«Muy buenas noches carajo, es un placer volver a casa», saludaba Facundo Soto, cantante de Guasones, al comenzar el show. La mítica banda platense tocó en el Estadio Atenas de La Plata (Buenos Aires), el sábado 18 de junio por la noche.
Hacía tres años que los Guasones no se presentaban en su ciudad. Y eso se notó, porque en Atenas no cabía un alfiler. El día que salieron las entradas, la fecha se agotó en tres horas, por lo que tuvieron que agregar una nueva el domingo 19 de junio.
En la noche del sábado, los Guasones tocaron durante dos horas gran parte de su repertorio. Desde sus temas nuevos hasta el final del show con Amaneciendo, recorrieron sus 30 años de historia.
El público guasonero cantó, saltó, pogueó y disfrutó el show., Nota al Pie te cuenta cómo se vivió el recital de Guasones, para que te sientas en el centro de Atenas.
La gran meta: poguear junto al escenario
Eran las 21 horas y el show casi arrancaba. Las puertas estaban abiertas desde las 19:30 horas, pero el público seguía entrando. Junto a las vallas, les últimes rezagades tomaban una birra antes de entrar, y los hilos de cerveza mojaban el asfalto.
Dentro de Atenas no se podía caminar. Tanto el suelo que en la semana se usa para jugar deportes, como las gradas que se erigen a sus costados estaban llenas de gente. Les últimes en entrar se apuraban a llegar cerca del escenario antes de que arranque el primer tema. Pero era difícil, ya que ya no cabía más nadie.
Por donde se mirara había remeras de la banda, con su característica G debajo de un gorro (como los que usaban los guasones en la época antigua). El público alentaba a los músicos a salir al escenario. El cantito predominante era: “Vamos los guasóoo”, con tono de aliento de cancha.
Y sucedió, la banda apareció y el público explotó. Les músiques vestides de negro tomaron sus posiciones. Facundo Soto, su cantante, con pantalón de cuero y saco negro (un estilo muy rockstar), se colgó la guitarra, agarró el micrófono y arrrancó a cantar.
Estar cerca del escenario no es para cualquiera, aunque sí muy emocionante. Hay que estar dispueste a sufrir empujones y saber mantenerse de pie entre la multitud. Pero, ¿cómo no vivir la emoción de participar de un pogo gigante mientras la música llega hasta el alma?
“Está tan solo, ya ni su sombra lo puede ver, sigue llorando por las diagonales, diez años después”. Los versos de “Pobre tipo” se escucharon de la mano de la voz de Facundo, y el público guasonero llegó al clímax. (Además viene con una historia vieja. Se sabe que los Guasones dedicaron esta canción a José Tedesco, ex guitarrista del grupo hasta el 2004).
La platea, ¿el lugar más calmo?
En el Estadio Atenas hay dos tribunas, a la izquierda y derecha del escenario. Tienen gradas desde el piso hasta el techo. El pasado sábado 18 de junio, en el show de Guasones, estaban repletas de gente. En una jugada inteligente, estas personas llegaron temprano y ocuparon sus lugares que permiten sentarse de ser necesario.
El descanso puede ser necesario en un show de dos horas, pero parecía que nadie quería sentarse. De hecho, mientras sonaba “Espejo Roto”, una fan se trepaba a la tribuna pero del lado de afuera. Se sostenía de la baranda y apoyaba sus pies en uno de los escalones. Con una mano se mantenía firme, mientras que con la otra agitaba la canción.
Debajo suyo, la gente trazaba el camino hacia los baños. Pero nadie quería tardar mucho, porque después de “Espejo Roto” vinieron “Me estas tratando mal” y “Ni siquiera”. Dos temas más tranquis con diez años de diferencia en el medio, del 2011 y 2021 respectivamente.
El fondo: a tomar un respiro y volver a saltar
Mientras todo eso sucedía, la parte más cercana a la puerta de salida era el lugar más tranquilo. Si bien era el lugar más lejano al escenario se podía tener un panorama general de lo que pasaba en todo el estadio. Y de paso, asegurarse el espacio personal.
Allí había padres y madres con niñes a upa y algunas personas sentadas en el piso. Otres disfrutaban del show mientras comían una hamburguesa o bebida del puesto gastronómico. También, podían comprar indumentaria de la banda.
Un grupo de chiques bailaba al mejor estilo rock and roll. Al promediar el show, Guasones tocó algunos de sus temas donde se ve su clara influencia de los Rolling Stone. Algunes fans pusieron sus mochilas en el piso, armaron una ronda y bailaron con pasos de rock de los años ´50.
“Que alegría estar acá, no se imaginan”, dijo Facundo Soto en un respiro entre tema y tema. Ya sin su saco, con una remera negra con el número 61 en la espalda, el cantante se movía en el escenario a la par que tocaba su guitarra.
Mientras tanto, les pogueadores oficiales salían del tumulto para buscar el objeto más preciado: ¡el agua! Como debe ser en todo recital o evento masivo de estas características, se podía tomar agua de forma gratuita. Dos mesas en el fondo del estadio contenían varios vasos y bidones con el líquido que calmaba la sed.
“Mañana tocamos de nuevo, no esperen cambio de lista”
Así lo avisaba Facundo a un público que contestó con risas. El show llegaba a su fin, y con él los clásicos de la banda que cumple 30 años de historia. Con “Todavía” los ánimos se calmaron, y los celulares que filmaban a la banda iluminaron el estadio. La emoción siguió con “100 años más”, cuanto todes se unieron para cantar: “Con la zurda me gusta patear por respeto al 10”.
Pero la tranquilidad duró poco. Los saltos se reanudaron con uno de sus temas emblema y un clásico del rock nacional: “Reyes de la noche”. Y continuaron con la siguiente canción: “Gracias”.
Cuando todo parecía terminar, Facundo Soto cambió la guitarra eléctrica por la criolla. Prendió un pucho y dijo al público: “Por las calles de la muerte, por las de la realidad, donde ni siquiera Mona Lisa se atreve, nena, a molestar”. Y la gente respondió con la letra de “La flaca Pili y el negro Tomás”.
“Muchas gracias La Plata carajo”, concluyó Facundo. Los Guasones tocaron “Amaneciendo”, una canción del 2003, y se fueron del escenario. Comenzó el éxodo del público y el Estadio Atenas se vació. Pero no era todo, porque al día siguiente la banda se presentaría otra vez en el mismo lugar. Aunque esa ya es otra historia.