Cuando se mencionan debates referidos al medio ambiente, muchas veces se cree que se trata de un tema insulso que responde a una famosa ONG con intereses y enfoques alejados de las mayorías.
Sin embargo, la discusión comprende un debate mucho más amplio y meramente político, que hace tiempo intenta posicionarse en la agenda pública para alertar acerca de la crisis climática y estimular el desarrollo de políticas públicas en las que la perspectiva ambiental sea transversal. De esta manera, se busca combatir las desigualdades que aparecen, como también generar conciencia acerca de las prácticas que las provocan.
En esa línea fue entonces que se impulsó la Educación Ambiental, un campo de intervención político-pedagógica que promueve procesos educativos orientados a la construcción de una racionalidad sobre las actividades humanas y el medio ambiente.
Con ese propósito fue también que se le asignó una fecha específica. Conmemorado el 26 de enero, el día internacional de la Educación Ambiental tuvo su origen en 1972 año en el que se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en la ciudad de Estocolmo (Suecia) y se firmó la Carta de Belgrado, publicada tres años después.
Con respecto a nuestro país, en mayo del 2021 se convirtió en ley el proyecto sobre Educación Ambiental Integral. Su objetivo fue incorporar contenidos de ambiente en los diseños curriculares de todos los niveles educativos, otorgando el derecho a la formación sobre la problemática ambiental en todos los establecimientos del sistema escolar y en todos los espacios socioeducativos del país.
En ese sentido, en Argentina la Constitución Nacional, la Ley de Educación Nacional y la Ley General del Ambiente contemplan a la educación ambiental como un proceso fundamental para el ejercicio pleno de la ciudadanía.
¿Por qué también hablamos de justicia social?
Pensar la problemática ambiental sin reflexionar acerca del contexto político-social que atraviesan los territorios es en vano. Ya lo advertía Chico Mendes, el defensor ambiental brasileño asesinado en 1988 mientras defendía la Amazonía. “La ecología sin lucha social es solo jardinería”, decía.
Por eso, la consigna de «justicia social es justicia ambiental» se refiere a la concreción de un proyecto social que resguarde la sostenibilidad y que considere a la ecología, la política y la económica dentro de una ética que promueva una nueva forma de habitar el planeta tierra.
De esta manera es que la Educación Ambiental fomenta el desarrollo, teniendo en cuenta la distribución de la riqueza, la preservación y conservación de la naturaleza, la igualdad de género, la protección de la salud, la democracia participativa y el respeto por la diversidad cultural.
Pensar el ambientalismo desde el ecofeminismo
Resulta necesario mencionar un punto de vista que no solo se refiere a la crisis ambiental y las prácticas que la fomentan, sino también a quienes las llevan adelante y a quienes esas mismas prácticas afectan.
Denominada ecofeminismo, esta corriente de pensamiento sostiene que hay un vínculo estrecho entre la opresión sobre las mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias y la opresión que se ejerce sobre la naturaleza. En ese sentido, insiste en que ambas opresiones forman parte de un mismo esquema de dominación capitalista y patriarcal.
Con el auge de los feminismos, los movimientos sociales se vieron obligados a pensar cada una de las teorías desde una perspectiva de género. Así fue también que la cuestión ambiental adaptó un nuevo criterio para reflexionar y denunciar cada una de sus problemáticas, en donde el patriarcado y el extractivismo comparten cultura y prácticas de subordinación, explotación y violencias en las que las mujeres y las disidencias son las primeras en padecerlas.