- Escrito por Noemi Cruz, coordinadora de la campaña de Bosques de Greenpeace Argentina
Cuando globalmente estamos matando nuestro propio hogar, por múltiples factores, nos toca ser testigos de cómo la muerte avanza en forma de fuego en el Sur, en uno de los lugares más bellos y prístinos de nuestros bosques protegidos, dejando a su paso, cenizas y humo en miles de hectáreas. Esto es parte del «ecocidio».
Según el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, la superficie estimada afectada por incendios reportados entre el 01/01/2021 y el 02/12/2021 en Río Negro, es de 20.381 ha, en Chubut, de 16.919 ha y en Neuquén, de 1650. A la fecha, las tres provincias cuentan con focos activos.
Esta vez, en la Patagonia, los focos se iniciaron hace dos semanas, por una tormenta eléctrica, más un combo de sequía, altas temperaturas, terreno con pendientes, vientos, material combustible y la recurrencia de la Niña -la segunda en dos años- un círculo sin fin predecible. Por otra parte, la lamentable falta de recursos económicos y humanos para el efectivo combate al fuego, hacen que ahora mismo, sea muy complejo y más difícil poder frenar el avance del fuego.
Podemos pensar que frenar el cambio climático, es tal vez imposible, porque sabemos que poco se hace desde los principales países emisores. Pero ¿podemos aquí, en los países aún bendecidos por bosques, sentarnos desesperados y sentirnos impotentes? ¿O ayudar a la resiliencia de nuestra casa?. Tal vez no hay tiempo de sentarse.
Está en nuestras manos y posibilidades aportar a la conservación de nuestros ecosistemas. Aún en este momento de crisis, podemos, además de preocuparnos por nuestro presente, accionar para poder aspirar a un futuro. Soñemos el mundo que queremos y hagámoslo realidad. Un mundo con bosques en pie, agua, biodiverso, inclusivo, justo….
Si lo dejamos, si se lo permitimos, el bosque volverá. Y sólo para empezar a tener atisbos de esperanzas, desde Greenpeace convocamos a exigir la restauración de los bosques nativos destruidos y que se cataloguen como delito penal a los incendios forestales, como así también los desmontes. Es parte de frenar el ecocidio.
Sin áreas en buen estado de conservación y sin áreas proveedoras de diversidad, la supervivencia del bosque no es viable, nuestro sistema de vida colapsa con cada árbol menos, nuestro clima, nuestros ríos, nuestros últimos jaguares, nos están dejando más solos que nunca. Pero, he visto crecer la esperanza hace poco, en zonas desmontadas, que en sólo 10 años, son ya bosques jóvenes plenos de frutos y cantos.
No sólo tomemos de la Madre Tierra, también seamos capaces de darle un respiro. La pandemia nos hizo ver por unos días, sólo unos días, cuánto disfrutan los otros seres sin nosotros. Estamos juntos en esto. Para bien o para mal. Somos todos huéspedes de un mismo planeta.
Hace 20 años, decía como un cliché «los últimos jirones de bosques», cada vez que veía los fragmentos mustios que deja el desmonte, hoy esos jirones están desapareciendo, y con ellos, nosotros mismos. No nos quedemos quietos. Actuemos, exijamos un país libre de destrucción, y para empezar: que se consideren delitos los desmontes e incendios intencionales.