Corría la noche del 29 de julio de 1966 cuando la Policía Federal, comandada por el General Fonseca, entró a fuerza de golpes y violando la autonomía universitaria, a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA); ubicada en un sector hoy derrumbado de la histórica Manzana de las Luces porteña. El suceso histórico fue tristemente conocido como La Noche de los Bastones Largos; debido a las armas utilizadas por los uniformados para reprimir a puro palazo.
La violenta escena también se repitió en las facultades de Filosofía y Letras, en Independencia 3065, actual edificio de la Facultad de Psicología; y en la de Arquitectura, que en aquel entonces funcionaba en el ex Centro Municipal de Exposiciones de la avenida Figueroa Alcorta y Pueyrredón.
Hacía apenas un mes y un día que las Fuerzas Armadas habían derrocado al presidente electo democráticamente Arturo Illia. El golpe cívico militar proclamó en la primera magistratura a Juan Carlos Onganía, quien ocupó el cargo de facto desde 1966 a 1970.
Sin mayor resistencia de las instituciones y la sociedad, en ese breve lapso de tiempo el dictador había cerrado el Congreso Nacional, echado a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y prohibido los partidos políticos de modo de garantizar el pleno ejercicio de la dictadura sin ningún impedimento.
Lo único que le faltaba para cercenar por completo la libertad era acallar la voz de las ideas y el pensamiento crítico; encarnado en las ocho facultades de la UBA.
Defendiendo la Autonomía Universitaria
El 28 de junio de 1966 Hilario Fernández Long, rector de la UBA, junto con el Consejo Superior de la universidad, pronunciaron su repudio al golpe de Estado producido ese mismo día.
A través de un documento, las autoridades universitarias hacían “un llamado a los claustros universitarios en el sentido de que se siga defendiendo como hasta ahora la Autonomía Universitaria, que no reconozcan otro Gobierno Universitario que el que ellos libremente han elegido de acuerdo con su propio estatuto y que se comprometan a mantener vivo el espíritu que haga posible el restablecimiento de la Democracia”.
Hubo otro pronunciamiento similar en la Facultad de Ciencias Exactas, firmado por casi 250 profesores. Allí advertían la “irrevocable decisión de no reconocer otras autoridades de Facultad y de la Universidad de Buenos Aires; que las que legítimamente emanan del cumplimiento del Estatuto Universitario, así como de las leyes y de la Constitución Nacional”.
En el mismo documento también anticipaban que retiraban “toda colaboración a las personas que ilegítimamente se arroguen tal autoridad en la Universidad; haciendo abandono definitivo de nuestras tareas docentes y de investigación en la Facultad”.
La respuesta a estos pronunciamientos no se hizo esperar. El dictador Onganía intervino por decreto todas las universidades nacionales y, al mismo tiempo, ordenó la expulsión de todos aquellos que se opusieran.
El saldo de una noche infame
La violenta irrupción de las fuerzas policiales en la Facultad de Ciencias Exactas dejó un saldo de 300 detenidos, decenas de heridos; y el despido y la renuncia de 700 de los mejores profesores de las universidades argentinas; quienes tuvieron que exiliarse para continuar con sus carreras en el exterior.
Se perdió así la autonomía universitaria que fuera conquistada con la Reforma Universitaria del año 1918, en Córdoba.
La autonomía universitaria pudo recuperarse recién con la llegada de la democracia en 1983; y en 1994 fue garantizada en la Constitución Nacional a través del art. 75, inciso 19.
La Noche de los Bastones Largos fue uno de los antecedentes del período más oscuro y nefasto de la historia argentina: el terrorismo de Estado, que mostraría su cara más brutal a partir del 24 de marzo de 1976.
Esa noche en primera persona
A continuación, reproducimos un extracto de la carta del profesor Warren A. Ambrose, Profesor de Matemáticas en Massachussets Institute of Technology (MIT) y en la Universidad Nacional de Buenos Aires, publicada en la sección carta de lectores de The New York Times, el 3 de agosto de 1966. Tomada de la página El Historiador.
“A los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez pies entre sí; que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos pateaban rudamente en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar.
Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan brutalmente como les era posible. Yo (como todos los demás) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieron alcanzarme (…)
El profesor Carlos Varsavsky, director del nuevo Radio Observatorio de La Plata, recibió serias heridas en la cabeza, un ex secretario de la Facultad (Simón) de 70 años de edad fue gravemente lastimado; como asimismo Félix González Bonorino, el geólogo más eminente del país.
Después de esto, fuimos llevados a la comisaría seccional en camiones, donde nos retuvieron un cierto tiempo, después del cual los profesores fuimos dejados en libertad sin ninguna explicación. Según mi conocimiento, los estudiantes siguen presos. A mí me pusieron en libertad alrededor de las 3 de la mañana, de modo que estuve con la policía alrededor de cuatro horas”.