Me Prometiste Oscuridad es la más reciente de las obras del argentino Damián Connelly, fue publicada por la editorial Deriva. Se trata de una historia distópica preapocalíptica que busca llegar al lector desde los altos contrastes y la narrativa más indirecta. Se vale de elementos plenamente reconocibles de la cultura popular para dar vida a la narrativa.
La historia busca explorar seres con poderes justificados por una alteración en el aura producida por el cometa Halley. Esto puede formar un paralelismo con los populares Mutantes de Marvel, la grande norteamericana de los cómics, pero ahí se queda. Me Prometiste Oscuridad es un relato mucho más íntimo y retorcido.
La historia, héroes y villanos
El narrador omnisciente que nos introducirá se presenta como Sage. Al comenzar, explica al lector lo que son las auras y su relación con el cometa Halley. Inmediatamente, salta al relato de una profecía de un personaje llamado Daversa, quien vio el fin del mundo. El propósito de Sage será evitar el cataclismo.
En la visión de Daversa, la catástrofe se produjo por un muchacho y una muchacha con habilidades, y “un gran Coco”. El chico, llamado Sebastián Byrne, vive culpándose de la muerte de sus padres por un incendio provocado por él. Yukko Tamaki, su amiga, puede meterse en las pesadillas y le hizo una promesa: Oscuridad.
El villano se presentará en la figura de Armando Kinkaid, un satanista cuya habilidad es absorber las auras de la gente. El maleante asumirá la identidad de “Antitodo” y liderará una cruzada contra los héroes de la historia. Aun así, todavía falta para que se produzca el cataclismo del fin del mundo.
Una historia sucia
El recurso de utilizar a Sage como narrador, un personaje que ve desde dentro pero no parece comprometerse, es interesante pero complejo. Este humano deforme con apariencia de alien tiene una dificultad para mantener el hilo de su propio relato. De esta forma, la historia se vuelve errante, y los protagonistas se pierden en los divagues de quien debe ordenar los hechos.
El arte de Connelly, en concordancia con la narración de Sage, no sigue un orden común. El diseño y la composición de las páginas son desordenados en ocasiones y el ojo puede caer en sitios indebidos. Todo esto se acentúa con el alto contraste de las ilustraciones del autor. Las figuras se pierden en la negrura o en patrones de donde puede emerger cualquier cosa, hermosa o putrefacta.
El artista, de forma inteligente, sabe que no es una obra amigable y se vale de elementos populares que usará como gancho. El más sobresaliente es el cometa Halley, sin embargo, a los lectores les llamará la atención el uso de una famosa canción.
La depresión como motivación
Dentro de la obra, Sebastián Byrne se encuentra sumido en una depresión constante por no controlar su habilidad con fuego. Su amiga Yukko le promete una completa oscuridad, hecho que revela el anhelo de apagar su poder. El terror que ella genera con su poder se transforma en una figura de esperanza para su amigo. Esto se debe a que, a ojos de él, la luz (fuego) representa culpa.
El Antitodo, quien es la representación de todo lo que está mal, sume al mundo en oscuridad, pero no del mismo tipo que promete Yukko. Sebastián tendrá un viaje de transformación, inclusive al descubrir verdades ocultas de su pasado reveladas por Sage.
El clímax de la obra resignifica nuevamente la habilidad de Byrne y convierte la otrora culpa, ahora miedo, en un estallido de furia.
La obra como rompecabezas
La narrativa de Connelly es confusa en un principio. Trabaja con elementos que son completamente ajenos al lector y, al mismo tiempo, nada amigables. Sin embargo, al volver a la lectura se puede ver cómo es que ha diseñado todo.
La historia que Sage cuenta desde un principio se convierte en algo mucho más familiar. Las piezas comienzan a volverse conocidas y la lectura se vuelve mucho más amena. Por lo tanto, la construcción de la misma cobra mucho más sentido.
Connelly utiliza elementos que serán utilizados en próximas historias, ya que Me Prometiste Oscuridad tiene como intención narrar a Byrne contra el Antitodo. El “gran Boom” es un cuento para otro momento. Sin embargo, el relato del tomo se vuelve mucho más disfrutable a partir de la segunda lectura.