Humberto Tumini es dirigente político y ex funcionario de gobierno. Actualmente es el presidente del Movimiento Libres del Sur. En su juventud, estudiaba ingeniería en la Universidad Católica de Córdoba. En esa época, se produjo en esa ciudad la insurrección popular conocida como El Cordobazo. Fue testigo presencial de ese acontecimiento ocurrido los días 29 y 30 de mayo de 1969, hecho que marcaría una enorme influencia en su vida. En esta entrevista, Tumini relata en detalle los sucesos de aquel entonces.
Nota al Pie tiene una amplio rango de audiencia, que incluye a jóvenes lectores. Muchos de ellos no conocen lo que fue El Cordobazo y su significado en la historia nacional. Si usted tuviera que explicarle a la juventud lo que fueron esos acontecimientos, ¿cómo lo haría?
Bueno, fue algo que sucedió hace más de cincuenta años. Lo esencial de aquella época es que vivíamos un proceso dictatorial y en el año 1969 estábamos experimentando un ajuste económico con recorte de salarios. Esto era el resultado de una serie de medidas que tomó la dictadura de Ongania, con Krieger Vasena quien era el ministro de Economía.
Córdoba siempre fue uno de los grandes centros de producción automotriz y los trabajadores del gremio automotor SMATA, ante los ajustes sufridos decidieron realizar un paro. El 29 de mayo salieron a una manifestación apoyados por otros gremios entre ellos el de Luz y Fuerza, que dirigía Agustin Tosco. Fueron reprimidos por la policía, y en esos acontecimientos matan a un trabajador de SMATA, Maximo Mena. Eso produjo que la movilización se generalizara provocando un levantamiento popular.
¿Cuáles fueron los disparadores de esa movilización?
La base de la manifestación eran las medidas económicas pero también el hartazgo con la dictadura militar. La combinación de ambos factores hizo que las clases medias y estudiantes universitarios se sumaran a la rebelión, dando un apoyo importante. Esto significó que Ongania tuviera que renunciar y fue el principio del fin de la dictadura en su conjunto. Luego, fue sucedido por Levingston y Lanusse, hasta que en el año 1973 tuvieron que retirarse por completo. Cuando ellos habían asumido el poder, anunciaron que habían venido para quedarse veinte años. El Cordobazo hizo que no se cumpliera ese plan.
¿Dónde estaba usted cuando aconteció El Cordobazo y cómo se vinculó a esa manifestación?
Yo tenía diecinueve años de edad, mi familia era de clase media acomodada y estudiaba Ingeniería en la Universidad Católica de Córdoba. Vivía en un barrio llamado El Cerro de las Rosas, y ya había empezado en la facultad con una leve inquietud política. Estaba ese día junto a un amigo y cuando nos enteramos de lo que estaba sucediendo, decidimos ir a ver qué era lo que pasaba. Llegamos cuando los manifestantes ya habían logrado desplazar a la policía del centro de la ciudad.
Los agentes se habían replegado en las comisarías. El epicentro de la manifestación estaba en la Plaza Colón. Nosotros pasamos por allí y vimos comercios que habían sido destruidos. Los que habían sido atacados eran principalmente las concesionarias de ventas de autos. La destrucción de esos locales específicos obedecía a que los manifestantes los consideraban como símbolos de las empresas automotrices. Los trabajadores de SMATA eran mayoritariamente obreros de las fábricas de vehículos, entonces sacaron los coches del interior de las instalaciones y los quemaron en la calle. También destruyeron algunas oficinas de empresas multinacionales y algunos lugares que eran símbolo de la oligarquía de Córdoba como la Confitería Oriental.
¿De toda esa movilización que aspectos le impactaron?
En esa movilización, yo observé un fuerte apoyo desde los departamentos que rodeaban la plaza. En esos edificios residía gente de clase media, quienes arrojaban papeles para que los manifestantes pudieran quemarlos. Eso se hacía para poder disolver los gases lacrimógenos que arrojaban las fuerzas de seguridad. Ese gran nivel de apoyo me llamó mucho la atención.
