El pasado 21 de noviembre tuvo lugar una intensa jornada electoral en Chile. Sus resultados demostraron la polarización entre dos proyectos políticos opuestos: un modelo de estado de bienestar, progresista en lo social y ambientalista; frente a un modelo neoliberal que reivindica la política de la dictadura de Augusto Pinochet.
El republicano José Antonio Kast se impuso en las urnas con el 27,91% de votos; mientras que Guillermo Boric, candidato de Apruebo Dignidad, obtuvo el 25,8%. Por la diferencia de menos del 2%, habrá segunda vuelta electoral y los candidatos comenzarán un proceso de alianzas con partidos políticos con posiciones más moderadas para captar votos.
La votación se celebra en un contexto sanitario y económico de delicadeza. Esta elección es histórica por ser posterior a los masivos levantamientos sociales contra las élites político económicas y en reclamo de derechos e inclusión social que sacudieron el país.
Entre las propuestas y su aplicación efectiva en un país polarizado
Kast propone aplicar medidas neoliberales como la reducción de los impuestos y la intervención estatal y aumentar la edad jubilatoria; un modelo económico que ha recibido apoyo de actores políticos argentinos como Javier Milei y Mauricio Macri. Por el contrario, Boric aumentaría el gasto fiscal para reformar el sistema de salud y educación y así garantizar el acceso gratuito y universal.
Sin embargo, luego de las elecciones, Chile atravesará un proceso de incertidumbre con respecto al rumbo que tomará la política. El debate de la reforma de la constitución chilena evalúa la posibilidad de modificar el sistema político de un presidencialismo hacia un parlamentarismo o un sistema híbrido entre ambos.
Además, cualquier candidato que gane se verá condicionado en el momento de tomar decisiones: ya sea por el posible resurgimiento de manifestaciones masivas, como por la fragmentación de la composición del Congreso.