En esta oportunidad la identidad sexual y la incertidumbre de asumir la sexualidad de un integrante en la familia llega al teatro con la obra “Azul y la navidad”. Donde muestra la hostil realidad en la que se manejan en algunos pueblos del interior del país, frente a la diversidad de género. Una tierna y reveladora historia de Lorena Romanin, quien con su perspicaz pluma hace reflexionar a la platea. Además bajo su dirección también, el grupo actoral va dando forma a magníficos personajes. Las funciones son los lunes a las 20 horas en la sala del barrio de Chacarita, El galpón de Guevara, Guevara 326, CABA.
Hoy leer noticias o ver en la televisión ficciones sobre la diversidad sexual por suerte ya es más frecuente que en otros años. Pero apreciarlas en las tablas sacude de manera directa sobre el espectador; el teatro es el espacio perfecto para mostrar y generar categorías que sirvan para romper paradigmas, ya que la trama es en vivo y así resulta más empática.
En esta pieza el reencuentro de dos hermanas, trae además el condimento del cambio de género de un sobrino de ellas. Porque la última vez que Azul vio a sus primos y a sus tíos, todavía usaba el nombre de Juan Cruz. Una historia que muestra las consecuencias de la discriminación sexual, como la violencia, el desconocimiento y el tabú puede reinar en lugares no tan modernos. Además la obra plasma a su manera, valores como la honestidad, la aceptación y la comunicación individual y colectiva, más una fuerte reflexión dentro del seno familiar.
Una trama familiar con varios conflictos
Pese a que primera vista, la temática de cambio de identidad priorice la obra. En realidad el conflicto de mayor peso es la separación de dos hermanas durante seis años por diferencias de valores familiares y personales. Ambas hermanas tienen hijos, y al producirse el reencuentro en una noche de navidad, el público tendrá la complicidad de ver como un tema tan actual en la sociedad moviliza no solo a la familia sino también a un pueblo del interior de Argentina.
El texto de Romanin como siempre es muy dinámico y costumbrismo puro, de rápida llegada. Quizá la temática de LGTBIQ+ y todas sus aristas, más un abanico de conceptos, resulta como algo forzado dentro de los diálogos. Esto de cada personaje al principio exprese un concepto de gay, bisexual, o trans le resta naturalidad al mensaje en general.
La magia en realidad sucede cuando la parte de la identidad sexual pierde peso en la trama, y se da espacio al verdadero conflicto. Esta separación de dos familias por tanto tiempo, y cómo tratarán de volver a confiar estas hermanas la una en la otra. Que se lucen tan heridas en su moralidad como desesperadas por sus prejuicios.
La expresión casi total del elenco
Realmente es una obra moderna muy buena que fusiona un texto cargado de variadas emociones, con una acertada dirección y sobre todo viscerales actuaciones. El heterogéneo elenco son quienes conmoverán de seguro casi en su totalidad a los espectadores con cada una de sus acciones.
Con este buen argumento como base, y con Mayra Homar como Virginia, la ingenua y emocional madre más Eugenia Guerty como Checha, la otra mamá y su hermana, no puede fallar. Ambas logran una actuación espléndida como integrantes de una familia muy actual. Acompañadas muy bien por Guido Botto Fiora, poniendo el toque de cordura en el momento en el que todos pierden el norte, más su naturalidad de siempre. Marco Gianoli, con un personaje más jugado dentro de su carrera, que suma rebeldía y conflicto. Luciana Grasso muy divertida, como su novia, una entretenida y ocurrente interpretación. Pablo Finamore, como un peculiar padre de familia y Carolina Unrein como Luz, una joven que ya dejó en el pasado su crisis de identidad, el tierno personaje que da título a la obra.
Y aunque comienza entre risas, los prejuicios y el conflicto se apoderaron de la historia para hacer de alguna manera empatizar a la platea con la injusticia social y lo capaces que pueden ser las personas hasta con las palabras. Nos convertimos en testigos de hechos irracionales en los cuales a veces sin saberlo también somos partícipes