Desde el 2014, todos los 28 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Higiene Menstrual. Este mes sirve para reflexionar acerca del ciclo biológico que pone a los cuerpos menstruantes en una desigualdad social y económica. Una solución a la contaminación y al costo de comprar apósitos femeninos fue la copa menstrual, que tuvo su boom hace unos años.
Las publicidades de las copas menstruales aún hoy hablan de “un cambio” en la higiene menstrual. Se trata de un producto que genera menos contaminación que las clásicas toallas femeninas. Dura hasta diez años y sólo hay que esterilizarla con agua hirviendo después de cada periodo.
Otro de sus grandes beneficios es acerca de la cantidad de horas que puede estar colocada sin tener que cambiarla. Mientras que a los apósitos descartables hay que retirarlos cada 4 horas aproximadamente (dependiendo de cada cuerpo menstruante), la copa puede estar hasta 8 horas sin necesidad de vaciarla. Además, el material de la copa es silicona hipoalergénica y no afecta a la flora vaginal, por lo que ni reseca ni irrita.
¿Qué sucede con la gestión menstrual como política en Argentina?
En febrero de 2022, el Gobierno nacional publicó un documento realizado por el Ministerio de Economía de la Nación y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) con el objetivo de proteger y mejorar la inversión social dirigida a la niñez en el país. Lleva el nombre de “Gestión Menstrual: para más igualdad” y acerca herramientas y acciones para los gobiernos locales.
En el apartado “El costo de menstruar”, los datos hablan de un gasto anual de entre 4 mil y 6 mil pesos. “El costo de menstruar impacta en la economía de los hogares, especialmente en aquellos donde los ingresos son menores y en donde hay más niñas y mujeres. Como la pobreza está feminizada, muchas mujeres enfrentan obstáculos para acceder a los PGM (Productos de Gestión Menstrual). Estas barreras tienen implicancias tanto para la salud, la educación y el trabajo”.
El documento hace énfasis en que para las mujeres y personas menstruantes adultas, la falta de instalaciones sanitarias y productos adecuados para la gestión menstrual produce ausentismo laboral y afecta sus oportunidades económicas. Además, la igualdad de género no se puede lograr cuando los tabúes y los mitos en torno a la menstruación impiden que tanto niñas como mujeres participen plenamente en la sociedad.
Un presupuesto para las personas menstruantes
Ahora bien, ¿cuánto cuesta una copa menstrual? ¿Cuántas mujeres acceden a ella? ¿Existen políticas públicas que faciliten el acceso a diferentes opciones de higiene menstrual? Muches profesionales y militantes coinciden en que menstruar es político: aquelles que menstrúan cada 28 días (promedio) tienen que comprar sus apósitos para poder continuar sus actividades rutinarias.
Actualmente, hay poca información sobre cuántas mujeres en Argentina utilizan la copa menstrual. Sus precios rondan los mil pesos hasta los tres mil (las que vienen dos), con lo cual no es tan accesible para todes. Si bien el gasto es por única vez en mucho tiempo, tiene en frente a un competidor barato. Con un gasto mensual de entre 80 y 250 pesos, un paquete de toalla femenina tradicional resulta más facil de solventar.
Según el informe de impacto ambiental de la Primera Encuesta de Gestión Menstrual (2020), realizado por la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, mientras las toallitas descartables eran un método conocido por el 98 % de la muestra, las alternativas reutilizables (como la copa menstrual) eran conocidas por el 40,4 %.
Médica e influencer: información para todes
Una de las influencer que difunde información de este tipo, es Melisa Pereyra de la cuenta de Instagram Gineconline. Recientemente sacó una copa menstrual pensada y diseñada por ella misma con materiales nobles y seguros para los cuerpos que menstrúan. Además, desde hace varios años promueve el uso de ella. También comparte información sobre enfermedades, salud reproductiva y sexual, entre otros temas afines.
Al respecto de qué tamaño de copa menstrual utilizar, Melisa Pereyra explicó sobre los tres tamaños disponibles: “La más pequeña, generalmente llamada “mini”, se recomienda para aquellas que no tuvieron penetración, para las primeras menstruaciones o quienes al querer tocarse el cérvix se constata que es un cérvix bajo (es decir, que al introducir la primer falange del dedo ya tocan el cuello uterino). Luego tenemos el talle intermedio, que su uso se recomienda para quienes tienen menos de 30 años y no tuvieron partos vaginales. Y finalmente está el talle más grande, para mayores de 30 años o para quienes, sin importar la edad, hayan tenido partos vaginales”.