La pandemia generó una ruptura con la forma de vida conocida, generando diferentes efectos en los distintos grupos sociales y etarios. El mes pasado, UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) publicó un informe que sistematiza los resultados de la cuarta ronda de encuestas. Dicho estudio trata de percepción y actitudes de la población respecto al impacto de la pandemia en la educación de niñas, niños y adolescentes.
Acorde con el informe, la prolongación de la emergencia sanitaria generó un agotamiento de la capacidad de adaptación de niñes; dando lugar a estados de mayor irritabilidad, mal humor, enojo, fastidio e intolerancia.
Rosario Hasperué, docente, periodista y encargada de prensa del Foro por la Niñez, explica, en primer lugar, que desde la organización han podido detectar que el advenimiento de la pandemia afectó a todas las clases sociales en distintas medidas.
En segundo lugar, afirma que, a partir de las actividades realizadas en los barrios; desde la institución, pudieron identificar que el grupo más afectado fue el de la primera adolescencia. En jóvenes de entre 12 y 14 años notaron un aumento de la ansiedad, tristeza, depresión y miedos. “Especialmente en los pibes de clase media,que han sido los que más han estado encerrados. En cambio, en los barrios, han continuado socializándose en las calles, en las veredas”, explica.
La deserción escolar
Sin embargo, Hasperué advierte que los sectores populares perdieron contacto con la educación. Así lo confirma UNICEF en su informe, que señala una mayor incidencia de la desvinculación escolar en los hogares pertenecientes a los quintiles 1 y 2 de nivel socioeconómico, los más desfavorecidos, que asciende al 8%. Por otro lado, indica que la deserción se produjo , mayoritariamente, en los hogares donde residen adolescentes entre 13 y 17 años.
Las causas del abandono escolar son múltiples. Por un lado, “el aumento de la pobreza provocado por la pandemia, agudizó la crisis económica que ya se venía arrastrando desde el gobierno anterior. Esto provocó que muchos niños, niñas y adolescentes tengan que salir al mercado laboral para ayudar en sus casas”, explica Hasperué.
En mayo del año corriente, una Encuesta Rápida identificó un crecimiento en el porcentaje de hogares que han experimentado reducción de ingresos (56%). Esta pérdida de ingresos se traduce en muchos casos en una insuficiencia de recursos para satisfacer plenamente las necesidades del hogar. Por ejemplo: 1 de cada 4 hogares tuvo que recurrir a algún préstamo o fiado; para la obtención de alimentos y un 41% dejó de comprar algún alimento por falta de dinero.
“Las ayudas económicas a las clases populares son fundamentales pero también es necesaria una fuerte inversión en el sistema educativo. Y que se lleve adelante un plan para la revinculación con las instituciones de estos pibes y pibas de manera urgente”, declara Hasperué.
Respecto a las políticas de ayuda social, el informe destaca una ampliación de la cobertura de programas alimentarios, como por ejemplo la Tarjeta Alimentar, que pasó del 18% al 39% de los hogares entre abril de 2020 y mayo de 2021. Y el sostenimiento de medidas de protección social en relación con transferencias monetarias, como la AUH, Potenciar Trabajo, PROGRESAR, que abarca el 56% de los hogares relevados.
El fracaso de la educación virtual
Otra de las causas de la deserción escolar, está vinculada al fracaso de la educación virtual. “Algunos de los motivos tienen que ver con la falta de dispositivos tecnológicos y las dificultades en el acceso a la conectividad. Al mismo tiempo, las familias no recibieron apoyo. Muchos padres y madres no han tenido acceso a la educación; por lo cual se les ha dificultado la tarea de acompañar en los procesos pedagógicos a sus hijos. Ha impactado también de manera negativa en los hogares, donde hay una jefa de hogar a cargo de muchos niñas y niños”, detalla la docente.
En lo que respecta al acceso a recursos TIC en los hogares, la Cuarta Encuesta Rápida muestra que el 47% de los hogares con niñas, niños y adolescentes; no cuentan en su hogar con una computadora o tableta que pueda ser destinada a la realización de tareas escolares.
Se trata de algo más de 3 millones de hogares que están en esta condición, en los cuales residen casi 6 millones de niños, niñas y adolescentes. Asimismo, un 11% de los hogares no cuenta con ningún dispositivo que las y los estudiantes puedan utilizar con fines educativos (ni computadora, ni tableta ni teléfono celular).
En cuanto a la conectividad 2 de cada 10 hogares no tienen acceso a Internet, lo cual implica que dependen exclusivamente de la conexión que puedan aportarles los paquetes de datos de telefonía celular.
“De esta forma, los niños y niñas de las clases populares han perdido ya un año y medio de escolaridad, prácticamente. Creemos que esto repercute de manera muy negativa, tanto en las trayectorias educativas, como en la emocionalidad”, asegura Hasperué. Y agrega que “el Estado debería tomar medidas más activas respecto al retorno de la presencialidad”.
El retorno a la presencialidad
Durante el 2021, según lo que reportaron las personas adultas encuestadas por UNICEF, desde el comienzo de las clases en el 91% de los hogares con niñas, niños y adolescentes que asisten a la escuela al momento de la encuesta; tuvieron en algún momento asistencia presencial a las escuelas.
En un 9% de los hogares ningune de las y los estudiantes había asistido presencialmente desde el comienzo del año. Esto representa cerca de 1 millón de chicos y chicas en todo el país que sostienen solo clases remotas y no tuvieron oportunidad de volver a las aulas.
“Muchas escuelas ni siquiera arrancaron el retorno a la presencialidad por problemas edilicios. Por lo tanto, debería llevarse adelante una fuerte inversión económica en el área de educación; para garantizar que todos los pibes y pibas tengan la posibilidad de contar con aulas equipadas y con los recursos necesarios para volver a la escuela”, describe la especialista.
“Este debería ser uno de los principales objetivos de esta gestión, porque la importancia de la escuela no es solo radica en el contenido académico, sino también como espacio de socialización y contención”, concluye la representante del Foro por la Niñez.