A 40 años del comienzo de la Guerra de Malvinas, Argentina aún enfrenta numerosos desafíos de carácter político, cultural y económico. Estos retos están sintetizados en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional: Malvinas, causa inclaudicable del pueblo argentino.
La desmalvinización es la aceptación acrítica y sumisa por parte de la élite argentina, y un sector minoritario del pueblo, de la versión oficial británica sobre el sentido de Malvinas. Frente a esta, remalvinizar parece la única opción.
Remalvinizar: la Argentina de ayer y de hoy
El 2 de abril se cumplieron cuarenta años del inicio de la Guerra de Malvinas, que en lo estrictamente bélico finalizó el 16 de junio del mismo año con la rendición nacional en Puerto Argentino. Sin embargo, Malvinas expresa una Causa Nacional que hasta el día de hoy aún no está resuelta.
El Reino Unido las ocupa ilegalmente al día de hoy. Los crímenes de guerra que cometieron aún siguen impunes y el saqueo a los recursos naturales sigue vigente. Además, las bases de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se fortalecen mientras las capacidades militares argentinas se debilitan.
La derrota bélica de Argentina en Malvinas coincide con la pérdida continua de soberanía nacional en lo económico, lo político y lo cultural hasta la actualidad. Los altos índices de justicia social que nuestro país gozaba hasta 1975, un año antes del último golpe de Estado, son tan solo un recuerdo: 4% de pobreza; 2% de desocupación; inexistencia de trabajo informal; educación y salud pública consolidadas; el Fondo Monetario Internacional (FMI) fuera del tutelaje de nuestra economía y OTAN fuera de nuestro territorio.
La derrota se ratificó con distintas maniobras que nuestra élite política ejecutó en complicidad de Gran Bretaña: los Acuerdos de Madrid I y II de 1991 y el pacto Foradori-Duncan de 2016. Estos tratados son la máxima expresión de la rendición de los políticos profesionales que conducían el país. Ninguno se aprobó en el Congreso de la Nación. Ambos favorecieron la posición británica en el conflicto y legitimaron el desarrollo económico de la potencia colonial invasora.
Desmalvinización
La decadente situación en relación a la Cuestión Malvinas no sería real sin la complicidad de la élite argentina. Esta, en lugar de fortalecer la posición nacional, legitimó en distintas instancias el interés británico. Para rastrear los orígenes del retroceso diplomático y el desarme militar argentino, hay que remontarse al proceso de desmalvinización que sufre nuestro pueblo desde 1982 hasta la fecha.
Derrotado en las invasiones inglesas de 1806 y 1807, en la Guerra del Paraná por motivo del bloqueo anglo-francés, y en el enfrentamiento en la Guerra de Malvinas, el Reino Unido hizo frente a la dificultad para someter al pueblo argentino con el poderío militar. En consecuencia, a partir de la Guerra de Malvinas apeló a la desmalvinización para subordinarlo. El poder blando británico organizó este discurso con un objetivo fundamental: quitar responsabilidad propia en la invasión y desvincularla de su política colonialista.
La desmalvinización se construyó a partir de tres ejes. El primero, diluir los actos criminales -crímenes de guerra- cometidos por Gran Bretaña. En segundo lugar, adjudicar el sentido de la guerra al “manotazo de ahogado de un militar borracho”; que fortalece la contradicción entre democracia liberal británica y dictadura sudamericana. Por último, asignarles a los excombatientes argentinos el lugar de “pobres pibes” víctimas de la dictadura, quitándole toda épica y heroicidad para desconocerlos.
De este modo, el poder blando británico consiguió “ablandar” las posiciones argentinas sobre la Cuestión Malvinas. Principalmente de las élites políticas, académicas y económicas, a contrapelo de lo que siente el pueblo argentino. Con el armado de la desmalvinización desde la escuela pública, las industrias culturales y sobre todo las universidades, la élite argentina refuerza su posición antinacional día a día.
Un ejemplo concreto es la actividad que organizó el Instituto Gino Germani de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires; titulada “Repensando Malvinas, rethinking Falklands. Visiones y versiones en las culturas argentina y británica” para abril del corriente año.
Repudiada por organizaciones estudiantiles por respeto a la memoria de los caídos en la guerra del Atlántico Sur de 1982, la actividad expresa con fuerza que gran parte de los sectores académicos de nuestras universidades son más anglófilos que argentinos.
Gesta popular
A contramano del proceso de desmalvinización que el Estado argentino montó a partir de la rendición en 1982, el pueblo argentino jamás claudicó en la lucha por la recuperación de nuestra soberanía; a pesar de los continuos retrocesos. Esto es porque el sentimiento patriótico no nació durante la guerra. Sino que tuvo distintas expresiones desde comienzos del siglo XIX, en la lucha por nuestra independencia política, hasta la actualidad.
En la antesala del conflicto bélico, el pueblo argentino se movilizó a la histórica plaza para decirle basta a la dictadura y su plan entreguista. En ese sentido, otra de las consignas que tuvo gran potencia y fue coreada por las mayorías fue “Malvinas de los trabajadores, no de los genocidas”. Es decir, en el marco del enfrentamiento armado, el movimiento obrero y las familias argentinas distinguían con claridad la gesta de recuperación de los que circunstancialmente controlaban el Gobierno nacional.
Malvinas se encarna en el pueblo argentino por diversas razones: porque fue factor de organización social y unidad nacional. Basta con ver las imágenes de madres tejiendo abrigos para los combatientes. Además, fue factor de unidad continental. Luego del Plan Cóndor, que profundizó los prejuicios entre los países latinos, con Malvinas un continente entero se alineó en favor de la causa nacional; y se sostiene hasta el día de hoy. Incluso en la actualidad, en los hogares más humildes, en cualquier rincón de nuestra Patria, flamean banderas argentinas estampadas con las Malvinas en homenaje a los caídos y a la soberanía nacional.
La élite no tolera la intención del pueblo de remalvinizar, ni que el pueblo sienta intensamente los valores por encima de los intereses materiales. Por eso, Malvinas es Causa Nacional. Porque le recuerda a la Nación argentina que no es ni independiente, ni soberana. Pero que el pueblo argentino está decidido a ser justo, libre y soberano. Entonces, remalvinizar es la única salida.