Este sábado 4 de septiembre a las 20:30 hs, se presentará de manera presencial “El Virus de la Violencia”, una obra de la Compañía El Vacío Fértil Teatro. El evento tendrá lugar en el Patio de Actores ubicado en Lerma 568, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se pueden adquirir las entradas a través de Alternativa teatral.
La obra protagonizada por Romina Pinto e Iván Steinhardt fue recientemente premiada en el IV Festival de Teatro Independiente Almirante Brown. Obtuvo el premio a la Mejor Dirección, Marina Wainer; a la Mejor Actriz, Romina Pinto y una Mención Especial en la categoría de Mejor Obra «El virus de la violencia».
Nota al Pie dialogó con la directora de la obra, Marina Wainer. Quien, además, es actriz, dramaturga y cofundadora del Teatro Estudio de Madrid. Ha escrito y estrenado más de 20 obras de teatro en diversos países de Europa y América. Es argentina pero vive en España desde hace más de 40 años.
¿Por qué “El Virus de la Violencia”, por qué esta temática, por qué ahora?
Empecé a sentir la necesidad de escribir la obra en Canarias, tras poquitos días de que se decretara el confinamiento. Por varias razones: siempre me interpeló el tema de las minorías oprimidas. Siempre me interpelaron la realidades, cómo se veían y cómo se distorsionaban.
Por un lado, sentí que el espacio físico se convertía en una trampa terrible, en un aliado del maltratador. O sea, las mujeres que ya sufrían en distintas dosis el maltrato tuvieron que encerrarse con su maltratador. Entonces la casa, que es ese lugar casi anímico, más que físico; en el que se supone que una encuentra la bahía, el puerto, la seguridad; se convirtió en una unidad de opuestos, hablando teatralmente.
Dramaturgicamente es un tema que siempre me interesó, la proxémica. Es decir, el mensaje del espacio y cómo este tiene opinión, cambia de bandos. En este caso claramente aprisionó y quitó: enmudeció, quitó seguridad, se convirtió en cárcel y en sometimiento.
Por otro lado, dada la pandemia, yo esto lo viví desde España. Vi como los sectores de la derecha fueron aprovechándose del contexto y vaciando muchos recursos que antes iban dirigidos hacia la mujer. No pueden decir «que la mujer se quede en su casa»; porque alguien no lo votaría. Dicen: «nosotros no estamos en contra de apoyar los recursos para la violencia de género. Estamos contra todas las violencias. Entonces hago caer las oficinas, vacío los recursos; porque no es solo la mujer a la que hay que proteger».
Demagógicamente ponen a los niños, a los hombres que también son maltratados y lo que logran así es embarrar la cancha. Que todo sea lo mismo y que las prioridades dejen de tener su rango. Esto es otra cosa que pegó muy fuerte con la pandemia, este vaciamiento de recursos.
¿Por qué visibilizar la violencia de género desde lo artístico?
Para mi, el papel del oficio del arte es en un punto, la portavocía de la realidad. Hay un juego muy interesante entre lo que ocurre en la realidad, en la época y cómo se plasma en la ficción. Siento que desde los inicios de la humanidad, contar el cuento, para entender el mundo es la razón de ser. No desde un punto de vista periodístico, sino agregándole justamente metáfora y descontextualizando desde todo punto de vista, desde el lenguaje, desde las herramientas, desde incluso el contexto.
No es lo mismo ver un accidente en la calle que verlo dentro de un teatro. Tu cabeza lo ve distinto, lo pone bajo otra lupa, lo redimensiona, lo piensa desde otro ángulo. Pero creo que es esta la labor. Es más, yo diría que incluso aquellas obras en las que se supone que no se interpela la realidad, se la interpela. Ya elegir un texto, es elegir una manera de pararte frente a la vida, no es ingenua la oportunidad de los temas. De forma más o menos consciente, se está opinando.
En mi caso siempre tuve una relación personal en el sentido de que yo no busco las temáticas. Siempre es como que la temática me toca con el dedo en el hombro y me dice «contame».
Yo no puedo escindir la persona que siente, la persona que sufre, la persona que se indigna, la persona que siente impotencia ante tanta ignorancia; no puedo escindirla de la persona de teatro, es la misma. Y en todo caso lo único que tengo es este lujo de poder expresarlo y compartirlo.
¿Hay en la obra ciertas “banderas rojas” o alarmas que muestran cómo se va incrementando la violencia muchas veces “naturalizados”?