Luego estuvimos con mi amigo dando vueltas y observando a los manifestantes y alrededor de las tres de la tarde vimos que venía el Tercer Cuerpo del Ejército. Bajaban los jeeps y también las tropas de los camiones. En el barrio Alto Alberdi, donde los manifestantes eran mayoritariamente estudiantes, había una fuerte resistencia que duró toda la noche. Allí, observamos que el ejército empezó a disparar con sus fusiles FAL (Fusil Automático Ligero) a los manifestantes, nos empezamos a replegar y empezamos a correr. Se notaban los disparos en las paredes, nos fuimos corriendo por la calle Avellaneda, cruzamos el puente y de ahí nos fuimos a mi casa. Luego, nos enteramos por la radio que había catorce muertos, además de Máximo Mena. Se estimaba que la cifra era más alta, solo que las cifras oficiales informaban esa cantidad. Esa fue mi experiencia concreta en El Cordobazo.
¿Qué incidencia tuvo El Cordobazo en su vida? ¿De qué modo ese acontecimiento influyó para su incursión en política?
La incidencia en mi fue muy significativa, como lo fue para muchos jóvenes estudiantes y trabajadores de clase media. Al poco tiempo de esos acontecimientos, tomamos la Universidad Católica. Era una universidad que tenía cinco mil estudiantes. Ya había un activismo estudiantil y político considerable y eso me empezaba a atraer. Ese interés se incrementó con el Cordobazo. Unos dos mil estudiantes tomamos la universidad y estuvimos tres días discutiendo y haciendo talleres políticos. Vinieron varios Sacerdotes del Tercer Mundo y nos dieron varias charlas. Se incrementó mi nivel de politización, como así también el de muchos otros jóvenes de la sociedad.
¿Qué otras derivaciones se generaron desde El Cordobazo?
En los años setenta empezaron a haber indicios de lucha armada. El Cordobazo fue el argumento que nos llevó a adherir, porque vimos en vivo y en directo que los militares estaban dispuestos a utilizar la violencia extrema. Entonces empezamos a discutir que la forma de enfrentarlos era con las armas. Y a mediados de los 70 se da la aparición del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En septiembre de ese año nace Montoneros. La guerrilla empezó a tener manifestaciones visibles, entonces yo empecé a buscar una salida que tenga que ver con la lucha armada frente a la dictadura.
¿Qué acontecimientos tuvieron lugar después?
En reemplazo de Onganía asumió Levingston, quien venía de la Junta Interamericana de Defensa. Anunció que iba a cambiar las cosas pero no cambió nada. En el caso puntual de Córdoba, pusieron un gobernador muy de derecha. Advirtió en su primer discurso, que le iba a cortar la cabeza a la víbora roja que anidaba en el movimiento obrero cordobés. En marzo hubo una movilización muy fuerte encabezada por Luz y Fuerza y otros gremios, a lo que se sumó el movimiento estudiantil. Se llamó El Viborazo, porque los trabajadores llevaron a la plaza una viborita anunciando que ahí estaba la famosa viborita anunciada por el gobernador. En ese acto aparecieron las primeras banderas del ERP que anticiparon los primeros pasos de la guerrilla. En mi caso concreto, esa experiencia de ser observador del Cordobazo fue muy importante, como así también lo fue para muchos estudiantes.
Observando la historia, ¿qué reflexión obtuvo usted de estos acontecimientos?
Mi reflexión es que los regímenes dictatoriales son muy difíciles de sostener en Argentina, porque no solo vulneran las libertades individuales, sino que además tienen políticas económicas en beneficio de las minorías más ricas. Entonces, más temprano que tarde, hay reacción popular y no tienen durabilidad. El Cordobazo fue el inicio de la caída de aquella dictadura.
La segunda parte de la entrevista aquí: