Son muchas las generaciones de argentinos que no vieron a la Selección Nacional consagrar las expectativas que colmaban antes de cada torneo. Son muchas las desilusiones que generaban ante cada oportunidad perdida. Y cada una de aquellas finales solo arrebataron aún más los sueños de cada simpatizante, cada hincha. Fueron demasiados los jugadores de calidad que pasaron por el conjunto argentino sin saborear el éxito. El proyecto Pekerman, exitoso en las juveniles, pasó sin pena ni gloria en la selección mayor.
Y no podemos dejar de recordar a aquellos entrenadores que vieron sus proyectos “fracasar” ante cada chance desperdiciada: Passarella, Bielsa, e inclusive Diego Maradona. Ese grito atragantado, ese deseo acumulado de obtener un logro que pudiera colmar las expectativas de cada argentino, sólo era superado por una nueva frustración. Aquellas 3 finales perdidas de manera consecutiva (Mundial de Brasil 2014 y las Copas Américas de Chile 2015 y Estados Unidos 2016), fueron esas gotas que rebalsaron hasta el “amor” idílico al equipo.
Una esperanza renace
Esas noches de tristeza hoy tuvieron un cambio radical. Desde la previa, el panorama era igual de desalentador a estos 28 años pasados de copas vacías. La localía había cambiado: Brasil organizaba una Copa América a domicilio. El equipo de Lionel Scaloni llegaba discutido por la prensa deportiva y el juego estaba lejos de llenar los ojos de los más fanáticos. El sueño de Lionel Messi, considerado por muchos como el mejor jugador de la historia, sostenía esa mínima luz de optimismo.
Una nueva generación de jugadores jóvenes, sin la experiencia previa de crecimiento en las juveniles como en épocas anteriores, formaban parte del plantel convocado para este evento. Muchos estaban lejos de las cámaras y en el sensacionalismo mediático característico de otros conjuntos. La humildad y el perfil bajo armaron un combo interesante para la Argentina. Y el rendimiento partido a partido, ratificó la mirada de Scaloni con el “nuevo proyecto”.
Un empate ante Chile 1 a 1 y sendas victorias ante Uruguay y Paraguay por la mínima con la posterior goleada 4 a 1 ante la selección de Bolivia, a priori, la más débil de la competencia, eran el primer pantallazo. Una victoria 3 a 0 ante Ecuador (sufrida, por cierto) y la emotiva victoria en los penales ante Colombia con un superlativo Emiliano “Dibu” Martínez depositaron al conjunto nacional en la gran final frente a Brasil. El candidato, el mejor equipo del torneo, tenía todo a su merced.
La final soñada, el grito soñado
La chicana de Jair Bolsonaro, pronosticando un 5 a 0 a favor del “Scratch” más la discutida designación del árbitro uruguayo Esteban Ostojich (criticado por la prensa especializada deportiva, como un juez localista) aclimataron la final. La expectativa localista era alta: Brasil había organizado 5 Copas América y se había consagrado en cada una de ellas. Además, la malaria de los 28 años pesaba en el conjunto argentino. Más visitante, imposible.
En lo futbolístico, Argentina llegaba con un Messi en estado de gracia. Su amigo Neymar era la bandera carioca y disputaba el podio de mejor jugador del torneo. Con varios cambios sobresalientes, Scaloni planteó un juego cortado, defensivo, alto, que no caracterizaba a este equipo, cuya falencia se encontraba al defender. Tite, el entrenador local, presentó lo mejor, ajeno al bajo rendimiento con el que se encontraría plasmado en esta final.
La final comenzaba a inclinarse a favor de Argentina con la constante presión física hacia las figuras de Brasil. Sin tener la pelota, el control del juego estaba a favor del seleccionado nacional. El delirio, el grito “sagrado” llegaría a los 21 minutos cuando tras un impecable pase de Rodrigo De Paul, la revancha en las finales de Ángel Di María se coronaría con un golazo ante la mirada dúctil del arquero Ederson. La final estaba en los pies indicados y el resto del encuentro resultó en un intento desesperado e insuficiente por igualar las condiciones del partido.
El día que tantas veces soñó Messi
Cuando el 17 de agosto de 2005 Lionel Messi debutó en la Selección Mayor (con expulsión incluida), nunca creyó en alcanzar tantos logros deportivos y tantos premios en consideración a su exitosa carrera. Probablemente, desconocía que estos casi 16 años transcurridos vendrían acompañados por sinsabores constantes. Para cuando se presentaba, los 12 años sin éxitos para la selección resultaban eternos. Ese número se iría transformando en casi tres décadas de penas.
Para cuando en las 22:53 horas argentina, el árbitro Ostojich pitó el final del encuentro, las lágrimas y los recuerdos de esos pormenores atravesados por “la pulga” había terminado. Su amor por la selección se vio coronado con un título. El país vivió un idilio inolvidable, que para cuando seguramente estas palabras estén siendo leídas, habrá llegado a su fin. En este 10 de julio del 2021, después de 10236 días, 28 años y casi una semana, Argentina se consagró campeón.
El éxito que tantas veces se le negó (siete finales perdidas en este periodo) finalmente hoy y gracias a estos jugadores pudo ser posible y real: Emiliano Martínez, Gonzalo Montiel, Cristian Romero, Nicolás Otamendi, Marcos Acuña, Rodrigo De Paul, Leandro Paredes, Lionel Messi, Lautaro Martinez, Angel Di Maria, Guido Rodríguez, Nicolás Tagliafico, Exequiel Palacios, German Pezzella, Nicolas González y los 12 jugadores que conformaron a este hito deportivo.