Como consecuencia del fracking, se produjeron una serie de sismos en Vaca Muerta, el yacimiento petrolífero ubicado en la provincia de Neuquén. Esta técnica, que desde el 2018 se utiliza de forma intensiva, ha generado más de 300 sismos en los últimos 3 años, atemorizando familias y derribando hogares.
La “fracturación hidráulica” o fracking, permite extraer el llamado gas de esquisto, un tipo de hidrocarburo no convencional que se encuentra literalmente atrapado en capas de roca, a gran profundidad. Se logra al inyectar líquido a altísima presión para romper la roca subterránea y liberar el gas o el petróleo alojado en sus poros.
Acorde con un informe de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), “la sismicidad está asociada a la inyección de agua y aditivos. Esto se debe a que el incremento en la presión de poro de la roca o la introducción de los fluidos en fallas pueden producir movimientos sísmicos”.
La gestión de residuos
Sin embargo, el fracking tiene toda una variedad de consecuencias ambientales asociadas. Una de las más problemáticas está asociado a la gestión de residuos, que merecen una atención especial.
“La perforación produce dos tipos de desechos que suelen generarse a un mismo tiempo: los recortes de perforación (o cutting, en inglés) y los lodos de perforación. Que a su vez pueden subdividirse en lodos a base de agua y lodos a base de aceite”.
“Estos últimos requieren de tratamientos más complejos por su peligrosidad. Finalmente, durante la perforación y operación de los pozos se generan residuos diversos, pero por su volumen se destacan las mantas oleofílica”, detalla el informe.
Y agrega que: “Si bien las autoridades neuquinas han reconocido la gravedad del problema de la gestión adecuada de los residuos de Vaca Muerta, el incremento en la producción de residuos no fue acompañado por el aumento en la capacidad de su procesamiento”.
“Por el contrario, las empresas de tratamiento comenzaron a acopiarlos, pero sin tratarlos. Hasta que el sistema colapsó: estableciendo un balance de masa 4 resulta difícil que las plantas de tratamiento existentes hayan podido gestionar adecuadamente ese volumen de residuos”.
La contaminación del aire y del agua
Otra consecuencia de esta técnica es la contaminación. Con respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la explotación de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta, el informe explica que “según un reporte realizado por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires para Greenpeace Argentina 1 que consideró diferentes escenarios, las emisiones nacionales se incrementarían entre 205 y 240 MtCO2 e (Kessler et al., 2019)”.
“Eso representa entre el 57 y el 67% de las emisiones nacionales a 2030, según la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por su sigla en inglés) de Cambio Climático firmada por Argentina en el marco del Acuerdo de París. Este prevé un máximo de emisiones de 358,8 MtCO2 e”.
Consumiendo los recursos
Por otro lado, esta técnica supone un uso desmedido del agua. “Según datos de la Secretaría de Energía y de los gobiernos provinciales, en el periodo 2010-2020 se han consumido más de 23.000 millones de litros de agua dulce (ver detalle de los consumos por provincia en la Tabla 1). Y aproximadamente 73,2 millones de litros de aditivos 2 en Vaca Muerta. Se trata de millones de litros utilizados en la preparación de los fluidos de fractura e inyectados en el subsuelo de la región para fracturar la roca”, se lee en el informe de FARN.
Asimismo, se genera una contaminación de la misma ya que “en la etapa de terminación y posterior a la fractura hidráulica se producen dos efluentes. El flowback, también llamado “agua de retorno”, que regresa a la boca del pozo (retorno del 20 al 40% del total inyectado) como un residuo líquido compuesto por agua y por sustancias tóxicas, y que resulta del proceso de la limpieza post fractura. Y el agua de formación, que sale a la superficie mezclada con el flowback”, advierte el mismo informe.