hunt prometió una reducción aún mayor de los impuestos corporativos: bajarlos del 25 al 15% en vez del 19% de la actual primera ministra.
Los mercados financieros británicos se sumieron en un gran nerviosismo y volatilidad luego de que Truss y su anterior ministro de Finanzas, el ultraliberal Kwasi Kwarteng, anunciaron el 23 de septiembre medidas para tratar de lidiar con una fuerte alza en el costo de vida.
De esta manera, la decisión tomada por Hunt tuvo un doble objetivo. Por un lado, tratar de calmar a los mercados financieros -que cerraron en alza tras el anuncio- y por otro, proteger a Truss tanto de los cuestionamientos de su propio partido como de la oposición laborista; aun al precio de desbaratar toda la agenda económica de la premier.
También se eliminaron los recortes a los impuestos sobre los dividendos y las compras libres de IVA para los turistas internacionales, junto con la congelación de las tasas de impuestos sobre el alcohol.
Además, las ayudas a los hogares para hacer frente a las costosas facturas energéticas -una de las medidas más promovidas por Truss- se limitarán a seis meses. Es decir, hasta abril en lugar de los dos años prometidos por Kwarteng.
“Actué rápidamente para reparar esos errores” explicó Truss en un mensaje que parecía dirigido al interior de su partido. Espacio donde, según la prensa, se multiplicaron las maniobras tras bambalinas para obligarla a dejar el cargo.
En este sentido, medios locales informaron que, tras este nuevo golpe a su credibilidad, la jefa del Gobierno prevé una inminente reunión con los diputados de su Partido Conservador para intentar convencerlos de que la mantengan en el cargo.