Al momento de pensar una comida y cocinarla, tener en cuenta las cantidades para servir un plato más puede cambiarle la vida a alguien, aún sin saberlo. Así queda demostrado en esta iniciativa que surgió en plena pandemia y que ya lleva más de 200 mil viandas entregadas.
A través de los Punto Plato la mesa familiar se extiende hacia quien más lo necesita. Se trata de sencillos cajones de madera pintados de blanco, adosados a postes ubicados en la vereda. Allí se depositan las viandas y de esta manera, quien pase por ahí y lo necesita, puede servirse una. Se calcula que por semana se entregan más de tres mil viandas, lo que suma entre 13 mil y 15 mil por mes. Aunque creen que esa cifra es mayor porque hay gente anónima que también cocina y no se enteran. Cada punto es encabezado por un responsable que ayuda a mantenerlo limpio, difunde la idea y motiva a otres vecines para sumarse a la movida.
El primero se instaló el 3 de junio de 2020, y hasta ahora, dentro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay 139 puntos. Esta iniciativa ya se está replicando en el interior del país, en ciudades como Posadas, Rosario y Concepción del Uruguay.
Pandemia solidaria
Si Argentina era un pueblo solidario antes de marzo de 2020, con la llegada de la pandemia esto se hizo más fuerte. Con el agravamiento de la situación social y económica debido al confinamiento de aquellos días, muchas personas se pusieron a pensar en las necesidades del otre. Es el caso de Manuela, una joven médica que junto a dos amigues crearon esta iniciativa.
“En un zoom que hicimos con Romina y Bernardo, dos amigos míos, charlamos sobre la necesidad de hacer algo por el otro. Estábamos en pleno aislamiento adentro de nuestras casas. Sabíamos que había gente que por necesidad tenía que salir a buscar comida y lo hacía en los contenedores de basura”, comenzó a relatar Manuela.
Pensaron qué podían hacer para ayudar y abrazar al otro. “De alguna manera decirles que nosotros estábamos viéndolos y que no nos era indiferente su necesidad o situación más complicada”, contó. En esa charla virtual decidieron entonces cocinar un plato más en sus comidas y compartirlos en los Punto Plato. “Son cajones de madera pintados de blanco, muy sencillos pero muy limpitos y cuidados. A toda hora se pueden dejar viandas y de alguna manera representan nuestras mesas”, agregó emocionada.
Antes no participaba de ninguna otra organización, aunque sí compartía sus comidas. “Esto de cocinar un poquito más y entregarlo en mano lo hacía a gente en situación de calle y mis amigos también pero de una manera no organizada, anónima y no formalizada”, comentó. Para ella su ejemplo a seguir siempre fue Red Solidaria, de la mano de Juan Carr.
Por su parte, Federico participa del Punto Plato ubicado en Manuela Pedraza y Cuba, en Nuñez. También colabora con la logística de insumos en los Punto Plato de Colegiales, Nuñez, Belgrano y Saavedra. Se unió a esta iniciativa en agosto de 2020. Lo motivó el hecho de que ya había estado en un proyecto similar en la empresa donde trabajaba, cocinando para algo muy puntual. Entonces decidió hacerlo con más periodicidad.
El mes pasado se inauguró el Punto Plato Lugano, cuya responsable es Malena. A ella la atrajo la idea de poder compartir un pedacito de su mesa, de su cotidianidad con un otro que lo necesite. “Algo así como abrir las puertas de nuestro hogar para invitar a comer a algún vecino que la está pasando mal. En cada vianda que armamos hay un mensaje de fondo: ‘te veo, te registro, pienso en vos y te cociné esto’. Por eso en cada una dejamos algún cartelito: ‘Buen día. A vos!’, ‘Buen provecho’, corazones, dibujitos”.
Su hija de 5 años le pone la magia ya que arma las decoraciones. “Me gusta pensar que quien recibe la comida, además recibe la sorpresa de encontrar algo hecho para él, anónimamente”, explicó.
Historias en la mesa
Les tres coinciden en que hay muchísimas historias detrás de este proyecto. “Hemos conocido familias enteras y personas solas que ya eran habitués de nuestros puntos. Como sabíamos a qué hora venían, entregábamos el plato en mano y ahí conocíamos un poquito más su historia. Como la de Roberta que sabíamos dónde vivía, con quién y cuantos eran”, comentó Manuela. También nos agradecen porque a partir de esto pueden acceder a un plato que antes les era más difícil.
“Hay veces que en el Punto Plato hay unas 10 viandas, y si pasa alguien en situación de calle o recogiendo cartones, sólo toma una diciendo que eso es suficiente para él o nos pregunta si puede llevarse otra para alguien más, o para la cena”, añadió.
