“Bang Bang y somos historia” es una comedia creada por Martín Gervasoni y Willie Van Broock a finales de los 90. En 1999 compitieron contra nada menos que Les Luthiers y Los Macocos, en una terna al Mejor Espectáculo de Humor en los Premios Ace. Hoy esta alocada historia, donde tres ladrones irrumpen en la sala de un teatro y toman al público como rehén, apuesta a una nueva temporada. El espectáculo se encuentra bajo la dirección de Luciano Cazaux, todos los sábados a las 22.15 hs, en El Tinglado Teatro (Mario Bravo 948, CABA).
La obra no solo logró un gran éxito en Argentina desde su estreno, hace ya 20 años, sino que sus versiones en el interior del país y en España han corrido con la misma suerte. Este otoño regresa a escena en el barrio de Almagro, con la meta de repetir esta racha. Su trama original acierta en grande al no abusar de repeticiones, haciendo que la hora y pico de duración sea totalmente disfrutable. En su desarrollo, el espectador transita por un sube y baja de emociones.
Su inicio es realmente intenso y desconcertante, mientras se despliega una escena sobreactuada de un monólogo clásico, tres malhechores entran a los tiros desde la platea; así, los espectadores se convertirán, junto al actor sobre el escenario, en los rehenes de tres torpes hermanos. El mayor, quien se muestra ambicioso y líder en todo momento, otro que sufre de TOC y se la pasa limpiando todo lo que toca o lo toca, y el menor que no destaca precisamente por su brillantez. Juntos brindarán una posible explicación de su accionar delictivo, y esto sirve como puntapié de la trama. Una comedia absurda con momentos de lo más variados, cargada de humor negro, disparate y elevado delirio de principio a fin.
Un versátil elenco
Luciano Cazaux hace uso de su amplia experiencia (Eva y Victoria, El anatomista, El día que Nietzsche lloró) y le pone el cuerpo a una doble labor; como uno de los actores protagonistas, pero además el director de esta pieza. Cazaux logra una buena dinámica al utilizar todos los recursos de la sala a disposición para la acción. Así, los actores suben y bajan del escenario, corren por la platea, los pasillos, e incluso se desplazan hacia la salida del teatro.
Como las otras dos parte del trío principal de ladrones lo acompañan Pablo Razuk (Padre Carlos “el rey pescador”, Guayaquil «Una historia de Amor», “Los Hechizados”) y Josep Rodríguez (“El ñoqui”, “Soltero casado viudo divorciado” y “De javu”). Por momentos el guión juega a un humor sano, lleno de gags y torpezas, similar al de series o películas de otra época, como los Blues Brothers o Los tres chiflados, sin embargo, todo está enmarcado en una atmósfera que podría ser labor de Tarantino.
Los actores principales están secundados por Alberto Mañaricuá como el actor del monólogo y Rafa De Simone como un sargento. También aparecen, en un divertido video que interactúa con la acción en escena, Juan Carrasco como el comisario y Pablo Cigliutti como un movilero. Interpretaciones naturales y convincentes en una puesta ingeniosa sin casi escenografía, con giros inesperados hasta el final, hacen del divertido texto una obra que sigue resultando vigente. Colmado de guiños y costumbrismo y dueño de la comicidad porteña caracterizada por la ironía y la mordacidad, el guion genera una empatía instantánea en el espectador.
Una pieza que no pasa de moda
La actual versión es fiel a sus inicios. Estrenada por primera vez en el año 1998 en el teatro Actor’s Studio del barrio de Almagro, el elenco actual mantiene la buena energía de la original, y se nota que disfrutan el trabajo en escena. Los actores juegan con la complicidad total del asombrado público y se mezclan entre los asistentes con un humor sencillo y directo, sin vueltas. No es una obra que invite a reflexionar, sino que simplemente cumple su objetivo que es entretener. Una buena opción para despejarse un poco de la rutina y cerrar la semana con un poco de teatro original y comicidad irreverente.