Tras el fallecimiento de la Reina Isabel II a sus 96 años, entró en escena el debate sobre el debilitamiento de Inglaterra; y el impacto que el deceso de su monarca produciría a nivel mundial. Isabel Alejandra María Windsor, Reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, conocida como Isabel II, gobernó durante 70 años. Durante su reinado, fue responsable no sólo de la Guerra de Malvinas en 1982; sino del ejercicio permanente del colonialismo en nuestra Patria y en diversas partes del mundo.
La ocupación colonial del Reino Unido en nuestras Islas Malvinas, Georgias, Sándwich del Sur y sus mares circundantes aún pone en riesgo los intereses argentinos.
“Dios salve a la Reina”
Si bien en el imaginario social es la ex Primer Ministra Margaret Thatcher la máxima expresión de la Guerra de Malvinas, la monarca tuvo una fuerte presencia en el conflicto. La ambición imperial que caracteriza al Reino Unido no sólo fue reforzada políticamente a partir del accionar de la Reina Isabel II; sino que también se evidenció simbólicamente en cada acto.
En 1982 el Partido Conservador sufría un notorio desgaste, la popularidad de Margaret Thatcher descendía y la situación económica era desfavorable. En ese entonces, Isabel II autorizó la decisión de la Primer Ministra de desarrollar la guerra. El común planteo es que el motivo fue contener la estabilidad política británica. Pero en lo geoestratégico fue otro: defender los intereses británicos coloniales y sus socios políticos; a partir de la ocupación de un territorio estratégico en el Atlántico Sur.
Durante la Guerra, la Reina mantuvo recurrentes audiencias públicas con Thatcher para definir el rumbo del evento militar. Además, fue la artífice de movilizar a un pueblo británico que no acompañaba el enfrentamiento. “Para generar simpatía con la Guerra de Malvinas se empezó a usar al Príncipe Andrés”, señaló a Radio Gráfica el periodista e investigador del Observatorio de Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLA), Juan Natalizio.
Isabel II se puso a la cabeza de la campaña triunfalista. Al final de los comunicados de las fuerzas invasoras aparecía la consigna “Dios salve a la Reina”, en clara alusión a la auténtica responsable de los actos políticos. De hecho, en el reconocido Desfile de la Victoria del 12 de octubre de 1982, en el que se prohibió que desfilen los combatientes británicos heridos, la Reina estuvo presente y fue protagonista.
Impacto geopolítico de la muerte de la Reina
La muerte de la reina Isabel II deja un profundo vacío político y, en consecuencia, espacio para que se aceleren cambios de orden geopolítico. En lo formal, el trono pasa inmediatamente a su heredero, el ahora rey Carlos III. En lo real, se genera una sucesión en la jefatura de Estado del Reino Unido pero centralmente de la Commonwealth; una asociación de 56 países independientes que comprende a 2.400 millones de personas.
La disconformidad de importantes naciones integrantes de la Commonwealth viene creciendo en los últimos años; y la muerte de quien organizó los planes políticos de dicha asociación durante siete décadas se lee como una oportunidad. En este marco, Escocia, Gales e Irlanda del Norte han ensayado referéndums para divorciarse del Reino Unido. Estos, si bien han fracasado, debilitaron políticamente a la realeza.
A su vez, desde que Barbados se convirtió en república en 2021, otros reinos de El Caribe han sugerido seguir ese camino. Lo mismo sucede con Sudáfrica y Australia, potencias económicas que evalúan abandonar la asociación conducida por el Reino Unido.
El desarrollo político de estos procesos debilita notoriamente la influencia geopolítica de Gran Bretaña sobre sus antiguas colonias y actuales dominios independientes.
Cabe aclarar que es el Reino quien conduce políticamente la política exterior de Gran Bretaña, recibiendo a otros Jefes de Estado y diplomáticos. En efecto, es el Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones el espacio que define la política colonialista del Reino Unido. Es decir, su mayor activo geoestratégico.
La ocupación colonial en Malvinas y en Gibraltar; el secuestro del oro de Venezuela y tantos otros gestos propios del ejercicio de una política pirata, son sostenidos desde esta oficina. El vacío de poder que se despliega a partir de la muerte de Isabel II echa incertidumbre sobre la continuación de estas situaciones; en un escenario de declive geopolítico de los intereses británicos.
Patria o Colonia
Ante cualquier cuestión británica, siempre aparece la Causa Malvinas. Entre otros, el Centro de Combatientes Islas Malvinas (CECIM) de La Plata se pronunció al respecto. Desde la agrupación remarcaron que Isabel II expresó el ejercicio permanente de la política colonial británica; y comunicaron preocupación por el “tratamiento edulcorado” de la figura de la reina.
Políticos y medios de comunicación, principalmente, han demostrado pleitesía con la muerte de la monarca. En su programa en la radio de El Destape, Roberto Caballero protestó contra estas actitudes y reforzó que “la reina no es argentina. Las Malvinas sí”.
Isabel II fue la ideóloga de la Guerra que se llevó la vida de 647 combatientes argentinos y de la ocupación colonial de nuestras islas. En una declaración pública el 8 de mayo de 2013, dijo que su gobierno “garantizará la seguridad, buena gobernanza y desarrollo de los territorios de ultramar; incluida la protección del derecho de los habitantes de las Falklands (según nomenclatura británica) a determinar sus futuros políticos”.
La geopolítica sobre Malvinas
La posición de Gran Bretaña es clara en relación a la Cuestión Malvinas: defender de forma permanente sus intereses colonialistas. La base militar en Malvinas es la más grande de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el Atlántico Sur. Esto es por tres motivos fundamentales: es un territorio estratégico por el paso bioceánico entre los océanos Pacífico y Atlántico; por los recursos naturales, principalmente ictícolas e hidrocarburíferos; y por la proyección hacia la Antártida.
Por ende, la estrategia de la Argentina debe ser fortalecer el posicionamiento soberanista a nivel internacional pero, principalmente, tomar medidas de remalvinización cultural y social.
Entre otros asuntos, debe prohibir los vuelos del continente a Malvinas; reunirse con todos los países que obtienen licencias pesqueras británicas ilegales; denunciar cualquier clase de proyecto legislativo que pretenda favorecer los intereses británicos, como el proyecto Agujero Azul que tiene media sanción en diputados. La geopolítica inglesa sobre Malvinas tendrá continuidad, la clave es determinar la propia.