La ciudad de Buenos Aires no solo es exultante por su movida teatral, también lo es por los conocidos “Café Notables” como se los conoce a los bares que tienen como característica ser lo más representativo de la ciudad. Estos sitios están estrechamente vinculados a la historia. Ya sea por su peso cultural, su decoración o antigüedad, todos constituyen el Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Este es el caso de la Confitería La Giralda situada en la Avenida Corrientes 1453.
A pesar de permanecer cerrada al público durante más de dos años, debido a numerosas refacciones, La Giralda retomó sus servicios el 25 de agosto del 2021. Al volver, el mítico lugar no perdió, en lo más mínimo, la esencia de lo que fue originalmente en la década de los treinta.
Durante mucho tiempo se mantuvo abierta 24 horas. Actualmente, continúan con esa misma modalidad los días viernes y sábados; de lunes a jueves funciona de 7 a 01 am.
Un poco de historia
Los primeros dueños de La Giralda eran españoles y bautizaron el lugar en homenaje a la torre campanario de Sevilla. El monumento, emblemático de la ciudad española, tiene su réplica en el vitral en uno de los pasillos de la confitería porteña. El café ocupa la planta baja de un edificio de principios del siglo XX, construido por el arquitecto alemán, Carlos Nordmann.
La Giralda nació en 1930 como lechería, de la mano del andaluz Francisco Garrido, pero fue en 1951 que se convirtió en un símbolo de la calle Corrientes. Ese año fue adquirida por Antonio Nodrid, quien conservó el nombre, la marca de chocolate de su primer dueño y la tradición de los churros. Su bisnieto fue el último Nodrid que estuvo a cargo del bar, dejando la dirección enl 2018.
Posteriormente, Gabriel García y Nicolás Marqués compraron el fondo de comercio. Ya como los nuevos dueños, se animaron a hacer cambios en el emblemático espacio. No obstante, decidieron conservar la fachada del frente y dejar las remodelaciones para el interior del local, el cual mezcla aires vintage y modernismo.
Un presente prometedor
Ariel Jacyk y su amplia experiencia en el rubro gastronómico se incorporaron a La Giralda el año pasado. Jacyk, quien es el nuevo encargado, se convirtió en testigo fiel de cómo fue dándose la mutación de La Giralda hasta lograr la nueva cara del lugar para les clientes de siempre.
“Fue y es emocionante porque ha sido un trabajo arduo. Desde el año pasado, cuando se abrieron las puertas, la aceptación fue increíble. Los antiguos clientes no dudaron en venir a disfrutar, expresaron que estaban felices porque veían más linda a La Giralda. Además, las nuevas generaciones concurren para probar los churros con chocolate y conocer la historia”, afirmó.
Luego, acotó que La Giralda fue el búnker de diversas personalidades importantes del país. “Estuvieron poetas, actores, cantantes, escritores y personalidades diversas como Juan Domingo Perón, Arturo Frondizzi, Raúl Alfonsín, Mercedes Sosa y Leonardo Favio”, expresó Jacyk.
La confitería tiene capacidad para ciento diez personas y trabajan alrededor de nueve mozos. No obstante, no quedó ninguno de la administración anterior. Jacyk reiteró que a pesar de tantos cambios, hay clientes de toda la vida que se mostraron asombrados por la reapertura del lugar.
Con tintes antiguos
Como toda confitería con tradición, además de los cambios que puedan darse con el tiempo, los nuevos propietarios de La Giralda conservaron el frente del local y recuperaron las maderas con los espejos tallados al ácido que están en todo el perímetro del lugar. También replicaron el cartel de neón de la antigua Giralda que anuncia «chocolate con churros», las mesas de mármol y las sillas estilo Thonet, que eran las que se diseñaban en los años 30.
El arquitecto Gustavo Cerrotti,encargado de recrear el emblemático bar, cuidó detalle por detalle. Los apliques y artefactos colgantes fueron realizados especialmente con inspiración Art decó.
Además del mencionado cartel, La Giralda posee objetos que es difícil encontrar en otros sitios, como las campanas de vidrio debajo de las que se colocan sándwiches o tortas; vitrinas llenas de botellitas de vidrio; paredes revestidas en azulejos blancos y espejos.
El secreto mejor guardado
El chocolate caliente de La Giralda tiene un sabor propio. Lo sirven en un recipiente de cobre hecho especialmente para mantener la temperatura, pero lo más atractivo, al paladar y a la vista, es el espesor del chocolate. Al consultarle a Ariel Jacyk sobre cuál es el truquito para lograr ese sabor, comentó que “lo más importante es que la preparación lleva dos tipos de blends de chocolate argentino y otros detalles que no se pueden revelar porque es un secreto de la casa”.
Otro de los cambios gastronómicos al que apostó el rincón porteño es ofrecer un servicio de restaurante. “Lo que hace más llamativo para aquellos paladares que no solo quieren ir a tomar un café con masitas, quieren probar una carta más elaborada como un lomo al malbec, con papines asados, panceta, champiñones y cebolla caramelizada. Hasta ensaladas de todos los gustos, una carta de vinos y tragos muy completa”, concluyó Jacyk.
La Giralda, sin duda un punto obligado para aquel que desee pasar una rato en el corazón de la historia porteña. Y, por supuesto, tomarse un buen chocolate con churros.