Es sabido que la crisis social en Perú es un hecho. Este martes el presidente de aquel país, Pedro Castillo, había tomado la medida de establecer un toque de queda, en medio de protestas sociales que se iniciaron con fuertes cacerolazos y luego tomaron forma en las calles generando caos, desorden, violencia y hasta saqueos.
En medio de este contexto, a través de un comunicado oficial emitido horas antes del partido de fútbol entre Sporting Cristal y Flamengo, el Instituto Peruano del Deporte informaba que el encuentro correspondiente a la primera fecha de la fase de grupos de la Copa Libertadores, estaba cancelado. “Quedan suspendidos los derechos constitucionales relativos a la inviolabilidad de domicilio, libertad de tránsito en el territorio nacional, libertad de reunión y libertad y seguridad personales”, esgrimía el documento.
Pero el show debe continuar. Minutos más tarde, luego de que el presidente peruano anunciara el levantamiento del toque de queda en Lima, Conmebol confirmó que el partido entre el Sporting Cristal y Flamengo se disputaría media hora más tarde de lo previsto. Mientras tanto, en zonas aledañas al estadio seguían los desbandes y el caos.
Para entender de forma rápida qué sucede en Perú, se puede resumir en que coinciden una serie de situaciones: un gobierno muy débil, una élite muy racista y agresiva, y una crisis económica que no se había visto desde los años ochenta. Estos elementos generan un cocktail explosivo, lo que abre un escenario de conflicto y polarización en Perú.
Esta es una práctica habitual en la Conmebol. No es la primera vez (ni tampoco será la última) que se pone por encima de todo un partido de fútbol, sin tener en cuenta el contexto y mucho menos a las personas. ¿Acaso ningún jugador de Sporting Cristal estaba preocupado por lo que sucedía? ¿No temían por su familia, amistades o conocides?
River en Colombia 2021
No es la primera vez que al equipo millonario le afectan las crisis sociales de los países vecinos. El pasado miércoles jugó contra Alianza Lima también en Perú. Sin embargo, en las horas previas todo se puso en stand-by porque no había ninguna garantía para la delegación argentina. Luego la Conmebol evaluó los pasos a seguir, y el partido finalmente se llevó a cabo.
La crisis colombiana alcanzó a la Copa Libertadores en 2021 cuando un grupo de manifestantes se instaló en las puertas del estadio en Barranquilla, donde jugó River. La respuesta que recibieron fue la represión con gases lacrimógenos por parte de la Policía, con el fin de permitir el inicio del partido.
Pero a los 22 minutos del primer tiempo, los gases llegaron al campo de juego, lo que imposibilitaba el desarrollo del juego. Como consecuencia, el árbitro del encuentro se vio obligado a suspender el partido que entonces ganaba Junior.
Así, el partido estuvo suspendido alrededor de tres minutos, mientras se escuchaban de fondo las detonaciones y la represión que se desarrollaba por fuera del estadio. Sin público por la pandemia, se escuchaban las represiones, balas de goma y corridas desde el sonido ambiente. La movilización tenía un lema claro: “Si no hay pan, tampoco habrá circo”. Una vez más, el show continuó y el partido se terminó como estaba previsto.
El alcalde Pumarejo contó a TyC Sports que el DT pidió que pasaran reggaetón en el vestuario para que el equipo no escuchara los estruendos mientras se preparaba para salir a la cancha.
Nacional de Uruguay en Colombia 2021
Ese mismo día se vivieron escenas similares en otra ciudad colombiana: Pereira. Allí se encontraba la delegación de Nacional de Montevideo, que se veía impedida a salir del hotel donde estaba alojada. Un grupo de manifestantes se habían instalado en las afueras del edificio al grito de “No se va a jugar”; y sostenían que no habría partido “mientras en las calles siguen asesinado a jóvenes que luchan por un futuro mejor”.
Sin embargo, una vez más, el partido se jugó en medio de un clima espantoso entre los jugadores. El titular de la delegación uruguaya, Enrique Campos, llegó incluso a decir que no estaban dadas “las garantías de seguridad para que se juegue”.
Los uruguayos acusaron a sus pares colombianos de no haber sido solidarios y postergar el partido, ya que algo similar había ocurrido frente al hotel Mora, donde estaba concentrada la delegación de Nacional de Medellín, pero los jugadores pudieron ir al estadio y esperaron allí la llegada del equipo de Montevideo.
Incluso en un comunicado firmado por “Barristas pereiranos” bajo el título “Sin justicia no hay fútbol”, había prometido que no se jugaría ese partido porque “el deporte más popular, vistoso y con más seguidores en el mundo, no puede servir para desviar o silenciar la atención del planeta entero sobre la situación que vive el pueblo colombiano”.