Ayer millones de mujeres en todo el país salieron a manifestarse en contra de la violencia de género. Según datos recogidos por el Observatorio Ahora Que Sí nos Ven, cada 28 horas ocurre un femicidio en Argentina. Entre otros puntos alarmantes, el 55% de los femicidios ocurren en la casa de la víctima. Además, una de cada cinco asesinadas, ya había denunciado situaciones de violencia o tenía medidas de protección.
Pero, ¿qué sucede con quienes ejercen las violencias? Los datos también reflejan que cada 28 horas, un varón comete un femicidio y que, al menos 1 de cada 5 veces, se había expuesto que ese varón ya violentaba a esa mujer. Para comprender la relación que tiene la masculinidad con fenómenos como violaciones o femicidios, Nota al Pie dialogó con la socióloga Agustina Palazzesi.
En la entrevista anterior habías señalado que la cultura del no-consentimiento organiza la sociedad en torno a la voluntad del varón por sobre las demás identidades ¿De qué manera se traduce esto en violaciones y femicidios?
Justamente tienen que ver con esto de ejercer el poder y de situar a la mujer y a las feminidades como un otro/otra/otre inferior que está a disposición del varón y de la voluntad de ese varón. Entonces, si el varón decide vas a vivir, vas a vivir de la forma que el varón quiera y bajo esos términos porque es una demostración de poder. Los femicidios son la expresión más cruenta de esta escalada de poder. También aparecen fenómenos bastante recurrentes como el asesinato de niñes, incluso hijes en común, como una forma de venganza hacia la mujer. Es una demostración de poder. Lo mismo que sucede con la violación. No tiene que ver con la sexualidad en sí, más allá de que es una agresión sexual y es una agresión hacia la sexualidad de la mujer. Mejor dicho, no tiene que ver con el placer sexual en sí del varón, o con cuestiones como las que solemos escuchar de «hace tanto tiempo que no tiene relaciones que no puede contenerse y decide violar». No, si no más bien todo lo contrario. Tiene que ver con la necesidad de ejercer su poder y de validar su masculinidad. Validarla ni siquiera ante la mujer si no hacía los únicos que importan que son el grupo de pares porque son los únicos otros que valen, que sirven y cuya opinión importa que son los otros varones. La mujer en ese esquema es solamente un medio para dar un mensaje de «yo soy un varón, yo sirvo». Por otro lado, también existen violaciones correctivas que buscan marcar cuál es el lugar que te pertenece como mujer, o moralizantes, por ejemplo, «no salgas de noche, la nocturnidad no te pertenece» la vía pública no te pertenece, etc. Lo que sucedió a Higui, que se defendió de un intento de violación correctiva fue justamente por ser ella lesbiana; entonces, esta idea de que no podés ser, y en ese no podes ser, te vamos a corregir.
¿Este tipo de expresiones de violencia tiene que ver con una forma de “ser varón”?
Claro, este tipo de masculinidad se ejerce y también necesita pruebas todo el tiempo. El grupo de pares, que es hacia el cual va dirigido ese ejercicio de masculinidad, todo el tiempo pide pruebas de que vos perteneces y que ejerces esa masculinidad. Entonces, los varones se ven obligados. para pertenecer y no ser excluidos, llevar a cabo, hechos, cosas, que apoyan esa masculinidad. Que puede ser desde reírse de un chiste a cada vez actos más complejos. De todas maneras, esto no significa que esté completamente determinado. Cada uno también tiene su subjetividad, tiene sus límites y tiene la posibilidad de correrse, de frenar y de señalar o apartarse de ese grupo de pares.
No está determinado
La mayoría de los varones, quieren pertenecer y adhieren a ese código masculino. Por otro lado, los que están un poco corridos de eso, como protesta deciden guardar silencio, como mayor de las acciones. Son pocos los que intervienen con la palabra y son sancionados por el grupo. Y la verdad que con guardar silencio como forma de reprobación no alcanza. Ya a este punto, no alcanza.
¿Por qué les cuesta tanto a los varones corregir o poner límites en este tipo de situaciones a sus amigos o conocidos?
Lo que pasa es que eso tiene un costo. Tiene un costo social, tiene un costo en el prestigio, tiene un costo económico. Este corporativismo al cual los varones quieren pertenecer, además, no se trata solamente del grupo de pares, del grupo de amigos, del grupo de compañeros de trabajo. Si no que también los excede y como es una sociedad patriarcal, los varones y los hombres están situados en todos los ámbitos de poder y también esa cofradía y ese corporativismo llega hacia ahí. Es por eso que va un policía varón y decide que eso no es una situación de violencia si no que es una situación de pareja; o en la fiscalía se desestima lo que estás hablando; o el juez dictamina que fue solamente un abuso o un comportamiento impropio o cualquiera de las condenas aberrantes que hemos tenido en relación a varones o por violencia o por femicidio. Obviamente también se cruza la clase, la posición económica de estos varones pero, cuando es el momento de juzgar a una mujer, rápidamente se la condena como el caso paradigmático de Nahir Galarza que fue procesada en tiempo récord y con una condena que excede a la que le habían dado a Videla, por ejemplo. La condena más larga del país. Y fue muy rápido.
¿Qué podemos hacer?
Hay un montón por hacer. Se puede empezar por fomentar la cultura del consentimiento. En les niñes y en los no tan niñes también, porque no tenemos 40 años para esperar que esos niñes crezcan y que el mundo sea mejor. Porque nos están matando ahora y les adultes tenemos que empezar a inferir en nuestra propia educación y en la educación de nuestros pares. Bueno, ¿qué pasa con la cultura del consentimiento en los varones, la masculinidad hegemónica? y ¿qué pasa con la cultura del disfrute en nuestras propias experiencias de las feminidades?