Miércoles por la tarde, los grandes medios de comunicación hablaron de una Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) “sitiada por piqueteros”. En las redes sociales, trolls del macrismo, metidos en la interna de Juntos por el Cambio, criticaron a Horacio Rodríguez Larreta por permitir el acampe de las organizaciones sociales. Les profetas del odio, como ante cada marcha de los sectores humildes de este país, utilizaron el argumento de la libertad para pedir represión.
Frente al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, centenares de personas encolumnadas en distintas organizaciones, esperaban la salida de la dirección de la Unidad Piquetera. El ruido de los bombos, por momentos, era más fuerte que el sonido de los miles de autos que pasaban por la 9 de Julio.
“En los comedores no tenemos leche; no tenemos alimento de variedades, nos están mandando polenta”, dijo María Rodríguez, una militante de Barrios de Pie – Libres del Sur de la ciudad de La Plata. “¡Y con polenta no se puede alimentar a los chicos!”, agregó.
La multitud en la Plaza de Mayo
La plaza, como tantas otras veces, se encontraba colmada de gente. Variaron las edades, las organizaciones a las que pertenecen, los lugares de origen e, incluso, lo que pudieran llegar a pensar en términos ideológicos.
La diversidad era una característica presente que solo se rompía en un punto que, en definitiva, une a toda la multitud: son quienes más están sufriendo la difícil situación socio-económica que atraviesa el país.
De eso se desprende otro rasgo en común. Son las mismas personas que han padecido, en las últimas semanas, la profundización de la estigmatización mediática.
Les carroñeres de siempre han dedicado horas de televisión o ríos de tinta para acusarlos de ser la causa de todos los males argentinos. Les vagues, les planeres, un ganado incapaz de pensar por sí mismo.
Por ese motivo, quizás, muches no se animan a hablar frente a un micrófono. Nadie quiere ser parte de un recorte miserablemente tendencioso que luego se viraliza con objetivos políticos.
Un pequeño escenario, ubicado casi en el centro de la plaza, esperaba la vuelta de la dirección de la Unidad Piquetera. Detrás de él, frente a Casa Rosada, una decena de gazebos se extendía en los primeros metros del lugar.
En ellos se observaban diversos productos de la economía popular y stands informativos sobre algunas de las reivindicaciones de los movimientos sociales.
“Para nosotros, acceder a una vivienda, que es un derecho básico, es inalcanzable”, contó Iris, una militante del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL). “Por eso estamos luchando para que se nacionalice la normativa 341 de CABA para viviendas autogestionadas”, concluyó.
En tanto, mientras el reloj marcaba las 18 h, familias enteras empezaron a armar las primeras carpas en la Plaza. La gente parecía saber que, a pesar de no haber confirmación oficial, iban a tener que pasar la noche allí. El frío, que se sentía en todo el cuerpo, no parecía, tampoco, ser un impedimento.
“Nosotros que estamos en los barrios, en la calle, vemos las necesidades que sufren nuestros compañeros todos los días”, explicó Claudia Santillan, coordinadora de organización del área de deporte de Barrios de Pie – Libres del Sur. “Es por eso que, a pesar del frío que hace, nos vamos a quedar acá”, concluyó.
El acampe
La dirección de la Unidad Piquetera se subió al escenario. Desde allí, mientras el sonido de los bombos se reducía para dar paso a los anuncios, una de las voceras puso fin a la especulación sobre la permanencia en la Plaza.
Luego de explicar que los movimientos sociales no fueron recibidos por Sergio Massa, que se encuentra fuera del país, ni que tampoco tuvieron respuesta en el Ministerio de Desarrollo Social, dieron paso a la votación.
De un momento a otro, todas las personas presentes alzaron la mano para aprobar el acampe como medida de lucha. “¡Unidad de los trabajadores! ¡Y al que no le gusta, se jode, se jode!”, cantó al unísono la multitud.
Las decenas de carpas que estaban armadas, en cuestión de minutos, se transformaron en centenares. La mayoría de los medios comunicaron la noticia con indignación. Por una noche, la Plaza iba a ser tomada por personas que, según el relato mediático, no tienen derecho a manifestarse. Los mensajes de odio, rápidamente, se replicaron en las redes sociales.
Ya de noche, la tensión se apoderó de la Plaza cuando decenas de efectivos de la Policía de la Ciudad amenazaron con avanzar para desalojar el acampe: “¡Estos hijos de puta siempre hacen lo mismo!”, gritó enojado un vendedor ambulante que se encontraba cerca, “¡nos joden la vida a todos!”.
Sin embargo, tras negociaciones de la Unidad Piquetera con el Gobierno de la Ciudad, se permitió el acampe tan solo en el espacio físico de la Plaza. La medida, que transcurrió con normalidad hasta las 11 h de este miércoles, no le afectó la vida a ninguno de los que, con sobreactuación, se indignaron por ella.