La Policía Federal Argentina (PFA) detuvo a les integrantes de una secta denominada “Abba Krishna”. Fueron detenides tras una serie de allanamientos en La Matanza y Merlo. En ellos se secuestró dinero, armamento (escopetas, pistolas de alto calibre e itakas), municiones y trajes bacteriológicos.
El allanamiento surgió a partir de una investigación que se inició en febrero pasado, tras la denuncia que una persona de identidad reservada realizó en la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex).
Según la causa, les detenides están acusados de los delitos de «trata de personas con fines de reducción a la servidumbre, agravado por haber mediado engaño y abuso de una situación de vulnerabilidad y abuso sexual agravado».
A su vez, les investigadores buscan a dos mujeres como sospechosas de haber formado parte de la secta. Estarían dedicadas a captar a las víctimas que llevaban al templo, para someterlas a la explotación sexual y personal.
Las palabras del líder
El líder de la secta fue identificade como Aldo F., de 66 años. El se ganaba la confianza de las personas y se aprovechaba de la vulnerabilidad para poder someterlas a sus planes de connotación sexual, con la excusa de brindarles supuestas enseñanzas espirituales.
El líder, declaró ante la Justicia que las armas encontradas en los allanamientos “eran todas de propiedad de la organización”. También, que las tenían porque “se preparaba para la llegada del fin del mundo».
«Estamos preparados para la llegada del fin del mundo y tenemos que defendernos de todo lo que hay en el exterior», declaró Aldo F. en la indagatoria.
Por otro lado, y según informaron fuentes judiciales, en el templo se desarrollaban actividades relacionadas al funcionamiento de grupos sectarios, con características coercitivas.
Les denunciantes y la causa
De acuerdo con el relato de una víctima y a partir de su experiencia, la mujer arribó por primera vez al templo «Abba Krishna» con su madre a los 14 años. Estaba inmersa en una situación de vulnerabilidad, en la cual prevalecían los conflictos familiares que le generaron dificultades en lo académico.
La adolescente de 14 años fue víctima de violencia sexual en reiteradas ocasiones por parte del líder. Este contó con el consentimiento y complicidad de les adultes de su círculo de confianza.
«Deseaba encontrar tranquilidad, y así lo supo desde el primer momento una de las personas de mayor confianza del líder religioso, que fue quien entrevistó a la joven en su primera visita al templo», expresaron les investigadores.
Al cabo de un tiempo, comenzó a vivir en «La Morada de Sita y Rama» también conocida como «La casa de las madres», tras ser agredida físicamente por la pareja que tenía su madre y bajo la influencia del líder Aldo.
Allí, la adolescente era obligada a mantener salidas con adultes que iban al lugar. Además, recibía “clientes” en departamentos privados de La Matanza, a cambio de ganar un gran monto de dinero.
Gracias al relato de la víctima se logró identificar a parte de la banda. Utilizaban el mismo sistema de control para lograr el objetivo de manipular y captar a personas vulnerables. Lo hacían «afectando su capacidad de decidir libremente», según consta en la causa.