Este lunes inició la ola de calor que afectará a la Argentina con temperaturas extremas por arriba de los 35ºC. El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) advirtió que el país será esta semana el lugar más caluroso del planeta.
Si bien toda la biosfera está expuesta al cambio climático global, en el hemisferio sur se da un fenómeno particular. La Argentina y sus países vecinos no sólo quedan afectados por las masas de aire caliente, sino que también se ven expuestos a una alta insolación. Además, los procesos hipotérmicos como estos aumentan los fenómenos de sequía.
Según lo informado por el SMN este miércoles, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza y La Pampa se encuentran en alerta roja, al igual que algunas zonas de Córdoba, San Luis y Neuquén.
Mientras que Tucumán, la zona norte de Neuquén, algunas localidades de La Pampa, Mendoza, San Luis, Córdoba, La Rioja y Entre Ríos, se encuentran en alerta naranja. Las temperaturas esperadas “pueden ser muy peligrosas para la salud, especialmente para los grupos de riesgo”, explica el reporte del SMN.
Por su parte, casi toda la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, gran parte de Córdoba, Entre Ríos, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Misiones, Corrientes y San Luis están bajo alerta amarillo.
¿Por qué se da la ola de calor?
En conversación con Nota al Pie, el biólogo ambientalista Raúl Montenegro explicó que en algunas zonas del hemisferio sur existe “una suerte de anticiclón estancado en la zona del Atlántico que produce una serie de alteraciones”.
Entre dichas alteraciones, existe un ingreso de aire procedente de la región amazónica que explica la presencia de masas de aire caliente, sumado al efecto del sol. La ola de calor es expresión de “la suma entre el aire caliente procedente de la zona norte del continente, más los efectos termogénicos generadores de calor en la zona donde vivimos”, explicó Montenegro.
Además, el también profesor titular de biología evolutiva en la Universidad Nacional de Córdoba, agregó que “afortunadamente como estamos bajo efecto de una oscilación austral de La Niña, los valores de humedad son relativamente bajos”.
“El problema se vuelve mucho más grave cuando no hay ambientes nativos de alta diversidad. Por ejemplo, cuando se han destruido ambientes de bosque, de arbustos o de pastizales”, indicó el biólogo. Al no haber ambientes nativos que reduzcan la pérdida de agua y mantengan una mayor humedad, las personas quedan expuestas a masas de aire caliente, alta insolación y fenómenos de sequía, por lo que su resistencia es mucho menor.
Debido a las altas temperaturas prolongadas en ambientes semiáridos y los efectos de la sequía, también se acrecientan los riesgos de incendios. “Lo que está pasando en Córdoba es totalmente atípico”, expresó Montenegro; y agregó: “No se puede hablar de cambio global climático sin hablar de cambio global de la biodiversidad”.
Más que un problema ambiental
La especie humana es sensible a las muy bajas y muy altas temperaturas. Depende de los combustibles fósiles mantener, en este caso, temperaturas más bajas. Cuando muchos de los sistemas colapsan, entonces dejan de funcionar ciertas provisiones, como la energía eléctrica.
“Hay que asumir la responsabilidad que tenemos en haber destruido buena parte de nuestras coberturas resistentes”, expresó Montenegro y agregó: “Lo que era un bosque nativo hoy es un cultivo de soja o de algodón. Cuanto más destrozados tengamos los ambientes nativos de alta biodiversidad, mayor va a ser nuestra vulnerabilidad”.
Tanto el calentamiento global como la modificación de la biodiversidad producidos por los cambios en los estilos de vida que generan estas alteraciones, explican que es lo que está pasando. “Hace rato dejó de ser un problema solamente ambiental para ser un problema provocado por masas humanas”, concluyó Montenegro.