Además, contó que “muchas veces nos dejan cartelitos en los puntos y esas son experiencias muy lindas. Hay voluntarios que nos comparten emocionados que estaban llorando porque alguien les escribió en el cajón muchas gracias. Esto llena el alma”.
En su cuenta de Instagram han recibido muchos mensajes de agradecimiento. “Gente que antes de la pandemia trabajaba como mozo en un restaurante o que era extranjero. Luego se quedaron sin trabajo y gracias a esto podían comer. También chicos que hacen delivery en moto y personas que teniendo título no consiguen trabajo y son nuestros vecinos. No es solo gente en situación de calle que toma los platos de comida”, aclaró Manuela.
Hay experiencias enriquecedoras de personas que se sumaron y ahora conocen a otres vecines, armándose una comunidad local. “Eso también es un efecto colateral de servir un plato, ir conociéndose con los vecinos y formar grupos. Comentar la iniciativa en los comercios que luego comienzan a hacer sus aportes. Hay personas que nos han dicho que habían perdido a un familiar y que gracias a esto tenían una manera de sentirse un poquito mejor o menos triste y más útil”, contó.
Federico también tiene muchas historias para contar. Sobre la avenida Cabildo, en el barrio de Nuñez ha podido participar con otros grupos que hacen recorridas nocturnas solidarias. “Sin dudas la que más me marcó fue una vez que estaba dejando comida en el punto. Se acercó un chiquito de unos 10 años y sacó de su mochila una botella de gaseosa. Tomó un plato y dijo que él tenía esa botella para compartir con quien necesitaba. Eso fue muy impactante para mí”.
Al poco tiempo de inaugurarse el nuevo Punto Plato Lugano, ya llevaban entregadas más de 130 viandas. Para Malena, encontrar que gente que lo necesita se está sirviendo esa comida es una pequeña gran satisfacción. “Saber que un plato hizo la diferencia. Dar reconocimiento y amor a mucha gente que está no sólo vulnerable, sino también invisibilizada y desplazada”, agregó.
Directo al corazón
Manuela es médica, una profesión que la hace muy feliz y a la que le dedica muchas horas por día. Su tiempo libre lo dedica a cocinar, una actividad que la llena de alegría. “Me pone de buen humor instalar un punto nuevo, conocer vecinos que se ponen la camiseta de servir un plato más y nos esperan felices para ya tener su Punto Plato. Además, cuando entregamos en mano una vianda hay felicidad. Me ha impactado muchísimo esta iniciativa y estoy feliz de eso”, comentó con emoción.
“Esta experiencia se trata de formar una gran red que desde el quehacer individual pareciera chiquitito. Cada uno hace uno o dos platos más al momento de cocinar, ya pensando en alguien que va a degustar nuestras milanesas, nuestras tortillas, guisos. Hoy somos muchísimas personas, miles de personas cocinando para otro. Mucha gente ya está tomando esto como una rutina”, explicó.
Además, reflexionó: “Si yo me preparo un plato, ¿por qué no hacer otro más y compartirlo con alguien? Y si uno no es de cocinar, al momento de, por ejemplo comprarse un alfajor, mejor comprar dos y el otro dejarlo en el Punto Plato. Esto nos parece inmenso y grandioso”, reflexionó con amor Manuela.
Por su parte, a Federico lo gratifica el hecho de tener un proyecto que sea comunitario en el barrio. “Siempre me motivaron las acciones solidarias y sin dudas es un proyecto superador porque lo podemos hacer en conjunto”, explicó.
Malena trabaja en el Hospital Borda y muchos de sus pacientes “están en situación de vulnerabilidad en todo sentido. De ellos tengo la experiencia mano a mano de lo que es la exclusión, la marginalidad, el estigma. Creo que en parte eso me movilizó a sumarme”, comentó.
Sobre su impacto en su vida, relató que “lo asimilamos con mi hija como parte de nuestra rutina. Cocinar, enviandar, bajar a ver si algún vecino se sumó. Me da mucha satisfacción encontrar que lo llevan”. El día de la entrevista alguien había dejado una bolsita con varios descartables de los que usan para servir, un hecho que la sorprendió con esperanza y alegría. “Lo leo como una invitación a seguir compartiéndoles un plato”, manifestó.
Servir un plato más no se trata solamente de cocinar una ración extra. Se trata de extender la mesa e invitar a quienes están pasando por una situación difícil. Es integrarles a un gran banquete comunitario, lleno de esperanza y amor; compartir el pan y también multiplicarlo. Es reafirmar que nadie se salva sole, y que detrás del dolor y de las injusticias hay todo un mundo de anónimos sosteniendo y empujando el timón hacia delante.Para conocer la ubicación de los Punto Plato, ingresá acá.