¿Qué decir acerca de la situación mundial en Europa Oriental que no se haya dicho hasta ahora?
¿Cómo uno podría ser aportante de una mirada distinta cuando se publica, se escucha y lee desde especialistas en orden mundial, geopolítica, geo estrategia, tácticas militares hasta sabiondos de café pasando por tiktokers bailando para “solidarizarse” con una situación que seguro ellos tampoco entienden, pero escucharon por ahí que existe?
¿Cómo explicarle a personas de estos tiempos que hubo en la historia reciente una reconfiguración del esquema mundial a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial? ¿Cómo explicar que de ésa época datan muchas, sino todas, las organizaciones mundiales que ahora conocemos?
Bien, todo esto sucedió y mucho de esto es inexorable tenerlo presente para tener al menos una aproximación aunque sea somera y no estar fuera de la charla mediática pertinente.
Entre varios y excelentes docentes que tuve en mi carrera, hay uno en particular del cual hoy soy muy amigo y siempre me dice: “Cuando te expliquen con palabras pomposas y que no se entienda, es porque no dominan el tema”.
Lo intentemos. La cuestión es un desafío de didáctica explicativa. Fin de la Segunda Guerra Mundial. Surgimiento de un orden bipolar, es decir dos potencias que se dividen el mundo en dos zonas de influencia. Cada una de estas tiene una percepción de amenaza respecto de la otra. ¡Atención! Esto es muy relevante: la categoría de amenaza; la cual servirá para entender mucho. Con esto presente, cada una de estas potencias y sus respectivos bloques crearán una serie de mecanismos para resguardarse del otro. Estos mecanismos consistirán en alianzas militares que permitan mostrar músculo ante su adversario, así del lado occidental en 1949 se creará la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en 1955 del lado oriental se creará El Pacto de Varsovia. Este ordenamiento prevalecerá hasta 1989-1991, momento en el cual se desmorona y desintegra una de estas potencias, con el consecuente desvanecimiento de su alianza militar. Nótese que no ha sido necesario nombrar a ningún protagonista. Nótese también que el sentido común nos dirá que si una de estas amenazas ya no existe, ¿Cuál es el sentido de que la otra alianza continúe?
Es en este punto cuando la historia comienza a ser más próxima. La OTAN, y con ella los países occidentales que la integran lejos está de haberse desintegrado, y por otro lado Rusia tampoco ha dejado de ser una potencia militar. Sucede que aquellos países que estaban bajo la zona de influencia de la otrora Unión Soviética, y las 15 repúblicas que de ella se desprendieron, empezaron desde 1991 a coquetear e incluso muchos de ellos -11 de aquellos 15- a integrar y sumarse formalmente a la OTAN. La percepción de amenaza del otro hegemón vuelve a hacerse presente. Es un proceder “natural” –si se permite esta expresión- que las potencias tiendan a equilibrar el sistema de poder internacional.
Rusia no va a permitir más avance sobre lo que considera su zona de seguridad. Existe en este pueblo una memoria histórica y colectiva de ser constantemente invadidos o acechados, de ahí la percepción de estar constantemente amenazados. Por historia, por lazos culturales, históricos y sociales esta potencia interpreta que Ucrania es parte intrínseca de lo que considera su límite a su seguridad.
Esta no es una guerra de acción, es una guerra de reacción; reacción por parte de una potencia de sentirse amenazada por una organización militar que hoy día resulta anacrónica. La OTAN es hoy una organización vetusta que ha llevado a los países que la integran a quedar entrampada en un peligroso esquema que, a instancias de Estados Unidos, ha arrastrado también a un país de segundo orden en su desarrollo económico y militar, Ucrania. Tanto Europa, pero en primera persona Ucrania, quedaron envueltas en un arriesgado enredo del que ahora no será fácil salir. Sin mencionar las consecuencias económicas para todo el mundo, las cuales más temprano que tarde repercutirán hasta en nuestra mesa en el precio de los alimentos por ejemplo. O los efectos sociales con el desplazamiento de personas de su lugar de origen y convertidos en migrantes desesperados.
En el mundo no existen buenos ni malos, lo que existen son intereses; y en las guerras no hay ganadores –salvo el complejo armamentístico y algún otro ventajero de turno- sino distintos grados o niveles de derrota.
Las ucronías suelen no ser constructivas con la historia consumada, pero ahora una se torna muy pertinente: ¿Hoy esta guerra existiría de haber seguido la OTAN la suerte del Pacto de Varsovia? Probablemente sí, pero bajo otro formato y semántica; al fin y al cabo es la naturaleza humana amenazarse y pelearse. O en un universo alternativo, probablemente no..
*El autor, Sergio J. Guzmán, es Licenciado en Ciencias Políticas. Docente del Área Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan. Prof. de Política Internacional, Relaciones Exteriores Argentinas, Historia Institucional Argentina e Historia del Derecho. Mat.Prof. 223.