Hace algunos días se viralizaron situaciones que podrían servir como un claro ejemplo de la violencia mediática a la que día a día las mujeres y las disidencias son sometidas.
La noticia de la violación grupal en Palermo desató una oleada de debates en los medios de comunicación en donde incluso se llegó a poner en duda el testimonio de la víctima.
“Supongamos que la chica en algún momento quiso tener sexo con alguno de ellos…”, expresó Flavio Azzaro en el programa que conduce por Crónica TV. Sin embargo, uno de sus compañeros le advirtió que por su estado, la joven “era incapaz de dar su consentimiento”.
“Ellos pueden decir lo mismo, que estaban drogados y que eran incapaz de entender si ella estaba drogada o no estaba drogada”, retrucó el mismo conductor que, hace un tiempo atrás, se había burlado del colectivo LGTBIQ+.
Rápidamente, Azzaro fue repudiado y a través de sus redes sociales intentó retractarse. Sin embargo, no había sido el único que se refirió de manera despectiva al caso.
Desinformación en la pantalla grande
Otra situación que despertó el descontento dentro de los movimientos que luchan por el respeto y la igualdad de género, fue la que protagonizó -una vez más- Viviana Canosa.
Luego de la movilización por el #8M, la periodista comenzó su programa con una editorial en la que señalaba la fecha como el “día de la mujer verde”. Además preguntaba si el patriarcado “¿es un padre ausente, es un hermano que les hizo bullying, es un pibe que en el colegio no les dio bola, en la universidad no se las garcha?”.
Sin embargo, el peligro de estos discursos radica en el desprestigio a la lucha por una perspectiva de género transversal en los discursos mediáticos. También está en lo dañino que resulta la banalización de un concepto que se refiere, nada más y nada menos, a un sistema violento y desigual que establece la dominación y la explotación de los cuerpos feminizados.
¿Cómo surge el día contra la violencia de género mediática?
En el año 2015, el Congreso de la Nación sancionó la Ley Nº 27.176 que establecía una fecha determinada para concientizar acerca de uno de los tipos de violencia de género más recurrentes en la vida cotidiana. De esta manera, el 11 de marzo fue reconocido como el Día Nacional de la Lucha Contra la Violencia de Género en los Medios de Comunicación.
Este proyecto surgió luego de una charla realizada en marzo del 2014, en Paraná. Allí habían expuesto la entonces Defensora del Público, Cynthia Ottaviano, y la entonces senadora nacional por Entre Ríos, Sigrid Kunath. Con el tiempo se convirtieron en las propulsoras de la fecha.
El día conmemorativo coincidía también con la sanción de la Ley de Protección Integral hacia las Mujeres (Ley Nº 26.485). La cual en su artículo 5 mencionaba la ‘’violencia simbólica’’ como aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación” contra la mujer.
Asimismo, en el artículo 6 inciso F, esta normativa hacía referencia de los peligros que emergen en los medios de comunicación y cómo estos representan otro modo de violentar mujeres. En ese sentido, la ley definió la ‘’violencia mediática’’ como una rama dentro de la simbólica, al expresar que “la publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados” afectaba la dignidad de las mujeres.
“Es importante que exista una fecha en el calendario para visibilizar situaciones de violencia en los medios que atentan contra la igualdad”, había declarado en alguna oportunidad la legisladora Kunath.
En base a esta perspectiva fue que se impulsó el día que pretende promover y avanzar hacia un tratamiento inclusivo, plural y diverso, como también erradicar los estereotipos y las estigmatizaciones por cuestiones de género y orientación sexual.
Re-victimizar a la víctima también es violencia
Días atrás, a través de su abogado, la víctima de la violación grupal en el barrio porteño difundió una carta en la que apuntaba contra los medios de comunicación y sus modos de referirse el caso. Allí la joven pidió reflexionar acerca del daño que le generó la cobertura mediática atravesada por el morbo y el afán de una primicia.
Asimismo, denunció que no se preservó su identidad -los videos que la muestran no fueron difuminados completamente-. También, recibió el acoso por parte de la prensa que se dirigió a su domicilio. Incluso aseguró que debió desconectar el teléfono para que periodistas dejaran de llamarla.
“Lo que realmente me sorprendió y me duele muchísimo al punto de generarme terror y una angustia indescriptible, es la poca responsabilidad que han tenido los medios con la protección de mi identidad”, señaló la joven en el comunicado.
En este sentido -y en relación a esta carta- queda en evidencia lo urgente que resulta la implementación de estrategias comunicacionales donde se promueva una perspectiva inclusiva y respetuosa en relación a las mujeres, las identidades de género no binarias y el colectivo LGBTIQ+.
Es necesario que les periodistas asuman la responsabilidad de ocupar aquellos espacios que repercuten en la opinión pública y que generan sentidos. Porque lo que está en juego es la integridad de las personas y la violencia simbólica es también otro modo de opresión.