Yo siempre pongo un ejemplo: viví casi toda mi vida en España, (sigo haciéndolo entre España y Buenos Aires) y recuerdo cuando se fumaba en los hospitales, hace mucho y no hace tanto.
Pero sobre todo me recuerdo a mí; sin ver el humo, cuando las cosas son «naturales» se vuelven transparentes, y esta es la función del teatro. No necesariamente enseñar de forma pedante, aleccionar, moralizar. Sino volver a revisar lo que aparentemente es el “sentido común», o «verlo», reconocerlo, incluso por primera vez.
Hay una escena, que para mí es de lo más interesante en cuanto al impacto de la temática. No hablo desde lo estético en este caso. Pero, precisamente, desde lo estético, desde lo dramático tal vez sea la más sonsa de las escenas. Sin embargo, para mí, las líneas rojas que hay en los microgestos, en los abusos en el hasta aquí, frente al maltrato. Esta escena podemos decir que es cotidiana, en la que “no pasa nada”. Pero vista, puesta en ese espacio convencional del teatro, son pequeños síntomas de una normalidad que es anormal y que es normal en las relaciones. Esa para mí es la escena; para mí más interesante como «mensaje».
Mucha gente cree que en esa escena no pasa nada. Y digo, perfecto, porque después lo charla, lo cuenta, lo comenta. Aquí está el éxito de la obra: en que esa persona vaya rumiando la escena, destilando los detalles. Y se dé cuenta de que en esa escena está el rubicón; un montón de conductas que hacemos y que no parecen ser en absoluto graves.
¿Cómo se dio el trabajo en conjunto que realizan con organizaciones que abordan esta temática?
El trabajo con asociaciones de mujeres, con distintas entidades de violencia de género se dio de una forma de ida y vuelta. Por un lado muchas mujeres que fueron a ver la obra se mostraron interesadas por participar, por alentar, por apoyar la difusión y propagación de la obra. Por otro lado nosotros, el Vacío Fértil, fuimos a buscarlas. Este es un complemento que está en el propio ADN de la compañía.
Las obras hablan por sí solas, creo que lo interesante después es complementarlo con el espacio del público. Darle ese espacio no convencional a asociaciones de mujeres, víctimas, psicólogas, docentes, para que puedan usarnos de punto de partida. O de ejemplo para situaciones concretas que vean en la obra, que se explayen. Que esto se propague y, ya que hablamos del virus, que se viralice; que se haga visible.
Esto para mí es fundamental, que el teatro de verdad salga de su cómodo espacio y confronte con la gente, con el público. Parto de leer una realidad, entonces es como devolverle a esa realidad una mirada. Obviamente desde mi versión de los hechos, pasada por una mirada artística que sublima que estiliza, no necesariamente de forma estética.
Y que hace que lo realista, lo naturalista, lo abstracto, lo poético, lo filosófico incluso vuelva a mixturarse con lo que pasa en lo cotidiano, en la calle. Entonces, esta conversación ida y vuelta con asociaciones con otras corrientes de la sociedad, que van al teatro, que charlan. Nosotros salimos, yo salgo a la calle para escribir las obras y la calle va al teatro y esto completa un círculo necesario y sino, no tiene sentido.
¿Qué planes tienen con la obra, para difundir este mensaje en distintos lugares, del país y en otros inclusive?
Los planes que tenemos con El Virus de la Violencia son seguir mostrándola en la Argentina, luego tenemos una gira por España, por Roma, Francia y siempre en paralelo con estas charlas con gente de asociaciones, mujeres, nos parece importante también mostrarla en colegios.
Nos parece fundamental que el teatro salga a tocar la puerta de escuelas, incluso a asociaciones de mujeres. Es una obra que no está planteada desde la puesta con una escenografía «a propósito» difícil de llevar en una maleta. Este es uno de los propósitos ideológicos y artísticos de lo que es la puesta escénica, de la escenografía.
En cuanto a si es necesario llevarla también a otros países, dentro de Argentina misma esto es vital porque la obra está escrita específicamente con dos protagonistas, que no son los tipificados reduccionistamente como «maltratadores».
La violencia de género ocurre en todas las capas de la sociedad, en todos los estratos socioeconómicos y culturales.
De hecho, el protagonista es a propósito un escritor, clase media, podríamos decir, alta. Porque es otro de los estereotipos que me interesaba derribar. Ojalá fuera tan fácil, tan evidente. No, este es un problema de educación que atraviesa todos los sectores de la sociedad.
Para más información y adquirir entradas en la página de Alternativa Teatral.